OpiniónMiércoles, 15 de febrero de 2023
Nada cambiará con un adelanto de elecciones, por Alfonso Baella Matto

Adentrándonos en la última semana de la primera legislatura ordinaria del periodo 2022-2023 del Congreso —última oportunidad para aprobar un adelanto de elecciones para este año o el próximo—, resulta oportuno hacer una reflexión con respecto a esta repentina e improvisada propuesta que ha sido tipificada por algunos medios como “la salida más viable” a la crisis que afronta el Perú.

Quizás fue la composición del gabinete Angulo lo que detonó la ira de la izquierda frustrada e impotente luego de la caída del golpista. Sea como fuere, no pasó una semana desde la juramentación de Boluarte para que distintos grupos en el sur, repentinamente, empezaran a pedir un adelanto de elecciones. El gobierno cedió ante la violencia y anuncio nuevos comicios para el 2024. El adelanto se volvió el vehículo único que el establishment decidió impulsar. De entre los escombros de la izquierda y la prensa caviar surgió nuevamente el discurso del electorado amnésico (mismo de noviembre del 2020): “Este Congreso no nos representa. Queremos que se vayan todos”. Una frase que a estas alturas evidencia un problema en los votantes y no tanto en el sistema.

No extraña que el adelanto de elecciones sea una propuesta popular, o que mantenga cifras importantes de aprobación en las encuestas. Siempre será más fácil volver a tirar los dados, sacar un nuevo maso de cartas o darle reset al juego en lugar de tomarse la molestia de arreglarlo. Es mejor volver a elegir que tener que asumir nuestros votos y responsabilidades.

La propuesta de adelanto es inocente. Pretendemos conseguir un resultado distinto sabiendo que los dados siguen cargados. Creemos que mágicamente esta vez sí vamos a votar bien, que de pronto tendremos buenos candidatos y, como siempre, creemos que en estas elecciones llegará ese mesías que nos sacará de la crisis y finalmente arreglará al Perú. Neruda no se equivocó al decir que la palabra esperanza en Latinoamérica es una promesa de pago cuyo vencimiento se aplaza.

El panorama actual es tan desolador como lo fue en el 2021. La demanda aumenta; sin embargo, la oferta es la misma, desordenada y poco representativa. ¿Qué va a cambiar entre las elecciones del 2021 y unas nuevas en 2024? Son los mismos partidos y muchas de las mismas caras. Este Congreso, que sufre un 80% de desaprobación, fue elegido con “memoria” supuestamente. Fue elegido por todos aquellos que salieron a marchar golpeando ollas frente a la asunción constitucional de Manuel Merino, ¿Qué va a cambiar en el 2024?

Va siendo hora de que tanto el Ejecutivo como el Legislativo se pongan a trabajar en pro del país, que empiecen a buscar vías para solucionar los problemas más urgentes (turismo, comercio, empleos, inflación, fertilizantes, etc.) y dejen de darle tiempo a disparates como un adelanto de elecciones improvisado. No simpatizo en lo más mínimo con Boluarte, por lo contrario, considero que debió ser inhabilitada en el 2022 por la SAC. Sin embargo, fue elegida junto a 130 congresistas para que asuman la responsabilidad que sus cargos conllevan y lidien con problemas como el actual. Solo así, afrontando y solucionando las dificultades, volveremos progresivamente a la estabilidad. De cualquier otro modo, viviremos entre gobiernos de transición donde se patean los problemas y prolongan las crisis.

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