En las últimas semanas, producto de unas declaraciones del ex presidente Pedro Pablo Kuczynski (PPK), el nombre “Martín Vizcarra” ha vuelto a rebotar con fuerza en medios locales. PPK acusó al líder del vacunagate de oportunista y traidor por haberse aliado en aquel entonces con la oposición fujimorista y jugar un rol clave (y promotor) en la renuncia de PPK.
Hoy en día, Martín Vizcarra no es más que un ex presidente investigado por corrupción, con una probabilidad alta de ser encarcelado en unos años, y con una evidente carencia de moralidad (en el plano privado y público). No obstante, la coyuntura actual exige recordar el perfil del “lagarto” y cómo se logró posicionar durante su gobierno; ello con la finalidad de no volver a caer en el “precedente Vizcarra”.
Con el “precedente Vizcarra” nos referimos a todas las acciones que realizó Martín para ser el presidente favorito de muchos incautos (¿ya recordaron los poemas de amor que le dedicaban?). La técnica de Vizcarra consistió en ser un esclavo de la opinión pública, un líder del populismo, y un agitador de masas que hacía todo lo que sea necesario para permanecer con un alto porcentaje de aprobación en las encuestas.
El esclavo de la opinión pública no tenía descaro en realizar acciones políticas al borde de la legalidad y la constitucionalidad. Incluso otras abiertamente inconstitucionales como el cierre del Congreso en setiembre del 2019, que lo convirtió en el primer dictador del siglo XXI en el Perú.
El “precedente Vizcarra” dejo en claro que se puede ser esclavo de la opinión pública y mantener aparentemente una sociedad “feliz y contenta” con el gobierno, pero el costo político es la destrucción de las instituciones y el Estado de Derecho, ¿Circunstancias parecidas con el adelanto de elecciones y la constituyente? Sí.
La salida fácil y popular a la convulsión social y la crisis política es simple: renuncia presidencial, adelanto de elecciones y convocatoria a una asamblea constituyente. Un preso de la opinión pública no dudaría en agitar dichas exigencias con la intención de obtener una aprobación social, a costa de la destrucción de las instituciones.
Incluso a sabiendas de los efectos que podrían causar la materialización de estos pedidos, existen grupos políticos (que se hacen llamar “oposición) con el chip del “precedente Vizcarra” que necesitan la aprobación de la opinión pública para mantenerse vivos. Es un grave error sujetar principios a consecuencia de una determinada coyuntura, solo refleja oportunismo y cálculo político. Desconfíen siempre de esa clase política.
En política siempre se tiene que hacer lo correcto, que no necesariamente es lo agradable para las masas y, por ende, no siempre popular. Lo correcto actualmente es trabajar en reformas políticas y electorales que aseguren el correcto funcionamiento del Estado, con la finalidad de que la crisis política sea la excepción y no la regla. Sin reformas, un adelanto de elecciones representa una salida simple y populista al problema real de fondo.
No volvamos a caer en las viles maniobras de políticos oportunistas. El Perú necesita de una clase política responsable y consciente con los principales problemas del país, no necesita (más) presos de la opinión pública.