OpiniónViernes, 17 de febrero de 2023
Recordemos el plan inicial, por Santiago Carranza-Vélez
Santiago Carranza-Vélez
Director Periodístico de El Reporte

¿Se deben adelantar las elecciones? Esa pregunta ronda la cabeza de muchos. Para la izquierda es una necesidad por la supuesta carencia de legitimidad del gobierno y del Congreso. Para varios en la derecha no se deberían adelantar, ¿Por qué? Pues porque no hay razones constitucionales y, además, sería ceder ante los reclamos de los violentistas.

Esta vez ambas facciones tienen algo de razón. Las encuestas muestran un rechazo mayoritario e incluso una repulsión contra los representantes de hoy en día, pero bien mencionan ciertos derechistas que la Constitución no impera bajo la encuestocracia y menos bajo el chantaje violentista.

Entre los actores políticos, por otra parte, la posición en torno al adelanto de elecciones tiene otra lógica, más cercana a sus intereses personalísimos. Por parte del gobierno, renunciar o adelantar las elecciones sería un suicidio, pues, luego de las lamentables muertes, los azotes legales en su contra serían devastadores. Para Dina y Otárola, la permanencia en el poder es la única garantía de libertad, por ahora. En el Congreso, para un sector, como el de Los niños, la lógica es similar. Para otro, la pérdida de la quincena es innegociable.

Para otras tiendas políticas, más cercanas a los perdedores funestos de las elecciones pasadas, hablamos del progresismo izquierdista y el supuesto “centro republicano”, el adelanto de elecciones es una oportunidad de capturar las quincenas que hoy ostentan otros. Su discurso supuestamente decente y en pos de la civilización republicana es una mentira. Como cualquier grupo político alrededor del mundo, buscan poder.

Y, así, en esta diatriba de posiciones entre los que quieren o no elecciones, por razones ideológicas o crematísticas, el país se atora y se sigue sumiendo en el espiral doloroso de la descomposición total del sistema político. Aún no hemos tocado fondo, pero si seguimos caminando hacia allí, las consecuencias podrían ser dolorosamente irreversibles.

El plan inicial

La derecha —hablamos de la que no piensa en guardar su quincena, sino de la más ideológica—, como decíamos, señala que no hay razones constitucionales para adelantar las elecciones y que no se puede ceder ante el violentismo. Sin embargo, desde este espacio, queremos recordarles el plan inicial de aquel sector: la vacancia de Pedro Castillo, la inhabilitación de Dina Boluarte, un gobierno de transición y el desencademiento de un adelanto de elecciones. Eso se planteó desde los primeros meses de la presidencia de Castillo.

Más de un derechista incluso señalaba, hasta hace poco más de 4 meses, que la transición empezaba con la inhabilitación de Dina Boluarte y luego con la vacancia o suspensión de Pedro Castillo. “Primero debemos inhabilitar a Dina”, coreaban. Hoy, varios de los que querían inhabilitar a la otrora infractora constitucional Dina Boluarte, son los defensores ultramontanos de su rol constitucional, ¿Acaso no era la infractora constitucional, miembro de los dinámicos del centro y lobista del Club Apurímac? ¡Cómo has cambiado pelona!

La razón de este cambio y reconfiguración de posiciones no es el resguardo de la figura constitucional, pues Dina constitucionalmente hablando es incapaz moral o incluso peor. Ni tampoco la postura patriótica de no ceder ante las amenazas violentistas. La razón principal es que están siendo gobernados, aunque lo pretendan negar, por el miedo.

Tienen miedo, por ejemplo, de que si sale Dina Boluarte el descontrol social sea tal que se imponga un momento constituyente. Tienen miedo, además, de que si Dina deja la presidencia se reconfigure la mesa directiva del parlamento y termine algún aliado de Sagasti y de la izquierda en el sillón de Pizarro. Tienen un miedo fundado por las evidentes estrategias del radicalismo de izquierda y de los caviares. Y el peor de los miedos es que creen que podrían perder las elecciones otra vez contra la izquierda. Me pregunto, ¿Qué han hecho para ganarse al electorado?

Desde aquí queremos recordarle al sector de marras que, en teoría de juegos, una vez que se opera bajo una estrategia dominada es muy difícil llegar a una posición dominante. El toro hay que tomarlo por las astas. El miedo nunca es buen consejero. Al contrario, implantarlo es una buena estrategia para la dominación del adversario.

Con esto no digo que gritemos al unísono con los izquierdistas que Dina es una asesina o que apoyemos su vacancia. Lo que trato de decir es que no debemos darle ningún soporte. Sus resortes de permanencia en el poder son extremadamente precarios y cuando llegue el día que ella salga de Palacio, porque tarde o temprano va a llegar, tenemos que hacerlo con estrategia dominante.

Esto significa instaurar un gobierno de transición con un presidente demócrata (Williams sale de la presidencia del Congreso a finales de julio) y que se debe preparar como nunca en la historia de la República una campaña electoral, la cual tenga un trasfondo de cruzada nacional.

Si seguimos siendo gobernados por el miedo; si seguimos bajo la estrategia dominante de los izquierdistas; si seguimos apoyando a una presidenta de la que no sacaremos ningún rédito político, cuando lleguen las elecciones ahí sí vamos a fracasar rotundamente.

Ya es hora de comenzar a operar bajo lógica de captura del poder pragmáticamente, en lugar de estar metiendo el problema bajo la alfombra con personajes como Boluarte.

Lo que a los derechistas patrióticos les toca es ganar las elecciones y brindarle al país un gobierno fuerte que solucione los problemas diarios de toda la ciudadanía. Esa es la única salida a la crisis y no la vergonzosa vía de las medias tintas.

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