Ambos se presentaron ante el Perú y el mundo como personas discriminadas por su origen, honestos por el solo hecho de su “choledad”, luchadores incansables por la reivindicación de los “suyos”.Ambos cayeron seducidos por el poder y la corrupción, pero la justicia con todas sus imperfecciones los alcanzó.
Alejandro Toledo se vendió como el “error estadístico” que acabaría con la corrupción que había dejado a su paso el gobierno de Alberto Fujimori y Vladimiro Montesinos. Era el presidente bilingüe que salió de Cabana y que sus discursos expresaban más bien palabras traducidas del inglés.
Era el “cholo sano y sagrado” que se convirtió en la delicia de los caricaturistas y los imitadores. A Toledo se perdonaba todo… incluso que gobernara con 7% de aprobación y no ocultara el rezago de las juergas cuando hacia apariciones públicas. Dicho en peruano: Toledo fue ese peruano “pendejo” que siempre se sale con la suya.
Pero hasta la “pendejada” tiene punto final. Desde su fuga en enero del 2017, pasaron siete largos años para que Estados Unidos aprobara la extradición del ex mandatario al Perú. Cómo olvidar cuando tras la huida, su entonces abogado Luciano López declaraba ante los medios: “ El doctor Toledo desempeña sus labores profesionales en Stanford. Por tanto vino para pasar las fiestas navideñas en el Perú y regresó a Estados Unidos”.
Toledo Manrique deberá responder a la justicia por la coima de 30 millones de dólares que recibió de Odebrecht para la construcción de la Carretera Interoceánica durante su gobierno.Durante la administración de Toledo, Odebrecht estaba impedido de contratar en el Perú, pero un orgulloso Fernando Olivera se ufanaba de haber “destrabado” esa dificultad con la Contraloría. Fue un hecho público durante una conferencia de prensa del 13 de agosto del 2005.
El caso de Pedro Castillo tiene algunas similitudes con el de Toledo. El dirigente sindical se presentó como un maestro rural venido de Chota y que se impuso al “stablishment” político. Su discurso se centró en que fue el primer maestro rural provinciano en llegar a la presidencia en 200 años, y por eso lo atacaban. Como si ser maestro y provinciano le diera un certificado de buena conducta.
Durante el año y medio que duró su gobierno se estima que Castillo se “embolsicó” 25 millones de soles de manera ilegal y a punta de corrupción, por lo que es un logro del Congreso que el pasado viernes 17 de febrero el Pleno del Parlamento haya aprobado la acusación constitucional contra Pedro Castillo.
Ser el cabecilla de una organización criminal enquistada en el poder para beneficiarse es uno de los principales delitos por los que viene siendo procesado. Su prisión preventiva por el golpe de estado del 7 de diciembre es solo un aperitivo de las condenas por corrupción que deberá afrontar.
Que los casos de Toledo y Castillo sirva de ejemplo y advertencia a quienes aspiran llegaral poder para enriquecerse, y a quienes ven al Estado como un botín.
Ni la procedencia, el sexo, la raza y religión son garantía de conducta intachable. La honestidad se demuestra con hechos y no con slogans de campaña.