El presidente salvadoreño Nayib Bukele ha motivado el odio de todos los comunistas, progresistas y caviares del mundo entero. El motivo: ha tenido un éxito espectacular combatiendo a las maras, pandillas de delincuentes que se habían enseñoreado en ese pequeño país centroamericano, con índices de homicidios y delitos altísimos, entre los peores del mundo.
Por ejemplo, el diario El Comercio, que hoy día es prácticamente un periódico caviar, editorializó criticando completamente su política anti delincuencia, que ha logrado reducir el crimen a niveles que superan a los mejores del continente.
Significativamente, titula su editorial “El tirano seductor” (4/3/23) y señala que “los costos de su lucha contra el crimen han sido altísimos”. En realidad, no pueden señalar ninguno de los altísimos costos en lo que supuestamente ha incurrido. A lo que se refiere es a su presunta intención de convertirse en un dictador y el peligro que representa para la democracia.
Es verdad que Bukele ha recurrido a métodos poco ortodoxos para obtener poderes que le permitan desarrollar una eficaz lucha contra la delincuencia, por ejemplo, amedrentando al Congreso. Cierto ¿pero había otra manera?
Por ejemplo, habría que imaginar si hoy existiera en el Perú un gobierno que quisiera combatir la delincuencia y derrotarla, como ha hecho Bukele, con los mecanismos institucionales de la democracia fallida. ¿Alguien en su sano juicio cree que podría hacer algo similar? ¿Qué con un Congreso como el actual, o el anterior, o el anterior sería posible?
¿Acaso con la burocracia existente hoy en el Perú se podría construir una cárcel para 40,000 internos en siete meses? Basta observar que la línea 2 del Metro de Lima tiene tres lustros de iniciada y está a muchos años de ser concluida, si es que se termina algún día. O que el elefante blanco de Talara, la inútil refinería, lleva una década de empezada, y todavía no opera realmente.
La disyuntiva es entonces quedarse de brazos cruzados, porque con los podridos mecanismos existentes, penetrados por la corrupción y trabados por rencillas políticas inacabables y burocracias insensibles, es imposible avanzar. O forzar un desenlace para mejorar las condiciones de vida de la población.
El Comercio usa un absurdo argumento contra la política de Bukele. Dice que “una reciente revelación del Departamento de Justicia de Estados Unidos esta semana, según la cual Bukele negoció con los jefes de la MS-13 (la Mara Salvatrucha) para que redujeran los homicidios a cambio de tratos preferenciales a sus integrantes en las cárceles, demuestra lo mucho que está dispuesto a ensuciarse.”
Realmente el cinismo es monumental. En los EEUU todos los días los fiscales, la policía y el FBI (que pertenece al Departamento de Justicia) negocian con los delincuentes no solo reducciones de penas sino mejores tratos carcelarios –que es de lo que acusan a Bukele- a cambio de información o reducción de la violencia. Todos los días. (Antigua tradición que en el FBI inauguró su longevo jefe, negociando con la mafia. Ver Anthony Summers, “Oficial y confidencial. La vida secreta de J. Edgard Hoover”.).
Demás está decir que en el Perú también ocurre eso.
Cuando lo hacen las autoridades norteamericanas está bien, pero si lo hiciera Bukele –no está probado que lo haga-, está mal.
Haya o no negociado, su estrategia ha sido totalmente exitosa y ha mejorado sustancialmente la vida de los salvadoreños, lo que podría disminuir el flujo de migrantes ilegales a EEUU. Pero eso al parecer no les interesa a las actuales autoridades norteamericanas.
En el continente tenemos otras experiencias que pueden compararse con las de El Salvador. En México, la ridícula política de “abrazos y no balazos” de Andrés Manuel López Obrador no ha disminuido la exorbitante ola de asesinatos y crímenes que asolan ese país, sino la ha incrementado.
En Chile, país que tradicionalmente tenía índices muy bajos de delitos, la situación se está descontrolando con el gobierno izquierdista. En Colombia, con el antiguo terrorista, Gustavo Petro, acaban de secuestrar ignominiosamente a un grupo de policías, con toda impunidad.
Estas diferencias en resultados son las que preocupan a comunistas y caviares de todas partes. Por eso tratan de desacreditar a Bukele al que, además, odian con particular intensidad porque hasta hace poco fue uno de ellos.
En efecto, Bukele se inició en la política como miembro del FMLN (Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional), un grupo subversivo armado que pactó y se incorporó a la democracia hace décadas. Pero Bukele pronto se desengañó y evolucionó a posiciones de derecha. Su éxito lo ha convertido en la bestia negra de comunistas y caviares de todo el mundo.
Es difícil pronosticar la deriva política en El Salvador -es de esperar que no se cumplan los oscuros augurios de los caviares-, pero de lo que no cabe duda es que la lucha contra la delincuencia encabezada por Nayib Bukele es extraordinariamente exitosa y ha beneficiado al pueblo salvadoreño, lo que se expresa en una popularidad del 90%.