OpiniónMiércoles, 8 de marzo de 2023
La política de lo imposible, por Patricio Krateil
Patricio Krateil
Comunicador

Delirio animalista o el estrago de lo político

Siempre es bueno, dado el capricho europeísta de nuestros funcionarios púbicos, echarle un ojo a lo que pasa en países mas desarrollados, dado que eventualmente pueden importarse dichas propuestas como si fuera una Coca-Cola. Resulta que en España se aprobó, por el Congreso de los Diputados, la nueva ley de bienestar animal impulsada por la secretaria general del grupo parlamentario izquierdista, Unidos Podemos, Ione Belarra Urteaga.

Esta ley prohibirá, entre otras cosas, la tenencia de ciertos animales en viviendas, debido a la supuesta dificultad de cuidarlos, posibles conductas agresivas e incluso daños al ecosistema mismo; entre estos animales que han quedado fuera de la tutela de particulares se encuentran los tan comunes e inofensivos conejos, hámsteres, ratones, pericos y tortugas. A su vez, quedan fuera de la carta, el un tanto más extravagante, pero no necesariamente más peligroso erizo, cerdo y tarántula.

Entre otras características que impone la ley está la esterilización obligatoria de todos los gatos, contratación de seguros y cursos para la tenencia de perros, la prohibición total de criaderos particulares, límites de tiempo de hasta 24 horas sin supervisión del canino, limitación de la comercialización de perros, gatos y hurones y regulaciones para el sacrificio de la bestia bajo una serie reducida de casos que dicha ley solicita.

Es por estas nuevas normativas que seguramente nos preguntamos: ¿Cuándo fue que dejamos que la política juegue un papel crucial en nuestra vida cotidiana, que hicimos para darle el poder a un conjunto de burócratas para decidir sobre aquello que siempre funciono con moderación y nunca estuvo puesto al juego democrático? Desde hace un par de décadas, la política ha ido cambiando drásticamente, dejando su elemento clásico y su naturaleza misma de su existir; ya que incluso, en los pensamientos más totalitarios como el comunismo y nazismo, existía un leve criterio estándar y trasversal a otras corrientes ideológicas, en donde se acentuaba lo político como aquello que no lo abarca todo, sino únicamente, como diría Aristóteles, “las cosas referentes a la polis”.

Hacia lo imposible

El presente, guiado por la vanguardia progresista, rápidamente ha puesto de cabeza el significado real de la política. Si antes esta era concebida como aquello compartido socialmente, ahora es la intimidad de cada uno de sus miembros aquello que poco a poco está siendo legislado, haciendo hincapié en lo singular sobre lo general. Es habitual presenciar propuestas, justificadas bajo posturas relativistas, donde se desea ordenar a los hombres a no orinar parados, por una hipotética opresión simbólica que este genera al estar de pie a diferencia de la mujer que lo hace sentada.

En Bélgica, por ejemplo, rige una ley con penas de hasta 1.000 euros e incluso posible prisión por un año por piropear a una mujer. En Andalucía regulan el uso del lenguaje en las aulas restringiendo palabras como “profesor” o “profesora” para pasar a llamarlos “profesorado”. En Francia, la cuna de muchas de estas ideas estructuralistas, se ha vetado la palabra mademoiselle - “señorita” en francés- dado que al parecer es un acto de extremo machismo o en Canadá, donde ha habido sanciones a profesores universitarios por tener una postura distinta a la del feminismo, el caso de Alan Elliott quien fue despedido por debatir en Twitter contra ciertos grupos violetas. Mas recientemente pensadores aclamados como Steven Pinker han sufrido cancelaciones de eventos y apartamientos de círculos intelectuales por tener teorías contrarias a los del progresismo respecto del género y etnia.

Sin embargo, esto no se limita únicamente al carácter sexual ni al reciente animalismo español. Hay una enorme agenda respecto a la revisión histórica y los supuestos problemas raciales que estos generan. Bill De Blasio, por ejemplo, un ex alcalde de Nueva York hizo una campaña para retirar estatuas de figuras históricas, puesto que muchas, según él, podían ser símbolos de odio. No muy distante a De Blasio, en el 2003, Castañeda Lossio retiró la estatua de Francisco Pizarro, con argumentos propios del extremismo social demócrata norteamericano.

La no política

Lo mencionado previamente está gestando el deterioro de la praxis política en sí, dándole cabida al poder para regularlo todo, pues ya no serán necesarias nuestras paredes ni mucho menos ciertas instituciones para resguardarnos de las manos de los burócratas. Es importante entender que la evolución cultural de cada nación o pueblo, está determinada por las relaciones naturales entre sus pares y su conservación o cambio esta estrictamente ligada a cómo es que sus miembros comunican y definen lo que es trascendente y posee valor. Por consiguiente, dejar que la política -aquello por encima de la polis- se vuelva parte hasta de nuestro arroz con plátano, sin lugar a dudas, marca una imposibilidad teórica; pues precisamente al realmente ser un punto en común pertinente para todos, posibilitara los consensos y propondrá marcos generales para el comportamiento social, pero en tanto lo político se meta a la privacidad de las personas esos elementos armonizantes se desvanecerán con el paso del tiempo.

Si la política que no tiene límites ni en su concepción misma, entonces solo quedara a merced de su propia anulación.

Si quiere suscribirse a todo nuestro contenido Vía WhatsApp dele click a este link: https://bit.ly/3E8ntsJ

También puede ingresar a nuestra cuenta de Telegram: https://t.me/elreporteperu