La actual insurgencia en Puno se forjó en las narices del Estado, pese a que era una iniciativa expuesta varios años atrás. En el 2017, un ex miembro del Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA), autodenominado como “Comandante Camilo Reyes”, reveló, desde la región mencionada para el semanario Sucesos, que estaban cocinando milimétricamente, pero con aires largoplacistas un golpe a la democracia para tomar por asalto el poder, un eco de su violenta intentona noventera. Además de explicar cómo venían dándole contundencia a su torcida gesta revolucionaria con el adoctrinamiento y otras tretas, el elemento subversivo anunció que su capital era el espacio-tiempo. Es decir, el momento exacto para poner en marcha su plan. Y así se dio. Tras el golpe de Castillo, el perímetro del sur mencionado se levantó. Pero esta secuencia tiene dos momentos que ponen al Ejecutivo en el eje del problema: en su momento no escucharon esa advertencia y hoy con esta ya materializada no hacen mayor movimiento para ponerle fin.
El 8 de mayo del 2017, Sucesos se puso en contacto con el “Comandante Camilo Reyes”. La indumentaria del personaje da cuenta de su siniestro pasado, o al menos de a cuál frente aún le rinde tributo: una copia de un uniforme militar, un pañuelo rojiblanco con el símbolo del MRTA tapando su rostro, un chullo negro y una metralleta. El cuestionario permitió desentrañar todas sus actividades subversivas.
Cuando le preguntaron cuál era su plataforma política, respondió: “La primera es que nos ratificamos en la lucha por la toma del poder para la construcción del socialismo, la otra es la reafirmación en la línea marxista-leninista y la restructuración de todo el movimiento revolucionario en el Perú”. Entonces le hicieron hincapié en que buscarían la asunción apelando a su arsenal: “Claro. No estamos hablando de la administración de un país a través de las elecciones”, respondió. Y agregó: “Lo que planteamos es que el aparato militar del pueblo no puede desarmarse. Cuando hablamos de seguir manteniendo una propuesta político-militar, estamos pensando a futuro. A mayor respuesta militar del Estado, mayor respuesta revolucionaria del pueblo”.
El supuesto comandante de esta forma advertía que los antojos insurrectos de esta célula subversiva no se habían quedado atrapados en el siglo XX. Todo lo contrario. Están activos y en constante evolución. Por eso, le preguntaron —recordar que esto fue en 2017— en qué fase se encontraban. “Nosotros estamos en una fase de resistencia, lo que obliga a construir en forma paralela un movimiento social, popular, político y fuerza militar”, dijo. En seguida, le consultaron a qué se refiere con esta etapa. “(Consiste) En organizar, en educar y movilizar a las masa (...) Lo que queremos demostrar es que la resistencia armada va a estar allí, mientras persistan las condiciones de desigualdades sociales”, apuntó. Y recalcó la importancia en su sedicioso propósito del “trabajo de masas”. “De educación popular, de construcción de identidades en el caso de los pueblos indígenas. Organizarlos para hacer un gran movimiento social”, explicó.
Además de catalogar a las elecciones como una "borrachera democrática", mencionó que le darían luz verde a su plan "cuando las condiciones políticas y económicas se den y a ese camino está yendo el Estado peruano". Luego, le dio más fuerza a esto con otras palabras: “Construir un movimiento social popular, movimiento político y guerrilla para un quiebre institucional a partir de un momento en que el Estado no pueda sostenerse”. Reveló también que no tenían plazos específicos, pero que tenían fijado evaluar cómo se comportan los movimientos sociales en las elecciones del 2021, en las que finalmente ganó Pedro Castillo. Indicó que era vital quitarle "espacios políticos a la derecha tradicional".
Esta entrevista vio la luz durante el gobierno de Pedro Pablo Kuczynski. El entonces ministro del Interior, Carlos Basombrío, no le dio mayor importancia. “La intención de este individuo con este anuncio sería encubrir eventuales actividades delictivas, vinculadas al narcotráfico en zonas selváticas y de la frontera con Bolivia”, comunicó este portafolio.
Han pasado casi seis años y una simple panorámica a la actual crisis nacional nos muestra cómo la indiferencia gubernamental nos puede jugar en contra. Ahora, la presidente Dina Boluarte tiene la obligación de acabar con esta enfermedad social que busca darle el golpe de gracia al Perú después del espinoso paso del profesor chotano.