PortadaDomingo, 12 de marzo de 2023
Un peligroso continuismo

La izquierda no quiere perder poder a escala internacional. La abogada y operadora de la ideología de género, Julissa Mantilla Falcón, está al borde de la reelección en la presidencia de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). Esto por recomendación exclusiva de Harold Forsyth, hasta hace poco representante del Perú ante la Organización de los Estados Americanos (OEA), y con venia de la canciller Ana Cecilia Gervasi. Su asunción arrancó con la gestión de Martín Vizcarra en el 2019. Y ahora su nombre, que no significó ningún anticuerpo para el régimen chotano, quiere perpetuarse. Esto podría traducirse en un posible voto para la liberación del golpista, para activar un proceso penal contra la presidente Dina Boluarte —al mismo estilo de Jeanine Añez en Bolivia— y para amplificar el supuesto trabajo represivo de las fuerzas del orden durante la ola de violencia de los últimos dos meses. Pero ante todo, y esto es lo más peligroso, para que la narrativa siga siendo guionizada por los tentáculos izquierdistas.

Los pasos perdidos

El historial de Mantilla Falcón es el testimonio de su campo de acción. La abogada especialista y graduada —1994— en la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP) carga con la ideología de género como su mantra. Un diplomado en la misma casa de estudios da fe de esto. Así, con esta consigna hoy universalizada como neoreligión y como excusa para dar muerte civil a diestra y siniestra, fue ganando terreno. Su primer salto lo dio cuando Martín Vizcarra era el mandamás de Palacio de Gobierno. Los primeros meses del 2019, con la luz verde del entonces canciller Néstor Popolizio, fue propuesta para integrar la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), lo cual se materializó en junio del mismo año. Es decir, antes de que Vizcarra cerrara inconstitucionalmente el Congreso y antes de que se burlara del país durante la pandemia (fuimos uno de los países con más muertes, trajo la peligrosa vacuna Sinopharm y más).

El silencio cómplice

Su elección como comisionada de este organismo internacional fue por 4 años: desde el 1 de enero de 2020 hasta el 31 de diciembre de 2023. Estuvo en los estertores de la interina administración de Francisco Sagasti, hoy un desaparecido del tablero político, pese a que aún quedó en medias tintas no solo su posible injerencia en la elección de Bruno Pacheco como asesor presidencial del golpista sino por sus reuniones secretas con este último personaje. Temas inabordables para Mantilla.

Sin embargo, este no fue el único mutismo llamativo de la abogada. Desde que Castillo se volvió el nuevo inquilino de la Casa de Pizarro, la organización que integraba tuvo una intervención tibia. Un botón: cuando amonestó apenas al profesor chotano por prohibir a la prensa el ingreso a la sede del Ejecutivo. Esto pese a que tenía como referencias vivas dictaduras del mismo corte en Venezuela, con Hugo Chávez-Nicolas Maduro, y Nicaragua, con Daniel Ortega.

Y es que Julissa estaba más entretenida con la defensa de la mujer (que no está mal, pero no puede ser el eje). Imaginamos que no vio cuando la seguridad presidencial del exsindicalista empujó a la periodista Tiffany Tipiani, de TV Perú.

Los juntes

Para que Mantilla vuelva a ser reelegida tuvo dos respaldos capitales.

Uno, por supuesto, desde la Cancillería, liderada por Ana Cecilia Gervasi. Esto resulta extraño. La titular del Ministerio de Relaciones Exteriores sabe que la comisión internacional de la abogada no ha dicho nada sobre la injerencia de Gustavo Petro, presidente de Colombia, en la política local de Boluarte. Incluso esta organización se reunió con este gobernante y lollenaron de elogios: que está comprometido con todo lo bueno. La línea es evidente. Y, sin embargo, Gervasi le dio su venia.

El otro respaldo fue del diplomático y defensor del golpista, Harold Forsyth, quien recientemente renunció a ser representante del Perú ante la Organización de los Estados Americanos (OEA). Este personaje, con el secretario general Luis Almagro a su lado, salvó incontables veces del rechazo internacional a Pedro Castillo, mostrándolo como un personaje asediado por el Congreso y la Justicia. Pero la intentona chotana finalmente le estalló en la cara. Ahora, decidió dar un paso al costado, no sin antes tratar de dejarnos una caja de pandora.

El gobierno de Dina Boluarte tiene hasta el 15 de marzo para presentar a su candidato para la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). Es una obligación moral retirar a Mantilla. No solo porque puede operar a favor del golpista, sino porque en líneas generales, cegada por esa torcida carga mesiánica de los progresistas, o la izquierda light, seguirá perpetuando una brújula que llevó al Perú a la crisis que actualmente sufre.

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