A raíz de la realización del Foro de Madrid en Lima, diversos columnistas comenzaron a reflexionar sobre el rol de las derechas, sobre sus convergencias, sus diferencias y demás. De hecho, el domingo pasado analicé el tema desde un punto de vista más conceptual. Para mí, la derecha liberal que reniega de la nueva derecha conservadora (que tiene tintes populistas y/o nacionalistas) está equivocada en denostar a sus próximos ideológicos. Y creo que esta situación se produce por su falta de conexión con los nuevos tiempos y por su falta de lectura geopolítica, y ello redunda en que terminan siendo funcionales a los intereses de la izquierda progresista, que deviene con rapidez en autoritaria.
Análisis hubo varios y con distintos niveles de profundidad. Así, periodistas como Carlos Cornejo (La República, 05/04/23) aprovecharon el Foro de Madrid para soltar una serie de mentiras, medias verdades y lugares comunes que se repiten sobre la “ultraderecha” (o el fantasma de…) en el Perú y en el mundo. De hecho, la describe así: “Odian la igualdad en el género, por eso desprecian a la mayoría de mujeres. Aborrecen igualar su origen con el de otras etnias y culturas. No aceptan que entre clases sociales o, si se quiere, entre niveles socioeconómicos haya cercanía”. Todo esto son mentiras y las únicas razones posibles para enunciarlas son la ignorancia en lo que es la derecha o la mentira deliberada viniendo de un supuesto periodista. Lo peor es que esta clase de activistas progresistas suelen, como están acostumbrando cada día con mayor esfuerzo, utilizar la técnica Goebbeliana del “miente, miente que algo queda”.
El Foro de Madrid también despertó otros análisis que pretendieron criticar a la derecha “incendiaria”. Por ejemplo, Gonzalo Banda (El Comercio 05/04/23) señaló: “Nuestros conservadores más lúcidos de otras épocas hubieran descreído de un foro de tal estirpe, porque estarían preocupados del gigantesco poder polarizador que podría despertar en buena parte de la escena nacional un proyecto tan desangelado que le regalaría todo un derrotero fértil a la izquierda más identitaria que seguramente aprovecharía tal desprolijidad para secarlos electoralmente en las regiones altoandinas peruanas”. Y lanza la frase: “Hubieran sido, simplemente, más inteligentes”, comparando a los derechistas de antaño con los actuales.
Por supuesto, desde este espacio dudamos de estas ideas y su histrionismo. Para empezar, es poco verosímil que un evento de dos días, en los que solo se brindaron ocho charlas, vaya a polarizar unas elecciones para las que faltan tres años. Pero vayamos al fondo, Banda cree que la derecha proestablisment se está quemando electoralmente al aliarse a lo que él llama derecha “incendiaria”. Esa apreciación no respeta la más mínima rigurosidad en el análisis electoral. Nacional e internacionalmente la derecha que protesta con mayor volumen contra los izquierdistas es la que está en ascenso. En Europa del Este son, de largo, la primera fuerza; en Europa occidental y nórdica, en todos los países, la derecha conservadora-popular está entre las primeras tres, en América también. Por el contrario, la derecha proestablishment, y el modelo político-gerencial, es un movimiento que está perdiendo casi todo el poder que cultivó luego de la caída del Muro de Berlín. Así, lo inteligente es plegársele a los nuevos derechistas exitosos y no condenarse a la inexistencia en la que han caído partidos como Ciudadanos en España, la Coalición por el Cambio en Chile o los Liberal Democrats en Inglaterra, entre muchísimos otros.
En un sentido parecido al de Banda, Gonzalo Ramírez de la Torre (El Comercio 07/04/23) acentuó estas ideas: “Los liberales tenemos la obligación de encarar las intenciones más antidemocráticas e intervencionistas de la derecha conservadora con el mismo ahínco que lo hacemos con las de la izquierda”. Para sustentar ello se basa en ciertas acciones de Renovación Popular en el Perú. Critica un proyecto de ley funesto de la congresista Noelia Herrera, el cual reduce la libertad de prensa; a su vez critica que López-Aliaga pugne porque el Perú abandone la Corte Interamericana de Derechos Humanos; finalmente, difiere del alcalde de Miraflores, también de Renovación Popular, en la manera que se ha cerrado el LUM.
Desde este espacio le doy parcialmente la razón a Ramírez. Hay que combatir ciertas acciones por brutas. Sin embargo, me pregunto, ¿De verdad con el mismo ahínco? El proyecto de Herrera nunca verá la luz o si la ve no resiste el más mínimo examen del TC; el LUM definitivamente volverá a abrir; y la salida de la CIDH es más un sueño mojado que un proyecto venidero. En cambio, la izquierda intentó dar un golpe asesino el 7 de diciembre del 2022, destruyó y corrompió el aparato estatal y lanzó una insurrección armada, entre otras fechorías. Y ni hablar de la izquierda en la región, con las situaciones de Cuba, Venezuela y Nicaragua, sin dejar de lado los otros muchos presidentes que abiertamente apoyaron el golpe de Estado de Castillo y están tratando de erosionar el sistema democrático de sus países en su totalidad, ¿Cerrar el LUM por temas menores de defensa civil equivale a dar golpes de Estado? ¿El proyecto de Herrera equivale, por ejemplo, a la intromisión que pretende AMLO en el sistema electoral mexicano? ¿De verdad, en la coyuntura actual, los liberales deben combatir con el mismo ahínco a los conservadores y a los izquierdistas en nuestro país y nuestra región? La respuesta la dejo al lector.
Finalmente, Gonzalo Zegarra (El Comercio 08/04/23) expande la cuestión. Para él, el quid del asunto no es el extremismo de la derecha, sino el extremismo en general, el cual fomenta retroceso democrático que atraviesa el globo. Desde el punto de vista teórico, no le falta razón. El problema viene cuando se aplica la teoría. En este espacio no defenderé algunas acciones indefendibles de líderes como Trump, Orban, Duda, Bolsonaro, entre otros. Es innegable que han cometido excesos y que estos se deben denunciar. Aun así, estos excesos caen en la banalidad en comparación con lo que los extremistas de izquierda hacen en el Perú y el mundo, ¿Acaso se puede comparar el régimen de Hungría con el de Venezuela, China o Turkmenistán? ¿Acaso se puede hacer un símil entre la barbaridad de Sendero Luminoso con las supuestas ultraderechas de los años ochenta? Ni en el examen coyuntural ni el histórico resiste la comparación, por lo tanto, al equiparar los radicalismos de la izquierda y la derecha se cae en una falsa equivalencia, la cual terminan siendo terriblemente funcional a los intereses de la izquierda.
Esa falsa equivalencia entre el radicalismo en la izquierda y la derecha lo único que produce es el relativismo entre dos males que no son semejantes. Y, repito, aquí no se defiende lo indefendible, pero sí se comparan procesos políticos. Esta falsa equivalencia produce un chivo expiatorio en el cual se equipara a gobiernos con excesos como el de Bolsonaro con autoritarismos con décadas en el poder como el venezolano, o incluso con totalitarismos como el cubano. Y no, no son de cerca comparables.
Lo diré porque es un deber decirlo: el “radicalismo de derecha” no es ni la mitad de dañino que el radicalismo de izquierda. En este caso, la historia y la coyuntura absuelven este análisis.
Sin embargo, “los radicalismos de derecha” sí han cometido acciones funestas, sobre todo cuando niegan la ciencia, por ejemplo. Y es precisamente esa una razón más para promover la alianza entre las derechas liberales y las conservadoras-populares. Las primeras pueden brindar el sostén técnico y cierta moderación a las segundas y estas pueden darle el brío popular-electoral que los liberales han perdido. La unión hace la fuerza y ante la arremetida autoritaria de casi todas las izquierdas a nivel mundial, esta alianza se hace cada día más necesaria.
Es un deber imperativo no caer en las falsas equivalencias ni en la avalancha de mentiras o de chivos expiatorios que esparcen los izquierdistas para separar a hermanos ideológicos. Hay que criticar lo criticable, denunciar lo funesto, pero nunca perder la perspectiva de quiénes producen y han producido el mal mayor en la actualidad y en la historia.