OpiniónMartes, 11 de abril de 2023
Socialismo: las verdaderas víctimas, por Santiago Fernández

El problema más grave que afecta a la clase trabajadora es la incertidumbre. No saber qué pasará con el país los próximos meses distorsiona desde la decisión más pequeña hasta la de un inversionista institucional. Sin embargo, las alternativas que tienen los más poderosos sobrepasan el horizonte de posibilidades que tiene la clase trabajadora. Es por ello por lo que la crisis política, a diferencia de lo que muchos piensan, no perjudica a la clase alta, sino a quienes menos tienen. Es el proletariado y los microempresarios quienes se ven más afectados por la demagogia y poco criterio de la casta política.

Durante mucho tiempo se pensó que el motivo por el cual los gremios empresariales y gran parte de la prensa se oponían a las regulaciones, alza de impuestos, incremento del gasto público y demás políticas de izquierda era porque les quitaba poder. En algún momento se dieron el tiempo de observar que, en los países socialistas, es ínfimo el porcentaje de individuos pertenecientes a clases privilegiadas que hayan entrado en una situación de pobreza. Los grupos de poder se adaptan al gobierno de turno y a diversas situaciones, tanto económicas como sociales. Además, la devaluación de la moneda nacional les permite tener una mayor capacidad adquisitiva a quienes generan ingresos y mantienen sus ahorros en dólares u otras monedas con relativa estabilidad.

La clase media emergente, emprendedores, trabajadores y estudiantes son quienes realmente terminan pagando los platos rotos de gobiernos que únicamente piensan en intereses personales. El respaldo de quienes dictan políticas tan nefastas termina siendo la efímera satisfacción de ciudadanos que viven del asistencialismo desmedido. Es lógico, si un gobierno me da subsidios por no trabajar y me mantengo de eso tengo que darle de alguna u otra forma mi apoyo. Aunque el presupuesto estatal se agota y apelar a la “maquinita” es una bomba de tiempo. Parece que aprendemos por experiencia antes que por advertencia.

En un país de negocios y ciudadanos trabajadores debemos apelar a esa narrativa para poder contrarrestar el discurso de la izquierda en el cual los perjudicados por sus políticas son los grandes empresarios. Los resultados del socialismo no son una ficción distópica como algunos argumentan. Excluyendo casos extremos, podemos ver las consecuencias en países como Argentina o Bolivia, en los cuales la salud fiscal está por los suelos, la moneda carece de valor, el individuo carece de libertad y alcanzar una vida digna es una utopía que únicamente se observa en los planes de gobierno de las mismas caras que postulan elección tras elección. No estamos lejos de vivir una pesadilla similar, aprendamos de los errores de otros en lugar de aprender viviendo una catástrofe.

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