Hace algunos años, me topé en el internet con un libertario pasional que gritaba sin cesar en la televisión abierta argentina proponiendo el cierre del Banco Central y definía los impuestos como un robo a mano armada. Definitivamente, llamó mi atención, pero no solo porque explicaba muy bien temas importantes de la economía como la inflación, el déficit fiscal o desmontaba las teorías keynesianas de expansión, sino, particularmente, por ese ímpetu tan histriónico al momento de abrazar una idea tan bonita, pero a veces tan difícil de entender, como la libertad.
Por supuesto, les hablo del diputado rockstar del continente y espero pronto primer presidente libertario de Argentina: Javier Milei, personaje tan controvertido, que hasta tuvo su propia obra teatral y que al mismo estilo otaku se disfrazó en más de una ocasión del Capitán Ancap, súper héroe que lucha contra la emisión monetaria y el peronismo.
Actualmente, el polémico economista argentino encabeza la tercera opción electoral atrás de Patricia Bullrich y Horacio Rodríguez Larreta con un promedio de diferencia que incluso podríamos hablar de una suerte de empate técnico para ciertas encuestadoras. Tanto Bullrich como Larreta pertenecen a la misma coalición de centro izquierda, Juntos Por El Cambio, que lo conforman muchos reciclados del ex gobierno de Mauricio Macri.
Sin embargo, pese a estas riñas no tan definidas por la punta electoral, lo más interesante es que el 62% de los votantes jóvenes está decidido a votar por el libertario y como dato no menor, una gran cantidad de votantes provenientes del sector socioeconómico más bajo de Argentina están dispuestos a marcar por Capitán Ancap. La intención de voto de Milei no se detiene, sino aumenta, mientras que, por otro lado, el socialismo de El Frente de Todos con Kirchner, Massa y Fernández comienza a tener cada día mas anticuerpos, siendo este el oficialismo.
El nacimiento de la comezón
Antes de todo este pavor libertario electoral, años atrás, para el mundo liberal y su eterno academicismo, Javier Milei —luego de sus tantas presentaciones televisivas— no era más que una vulgar caricatura. Muchos liberales argentinos y unos tantos otros latinoamericanos, desde sus torres de marfil sentían vergüenza ajena y otros, quizás más astutos u honestos, querían comenzar a beber de esa rauda fama. La prensa, por otro lado, se reía de él y lo invitaban a sus programas para que el rating mejore, a pesar de que siempre todos a su alrededor quedaban expuestos a sus propias mentiras y se comenzaba a exhibir la poca preparación académica del periodismo popular argentino, un domino de ignorantes.
Pero, hasta ese momento, era tan solo una hinchazón para la izquierda comunista, aunque poco a poco el mensaje de Javier comenzó a calar fuertemente en los jóvenes y su discurso comenzó a tener mucho mayor atención por los adultos. No era únicamente el típico macartista que todo lo ve color rojo. Para este frenético economista estaba claro que uno de los males definitivamente era el marxismo, pero es el sistema, del cual también mamó el macrismo de Cambiemos, el que verdaderamente encarna el cáncer para los países occidentales. El amiguismo empresarial con la burocracia, los bancos centrales, el sindicalismo financiado a dedo, las esferas de poder internacional como la ONU, el Mercosur o la OMS y todo el establishment periodístico que arremete como sicario contra el gobierno que no le suelta monedas. Sin dudas, ese fue el momento cuando Javier Milei se comenzó a volver una molestia para la casta política argentina. Debido a su prédica todo el sistema tembló y tiembla.
Dinamitar al Estado desde adentro
Sin embargo, el verdadero picor que sintió la política argentina fue cuando Javier Milei anunció que se lanzaría para diputado. En efecto, consiguió el escaño con una cantidad de votos bastante amplia. Entre sus propuestas de campaña prometió bajar la carga fiscal y señaló: “me corto un brazo antes de votar en favor de alguna subida de impuestos”. Algo que, como diputado, está cumpliendo sin chistar. Además, ofreció rifar su dieta parlamentaria al ciudadano, en una muestra de devolución del dinero robado coercitivamente por el Estado, un argumento muy propio de un férreo anarcocapitalista. Hasta el día de hoy cumple su palabra y, si bien muchas veces el ganador ha sido del equipo rival, ha sido un hito histórico en la República Argentina, dejando en evidencia al socialismo que siempre se vanaglorio de su aparente solidaridad por el prójimo.
Es verdad que, en medio de su campaña para diputado, algunos detractores lo tildaban de hipócrita al inmiscuirse en el aparato estatal, a lo que Javier con certeza respondía: “He entrado en política para dinamitarla desde adentro”. Expresando luego que no basta únicamente con una lucha de las ideas en un terreno estrictamente cultural, sino que es necesario también agarrar al toro por las astas y saber jugar cada batalla en su determinado territorio.
El economista español libertario, Juan Ramon Rallo, hace no muchos días explicó que uno de los problemas que tenía el candidato liberal argentino era las asociaciones con fuerzas internacionales como Vox, Bolsonaro o el partido Republicano de Trump, dejando a entender que pese a las características liberales de Milei estas no necesariamente se cumplirían y quizás podrían terminar en algo peor. Considero que es un groso error y en gran medida una irresponsabilidad de Rallo no comprender el panorama internacional y pretender determinar la política mediante purismos que únicamente han llevado a esos partidos dogmáticamente libertarios a sacar siempre menos de un 2% en cualquier parte del mundo.
La política depende de consensos, como cualquier relación humana, se tiene que saber jerarquizar nuestras prioridades comprendiendo que algunas banderas se pueden dejar de lado con el condicionante de no perder la agenda central. Al parecer a muchos liberales les molesta que Javier Milei se relacione con la derecha populista, pero el mismo padre del anarcocapitalismo libertario, Murray Rothbard, ya hablaba en sus últimos días de un populismo libertario como parte esencial del cuerpo de acción político liberal.
Recuerdo, ahora con más recelo, que en el colegio y en la universidad algunos profesores me decían la típica frase: “Si de joven no fuiste de izquierda es que no tuviste corazón, pero si de adulto no eres de derecha es porque no tienes cerebro”, en gran medida muchos hemos caído en esta trampa moral; sin embargo, luego de ver a cientos de jóvenes escuchando en plazas a Javier Milei gritando al final de su discurso: “Yo no vine acá para seguir guiando corderos sino para despertar leones”, no nos queda más que agregar que si es que eso es no tener corazón entonces todos somos hombres de hojalata.