OpiniónMiércoles, 19 de abril de 2023
La prensa del terror, por Patricio Krateil
Patricio Krateil
Comunicador

Recientemente se han expuesto las filiaciones al Movadef, brazo político de Sendero Luminoso, de ciertos periodistas de Wayka. Mediante una investigación de Contracorriente, se descubrió que la editora del medio digital izquierdista, Roxana Loarte Villalobos, firmó en el 2011 el planillón para la formalización del Movadef como partido político, que evidentemente fue rechazado. Este hecho definitivamente está sonando en la opinión pública, pues el medio digital Wayka se autodenomina democrático y pretende hacer un trabajo aparentemente periodístico; sin embargo, los que conocemos mejor a dicho medio hemos visto que en gran medida está plagado de desinformación y muestra un marcado sesgo político. Seguramente muchos de sus consumidores habituales lo veían como un medio progresista más con tinte izquierdista, pero ojalá estén ahora más atentos a fuentes de información como Wayka.

Esta revelación traerá acciones legales y posiblemente nuevas investigaciones respecto a este caso, pues no es para menos. Aun así, este suceso nos hace pensar sobre las diferentes áreas, aparentemente democráticas, donde puedan estar jugando los aliados del terrorismo. Cuando Sendero Luminoso pierde la guerra armada una de las estrategias expresadas fue la de integrarse e inmiscuirse políticamente, algo que no debería extrañarnos mucho, pues esa ha sido la regla de todas las guerrillas y grupos terroristas marxistas a lo largo del globo. Recordemos como en Colombia, el expresidente Juan Manuel Santos dio amnistía a prácticamente la totalidad de integrantes del grupo narcoterrorista las FARC, en Argentina muchos ex Montoneros han tenido puestos en gobierno y ahora en Chile grupos violentistas mapuches son tratados por la izquierda internacional como hippies revolucionarios por la paz. Pensar que este acercamiento entre Wayka y el Movadef es algo repentino o meramente anecdótico, podría costarnos caro a futuro si es que no se ponen las alertas necesarias y se realizan investigaciones acérrimas. El marxismo raras veces se presenta de forma casual.

La victimización e infames estrategias

Herbert Marcuse, teórico crítico marxista de la escuela de Frankfurt, por los años setenta, escribiría un ensayo titulado “La Tolerancia Represiva”, el cual, creo, ha servido como base teórica para legitimar y darle tanto poder político a la figura de la victimización y consecuentemente a la censura de la disidencia en una sociedad, al menos en papel, libre y democrática. Para el filósofo marxista, la tolerancia constituía una trampa burguesa para hegemonizar ciertas ideas como correctas y mediante dicha hegemonizarían, reprimirían a los que no las compartían. En otras palabras, para Marcuse, permitir que se hable del capitalismo, por ejemplo, significaba rectificar la supuesta represión y tachar de intolerante a quienes no la recibieran como parte de la diversidad de ideas humanas, es el método de defensa que la tolerancia produce para apaciguar la supuesta revolución.

Esta idea es necesaria de comprender para poder visualizar las operaciones discursivas de la izquierda contemporánea. Wayka ahora usa la victimización para desligarse del ala política de Sendero Luminoso, Movadef, atribuyéndole a todos críticos el uso del infame “terruqueo”, pero, a su vez, siempre con palabras como “fujimorista” o “facho” en la punta de la lengua lista para disparar a cualquier detractor sin el menor remordimiento.

Es importante reconocer que la izquierda, en estos últimos años, ha sabido jugar muy bien el papel de víctima. De hecho, así es como ha logrado que ciertas narrativas sean enseñadas en colegios y expuestas en muchos museos. Esta victimización requiere de un victimario, el cual ha sido bien categorizado por el zurdaje, tan bien que incluso por el simple hecho de adjudicarte en esa categoría automáticamente se descalifica cualquier argumento racional que tengas en contra de ellos.

Plinio Correa de Oliveira llamaría a este tipo de artimañas las Palabras Talisman, las cuales suelen tener gran peso social, pero sobre todo mucha elasticidad como concepto. Dichas palabras, lo que generan en las personas es que se retiren o esquiven debatir para no verse envueltos en esas categorías acríticamente aceptadas como la peor calamidad. Por ejemplo, la expresión “no terruquear”, dada su elasticidad, hace que ahora las personas que sostengan que la existencia de grupos que atentan vidas humanas con propósitos políticos es terrorista, pueden ser acusados por esta misma izquierda de “terruquear” sin aparente justificación para ellos. Es decir, forjan una respuesta narrativa con la figura de víctima, a pesar de ser claramente los victimarios.

De ese modo, como viene sucediendo en toda la región, las historias poco a poco van cambiándose, los conceptos van permeando de forma distinta en nuestros contemporáneos y lo que antes fue bueno, ahora puede ser malo y lo que fue verdad, siempre ahora nos dicen que es falso. No obstante, es necesario que quede claro, que ni Dios puede hacer que lo que fue no haya sido y el terrorismo en el Perú es el episodio más cruel y sanguinario de nuestra conflictuada historia. Y esto Wayka lo sabe.

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