La semana pasada tuvimos la visita en nuestro país del politólogo argentino, Agustín Laje, para una serie de eventos, entre estos dos conferencias sobre su nuevo bestseller Generación Idiota: una crítica al adolescentrismo (Harper Collins 2023) y un curso magistral de Ciencia Política a cargo de la organización Origen y otros asociados de gran prestigio. Sin embargo, esta no es la primera vez que nos visita el polémico escritor. En otras ocasiones ha venido para presentaciones de su primer libro sobre el progresismo El libro negro de la nueva izquierda (Unión Editorial 2016) y para diferentes ponencias respectivas a este fenómeno global. Incluso, ha brindado asesorías a ciertos grupos empresariales y religiosos.
Es importante recalcar la labor de Laje a escala latinoamericana en estos últimos años, pues es el primero, en mi modesto parecer, en hacer junto con Nicolas Márquez, una crítica acérrima a las políticas de género inmiscuidas en los gobiernos, los grupos extremistas del feminismo y LGTBIQ, las injerencias de organismos supraestatales en las soberanías nacionales, la corrección política en todas sus facetas, el victimismo como herramienta política y sobre todo en devolverle valor al significado de derecha, en un mundo contemporáneo donde autodenominarse como tal es prácticamente un pecado. Si bien Agustín no comenzó escribiendo sobre progresismo y posmodernidad, sino mas bien sobre política argentina de los años setenta, terrorismo y actos de subversión; este salto de exploración filosófica sobre la actualidad no solo lo ha hecho más popular, sino que lo ha acercado bastante a la juventud, de la cual también podríamos considerar parte, hecho que no hace más que reafirmar la importancia de sus actuales obras y estudios políticos.
Es importante añadir que el analista cordobés, en sus últimos años, además, ha inspirado a personajes de gran nivel intelectual a seguir esa misma batalla cultural dejando en su camino enormes trabajos. Personalidades como Pablo Muñoz Iturrieta, autor de Atrapado en el cuerpo equivocado, y Cristian Rodrigo Iturralde con su libro El inicio de la nueva izquierda y la escuela de Frankfurt, siguieron los pasos de Agustín Laje y Nicolas Márquez, haciendo una suerte de triada sobre el tema ideología de género y posmodernismo. A su vez, este clima de crítica intelectual posiblemente inspiró a nuestro gran pensador conservador Miklos Lukacs con un libro distante en tanto a temática, pero bajo el mismo frente y línea crítica que se le hace a nuestra contemporaneidad: Neo Entes: tecnología y cambio antropológico en el siglo XXI.
Agustín Laje también ha dado abiertamente su apoyo al candidato presidencial argentino Javier Milei, recalcándolo como el único en respetar la vida desde su concepción, plantear reformas monetarias y de reducción del aparato estatal, estar en contra de las políticas de género y reafirmar su compromiso por la seguridad ciudadana.En el plano internacional ha contemplado siempre con buenos ojos los movimientos juveniles de la nueva derecha y los principales actores políticos que llevan dando esta batalla global al marxismo socialdemócrata como lo son Donald Trump (USA), Jair Bolsonaro (Brasil), Santiago Abascal (España), José Antonio Kast (Chile) e incluso apoyando a Keiko Fujimori en la segunda vuelta electoral contra el socialismo leninista de Pedro Castillo.
No hay dudas de la importancia cultural que nos ha producido un intelectual como Laje, que lejos de querer adoctrinar ha intentado siempre convencer y fomentar un pensamiento crítico, libertad de expresión y honestidad intelectual; además de esforzarse en la búsqueda de una integración conjunta de los diversos frentes de la derecha, que, en su interna enemistad, precisamente nunca han logrado un bloque que pueda hacerle frente a la izquierda.
No bajar brazos ni cabeza
Mas allá de las consecuencias positivas a nivel intelectual, me parece fundamental subrayar dos valores que críticos como Agustín en pleno siglo XXI nos enseñan. La primera es la importancia de opinar, hablar y expresar lo que uno piensa, independientemente de si pueda o no dañar susceptibilidades ajenas. En segundo lugar, retomar la autoestima política perdida respecto a no ser de izquierda y poder sentir orgullo precisamente de no serlo.
Jordan Peterson, psicólogo canadiense de gran renombre, afirma y cito textual: “En orden para poder pensar hay que arriesgarse a poder ofender”. Efectivamente, si el pensar es el que genera el saber y el saber adquiere mayor o menor validez de acuerdo con su posibilidad de ser contrastado, es inevitable que en función de ampliar el conocimiento hay que poder dar a conocer la mayor parte de nuestro pensar. En otras palabras, es imposible que el conocimiento avance si es que no nos damos el trabajo de siquiera poner en manifiesto un argumento. En palabras de Popper, el conocimiento adquiere valor en su contrastación. La ausencia de conocimiento es entonces el silencio.
Por otro lado, es insufrible la cantidad de veces que por no adherir a un pensamiento izquierdista se nos tacha de indiferentes, autoritarios, economicistas e ignorantes; cuando habría que, en vez de tratar de escondernos diciendo “somos de centro”,“únicamente en la teoría funciona el socialismo” o la típica “es que en Sudamérica es tenemos un contexto distinto”, comenzar alevantar la cabeza y decirles que sus ideas fueron las que destruyeron Venezuela, la que prohíbe la libertad de prensa en China, la que puso en campos de concentración a homosexuales en Cuba, la que hoy quita a niños de sus padres en Europa por no querer someter a sus hijos a tratamientos hormonales, la que imprime billetes dejando hiperinflaciones como en Argentina o en la Chile de Allende, la que movilizó a Sendero Luminoso y al MRTA, la que financió golpes de Estado en la región y la que se pretende revolucionaria, pero anda de la mano con Bill Gates, la ONU y la OMS.
No por nada el fallecido Armando Ribas, brillante intelectual nacido en Cuba y de residencia argentina, ilumina y simplifica de maravilla lo último con su frase: “La izquierda defiende brillantemente la estupidez y la derecha estúpidamente la brillantez”.