OpiniónJueves, 27 de abril de 2023
Se busca líder, por Eduardo Vega Marisca

Han transcurrido casi 20 años de gobiernos de centroizquierda en el Perú, y si bien nuestro país no se ha hundido en la desgracia total como ha sucedido con Venezuela, Argentina, Bolivia u otros países de centro américa, lo cierto es que poco a poco hemos ido mermando la confianza de los inversionistas nacionales y extranjeros, con un mayor énfasis desde la elección del presimiente Castillo.

Si bien el Perú es una referencia suigéneris en Latinoamérica, y a Dios gracias los peruanos no nos hemos dejado amilanar por los constantes embates del socialismo del siglo XXI; hoy en día, se hace más que necesario que, de una vez por todas, reencaminemos el futuro de nuestro país.

La historia de los gobernantes del Perú se ha caracterizado por tener muchos caudillos y pocos partidos efectivamente trascendentes, pues incluso aquellos que son más estructurados como el APRA y AP han estado al borde de la desaparición. El único factor común entre los partidos políticos es la falta de líderes con capacidad y apego suficiente para generar identidad y fidelidad partidaria con los electores, así como la falta de ideologías y pensamientos críticos claros. Además, los líderes de estos partidos han caído en evidente desprestigio que se autogeneran por sus carencias de principios éticos, generando con ello que cualquier chispazo de ideas medianamente coherente -como el del exministro Becerra-, generen la ilusión de que existe un líder de verdad.

Entonces, nuestra sociedad está “mendigando” por un líder, luego que tanto mediocre nos haya hecho perder la noción de lo que ello significa, peor aún cuando Pedro Castillo junto con sus predecesores fueron dejando la valla cada vez más baja -por no decir que la hicieron desaparecer-.

Seamos sinceros, la verdad es que el Perú actualmente necesita a un “estadista” como Alan García. Y si bien no es del gusto de la mayoría, hay que reconocer que siempre dio a las cosas el lugar que les corresponde: mantuvo un posicionamiento democrático, al mismo tiempo que supo entender cuáles eran las prioridades que debía atender el gobierno para que éste se convierta en el que quizá podría ser el mejor quinquenio de la historia del Perú en el siglo XXI.

Alan no va a resucitar, ni reencarnarse ni mucho menos poseer el cuerpo de ningún otro peruano para volver a postular. Así, sólo nos queda aprender de las cosas buenas que hizo y, tomando en cuenta aquellas características, debemos empezar a buscar a un nuevo líder político decente, con liderazgo, convicciones democráticas, y principios de libertad suficientes para generar la convicción de que lo correcto es apoyarlo. Tiene que mostrar la convicción suficiente de que una vez esté en poder podrá manejarse con la independencia y la integridad suficiente, para que los demás políticos no lo vean como una amenaza directa (premisa inevitable en los juegos de poder), sino como una oportunidad para demostrar que pueden hacer más o hacerlo mejor, bien desde sus partidos o curules, pero haciendo política de la buena, en serio.

Resumiendo, y citando a un beodo político, “hay que poner al Perú a trabajar” y sobre todo a su clase política. Para ello no basta con poner de nuestra parte en trabajo diario. Tenemos que ser más participativos de la vida política, y por supuesto ser inquisidores de quienes intenten postular porque si dejamos que sean los más mediocres quienes sigan copando ese segmento, seguiremos cayendo en la misma espiral por la que discurre la historia de los países citados al inicio de esta columna.

Si quieren algunos criterios mínimos para saber qué buscar en un candidato, además de las mínimas cualidades innatas de liderazgo, carisma, entre otras, les puedo recomendar que particularmente observen en ellos si sus discursos llevan las “4 R”: Responsable, Razonable, Respetuoso y Recíproco. Puesto que, si además de los valores básicos de integridad y decencia que dicen representar, podemos encontrar o identificar que la experiencia laboral/vida personal del líder político está alineada con estos principios, entonces seguramente estaremos viendo una posibilidad real para nuestro mejor desarrollo.

Todos los políticos intentarán presentarse como honestos, solidarios, incorruptibles, etc. Pero ya pueden ver como por mucho que se presenten lobos disfrazados de ovejas, ninguno de ellos logra ser recíprocos, respetuosos ni razonables con quienes no comparten sus ideas, o sus intereses.

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