OpiniónMiércoles, 17 de mayo de 2023
Una sociedad dictatorial, por Santiago Fernández Pizarro

La libertad de expresión es un derecho fundamental en cualquier sociedad democrática que garantiza la diversidad de opiniones y fomenta el debate abierto. Sin embargo, en algunos casos, las opiniones se enfrentan a la censura, ya sea por parte del gobierno, instituciones o incluso grupos de presión. La censura de opiniones plantea una serie de problemas que amenazan la libertad de expresión y limitan la capacidad de las personas para expresar sus ideas y puntos de vista de manera libre y abierta.

La censura de opiniones conduce a la supresión de la diversidad de pensamiento. Cuando ciertos puntos de vista son prohibidos o silenciados, se limita la posibilidad de discutir diferentes perspectivas y se establece una narrativa única impuesta por aquellos que tienen el poder de censurar. Esto crea un entorno intelectualmente empobrecido y restringe el desarrollo de ideas innovadoras. Este poder de censura lo poseen los líderes morales para los cuales imponer ideas deja de estar mal cuando coinciden con las suyas.

Además, tiene un efecto inhibidor en la sociedad. Cuando las personas temen represalias o consecuencias negativas por expresar sus puntos de vista, tienden a autocensurarse. Esto limita la libre expresión y reduce la participación de los ciudadanos en los asuntos públicos. Además, la autocensura socava la confianza y la transparencia en la sociedad, ya que las personas pueden temer compartir información valiosa por miedo a la represalia. La ridiculización pública por tener una forma distinta de pensar influencia más a los menores que, en contra de su voluntad, terminan adaptándose a lo que piensa la mayoría.

Otro problema es que representa un obstáculo para el progreso y la creatividad en diferentes campos. La innovación surge de la confrontación de ideas y la posibilidad de desafiar el statu quo. Al censurar ciertas opiniones, se limita el potencial para descubrir soluciones novedosas a problemas complejos. Además, la censura en el ámbito artístico y cultural coarta la libertad de expresión artística y la capacidad de los artistas para transmitir mensajes críticos o controvertidos.

Si no comenzamos a defender nuestros puntos de vista ni a respaldar a quienes dan el suyo, nos arriesgamos a perder lo poco de libertad que nos queda. Indirectamente, quedarnos callados también puede contribuir a la polarización de la sociedad, ya que al dejar que supriman ciertos puntos de vista, se crea una sensación de injusticia y se generan sentimientos de resentimiento y frustración entre aquellos cuyas opiniones son censuradas. Esto puede llevar a una mayor división social y a la falta de diálogo constructivo, lo cual es fundamental para la resolución de conflictos. Poco a poco estamos sumergiéndonos en un mundo que, aunque no parezca, se asemeja a un autoritarismo de ciertos grupos de poder.

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