OpiniónDomingo, 21 de mayo de 2023
Sucesor designado, por Dardo López-Dolz
Dardo López-Dolz
Ex viceministro del Interior. Invitado del CIPP.

La esencia de la democracia es la negociación pacífica entre fuerzas dentro de una banda de coincidencias, algo muy distinto de una negociación entre bandas.

Lamentablemente, la pérdida de atractividad de la función pública y de la carrera política, propiciadas adrede por el otrora llamado cuarto poder (que en su exitoso afán de obtener más poder se convertido en verdugo insaciable e irresponsable), ha ocasionado un deterioro progresivo de la calidad intelectual, cultural y moral del parlamento peruano. Ya hemos comprobado que cuanto más miembros tiene una bancada, más notoria es tal falencia. Los dedos de las manos sobran para contar los que dan la talla y aunque esos pocos a veces la dan con creces, al ser las votaciones cuestión numérica, su valía es atropellada por la arremetida irracional de los hunos.

La desinformada propuesta presidencial de modificar lo dispuesto por la Constitución mediante un proyecto de ley que permita viajar a un presidente sin VP y despachar remotamente, puso en evidencia la pobre formación jurídica del ministro de Justicia, quien debió alertarla del mayúsculo desatino en su calidad de asesor jurídico de la Presidencia de la República.

La tecnología no es fuente del derecho, la necesidad coyuntural no prevista hace conveniente una mejora, pero en respeto al Estado de Derecho, este cambio solo puede producirse apelando al mecanismo contenido en nuestra Constitución para sus modificaciones. En el camino, hasta que se consiga le toca a la presidente aguantarse las ganas o la necesidad de viajar apoyándose para ello en delegaciones a embajadores y miembros de su gabinete. Es el precio ineludible de la imprevisión. Hay que admitir que la urgencia amerita hacerse el loco con la infracción propuesta es abrir la temporada de violaciones a la Constitución.

Al respecto, tocará discutir la conveniencia de mantener la irracional figura decorativa, y propiciadora de conspiraciones (Vizcarra es el ejemplo vivo) de vicepresidentes sin sueldo impedidos al mismo tiempo de trabajar, sin responsabilidad continua específica. A la espera de la eventual gestión aleatoria, breve e intermitente de la Presidencia.

Tocará sin duda analizar la conveniencia de modificar y/o extender explícitamente la línea sucesoria para evitar un caótico descabezamiento abrupto y total de la cadena de mando, algo absolutamente posible en un país de trayectoria telúrica y pluvial catastróficas, sumergido hoy en un entorno global crispado con claros signos prebélicos.

Si las capacidades instaladas hoy me permitieran ser optimista, sugeriría ir más allá en las reformas, contemplando la mismísima elección presidencial, que en mi opinión debiera depender del consenso mayoritario congresal, para dotarla de la estabilidad perdida, así como la extensión a las todas candidaturas de los requisitos mínimos ya existentes para postular a un puesto público. Pero como no es inteligente pedir peras al olmo y es irracional esperar que además estas sean exquisitas, apliquemos el dicho coloquial “es lo que hay” y concentremos los esfuerzos en el cambio descrito líneas arriba y en recuperar la imparcialidad perdida en los organismos responsables de admitir candidaturas y contar los votos, que no por vieja es menos vigente la frase “lo importante es quien cuenta los votos”, talón de Aquiles de la democracia occidental que sus enemigos han petardeado por doquier.

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