OpiniónMartes, 23 de mayo de 2023
El ocaso de la tecnocracia, por Ignacio Urquiaga

Las derechas de la región latinoamericana están cambiando su identidad. Desde los años ochenta y noventa, la tecnocracia liberal se volvió hegemónica dentro del espectro político diestro. Lo cierto es que este fenómeno está variando por las exigencias de la realidad. El economicismo y la reducción del mundo a los datos ya no es suficiente para entender de forma objetiva los problemas que afronta la sociedad y el Estado. Hoy es fundamental abarcar los campos de la cultura y ser menos dogmáticos en ciertas ideas sobre el desarrollo del modelo económico.

En octubre del 2019, Sebastián Piñera cedió la Constitución ante un estallido social por parte de organizaciones de la izquierda radical. En ese momento, quedó claro que el “centrismo liberal bienpensante” —como lo define Nicolás Márquez— en muchos casos puede serle útil a las izquierdas. Por su parte, en ese mismo lapso, Mauricio Macri en Argentina fue incapaz de llevar a cabo reformas estructurales de fondo en el aparato burocrático para terminar con la crisis argentina. En el Perú ya sabemos cómo terminó PPK, vacado y sin ningún tipo de apoyo real. Actualmente, vemos el caso del presidente Guillermo Lasso en Ecuador, quien se ha visto obligado a usar la muerte cruzada y cerrar temporalmente el Parlamento.

Lo cierto es que este declive de las derechas tecnocráticas y lideradas por empresarios economicistas se debe en buena medida al cambio de discurso que ha tenido la izquierda. El progresismo es la nueva careta de la izquierda. Ésta ya no se enfoca en la economía como si lo hacía en su tiempo la izquierda soviética o incluso Chávez, Correa o Evo Morales; ahora los actores para influenciar políticamente son otros.

La raíz teórica de este giro de 180 grados de la izquierda se encuentra en autores como Herbert Marcuse o Michel Foucault (Escuela de Frankfurt y Post-Estructuralismo). Estos autores toman relevancia a partir de mayo del 68, cuando grupos estudiantiles en Francia llevaron a cabo una revuelta bajo el lema de “prohibido prohibir”. Los autores esbozan ideas claras. Foucault hablará de “la microfísica del poder”. Este concepto implica que los nuevos agentes del materialismo dialéctico ya no serán solo el clásico “proletario vs. burgués”. Los nuevos agentes serán por ejemplo el homosexual vs. la medicina, los presos versus el sistema judicial, etc. Marcuse por su parte argumentará en su libro “El hombre unidimensional” que la familia es un centro de reproducción de “relaciones de poder” en la sociedad. La dialéctica incluso entre padres e hijos.

Llevado al campo político partidario ello se traduce en los movimientos LGTBQ+, las organizaciones que se preocupan por los “derechos humanos” de los presos y criminales, el movimiento feminista, movimientos por la marihuana, etc. Es decir, lo cultural se sobrepone a lo económico. Y esa es la izquierda que toma la batuta en occidente. En América Latina países como Argentina o Chile han sido fuertemente influenciados y ello se nota en su legislación. En Argentina el aborto se legalizó en el 2020, en Chile se propuso una Constitución hecha con las propuestas culturales de la izquierda, que finalmente fue rechazada en las urnas por lo absurda que era.

Frente a esta izquierda, ¿qué derecha había? Pues, mayoritariamente tecnócratas que sacaban una tabla de excel para demostrar que el modelo económico sí estaba funcionando. Definitivamente, tiene sentido que la izquierda haya arrasado con oponentes que no comprendían la realidad ni mucho menos a quién estaban combatiendo. El discurso intelectual de la izquierda cultural logró transformarse en un movimiento político que en varios países ha tenido éxito electoral. Eso es innegable.

Por ello, hoy en día estamos presenciando una transición de la derecha. La derecha tecnocrática está en declive y se encuentra en auge una derecha que se centra en influenciar el lado cultural de la sociedad. Podríamos denominarla conservadora. Tal es el caso de José Antonio Kast en Chile, Santiago Abascal en España, Rafael López Aliaga en Perú, Javier Milei en Argentina, Jair Bolsonaro en Brasil, etc. Esta derecha se enfoca en defender los valores, los discursos y la seguridad, no solo las estadísticas de crecimiento económico. Asimismo, tendrán un reto clave que es volver a fortalecer los partidos políticos y sus vínculos con la población en sociedades como la peruana en donde las organizaciones políticas son débiles e inestables en el tiempo. Si la cultura no se defiende, entonces estamos condenados pues de esta derivan aspectos vitales para el funcionamiento de la sociedad como lo son los valores del trabajo, la familia, la vida, etc.

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