Las elecciones autonómicas y municipales llevadas a cabo el último domingo en España corroboraron la tendencia que las agencias demoscópicas ya venían alertando. En ese sentido, los grandes perdedores han sido tanto el PSOE, partido tradicional de centroizquierda y actual partido de gobierno; como Unidas Podemos, partido de izquierda radical con fuertes vínculos con el bolivarianismo y socio de gobierno del PSOE.
Para quienes venimos siguiendo de cerca la realidad política española, estas elecciones tenían una importancia vital en tanto, de seguir las cosas su curso normal, correspondía que se celebrasen elecciones generales a finales del presente año. Y digo correspondía porque, poco después de hacerse públicos los resultados, Pedro Sánchez, presidente del Gobierno español, anunció el adelanto de elecciones al 23 de julio.
No obstante, la presente columna no tiene como fin analizar los resultados electorales ni mucho menos reventarle cohetes al Partido Popular (PP) por su buen desempeño electoral. Todo lo contrario, quiero aprovechar este espacio para criticar la manera como la derecha española tradicional, representada por el PP, ha venido haciendo política durante el nefasto gobierno del PSOE y sus compadres.
La política del “atrasador”
El PP de este último lustro se ha caracterizado por ser como el “atrasador” dentro de un grupo de amigos. Donde los amigos son partidos políticos y la novia, el electorado. Así, el PP ha cuidado milimétricamente su relación con el gobierno de Sánchez, dejando siempre en claro que eran amigos del PSOE y que sus verdaderos enemigos eran los “ultras” de VOX; para luego hacerse con el electorado cuando el PSOE caiga en desgracia.
El PP fue cómplice de varias aberraciones jurídicas, incluyendo las prórrogas al estado de excepción durante la pandemia, las mismas que fueron declaradas inconstitucionales posteriormente. El PP además ha imitado cada uno de los postureos progresistas del PSOE: desde el feminismo radical hasta los experimentos trans con menores de edad.
Finalmente, el PP se ha abstenido en votaciones clave contra el gobierno, demostrando que son, en el mejor de los casos, una oposición timorata y, muy probablemente, una falsa oposición. Por ejemplo, se abstuvieron en la moción de censura contra el gobierno promovida por VOX a inicios de este año.
Volviendo a la analogía del “atrasador”, la estrategia política del PP no es la de un partido político, sino la de un chiquillo con falta de agallas. Así, pareciera que el PP no tiene agenda propia pues el PP no se come pleitos, el PP no propone ideas polémicas y, en resumen, el PP no se arriesga a decir cosas que el PSOE no diría.
Esto es nefasto, pues significa que, salvo por VOX, en España no existe una verdadera oposición a las ideas de izquierda. En ese sentido, la victoria que hoy celebran el Partido Popular y que probablemente celebran a finales de julio, será una victoria temporal, cíclica e insostenible, y se acabará cuando el pueblo se canse de ser gobernado por un PSOE que maneja mejor la economía.