OpiniónMartes, 6 de junio de 2023
Crisis y búsqueda de culpables, por Santiago Fernández Pizarro

Las crisis y el descontento popular exigen una estrategia distinta al simple mantenimiento del statu quo. La narrativa política ha señalado como principal culpable de la mala situación al capitalismo y libre mercado. Son las grandes corporaciones, intocables y corruptas, según el discurso, la causa de los males de nuestra población. Esto se expande a todas las industrias que pueden ser asociadas a un problema social. El pésimo sistema de pensiones, salud, educación, la contaminación y demás se van direccionando al empresariado y a la supuesta falta de regulación. ¿Realmente sabemos las causas de dichos problemas? ¿Es la regulación la solución? La estrategia de aprovecharse de momentos de frustración para vender una idea buscando culpables debe ser condenada y desmentida por quienes buscan informar de forma imparcial.

Antes que nada, debemos tener en cuenta qué políticas e ideas persigue el capitalismo y el libre mercado para luego compararlas con lo que sucede en el país. El capitalismo es un sistema económico en el cual los medios de producción son manejados por empresas privadas. Los propietarios del capital obtienen la mayor parte de las ganancias, mientras los trabajadores ganan un salario de mercado. Sin embargo, nunca se menciona que si la empresa quiebra, el empleado puede migrar de trabajo, mientras que el capitalista pierde todo y queda en bancarrota. Ahí si suena un poco más lógico lo primero, aunque parece que la mayoría del país no se haya puesto a pensar de esa forma. El libre mercado defiende la libre asociación, la propiedad privada y la competencia, pilares que favorecen el desarrollo y crecimiento económico de todos los peruanos.

Perú, supuestamente, presenta un modelo de economía social de mercado, que incluye varios elementos del libre mercado junto a la presencia de un Estado que regula ciertos sectores y se encarga de generar equidad en el acceso a servicios básicos mediante la gestión de los impuestos recaudados. Personalmente, creo que un modelo ideal debe partir de esta premisa e ir reduciendo poco a poco al Estado hasta que únicamente se dedique a seguridad y justicia. Sin embargo, en política hay que buscar consensos y saber llegar a un punto medio que favorezca a casi todos, salvo excepciones de ciertos elementos cuyas neuronas se fueron de vacaciones hace buen tiempo. Si observamos la realidad peruana, ni siquiera tenemos un modelo. Es imposible tenerlo sin institucionalidad, lleno de mercantilismo, inutilidad y corrupción.

El mercantilismo o corporativismo es totalmente opuesto al libre mercado. Las licitaciones, licencias y beneficios tributarios se obtienen por conexiones con altos funcionarios públicos. No existe competencia entre empresas ni igualdad ante la ley. Eliminar esto no implica agrandar el aparato estatal, sino reducirlo y hacerlo más eficiente. Por ejemplo, en el sistema de pensiones se pueden eliminar las regulaciones impuestas por el Estado. Se puede permitir ahorrar en diversos vehículos de inversión incluyendo los situados en el exterior. No se debería obligar a invertir una determinada cantidad en Perú, se debería eliminar el sistema público que está quebrado e incluso se podría hacer opcional el ahorro. Es decir, la solución a las quejas de las AFP’s es lo más capitalista que podemos tener. Los altos precios por camas UCI de las clínicas se debieron a la concentración de la salud en el sector público sumado a su pésimo servicio.

La concentración de riqueza tampoco es culpa del libre mercado, ya que es el corporativismo el que hace que se concentre en quienes pueden acceder a ciertos beneficios. La desigualdad de ingresos, si bien no es una prioridad como sí lo es la reducción de pobreza, se incrementa debido a la corrupción. La división social se hace más aguda conforme todo esto sucede y la derecha peruana no tiene un discurso político adecuado. Es más, nuestros referentes no son capitalistas ni defienden el libre mercado. Si nos fijamos en sus propuestas e ideario podremos darnos cuenta de que no se guían por los pilares mencionados, sino son meramente populistas y conservadores.

El principal objetivo de los medios de comunicación y la clase política que intenta defender la libertad de empresa es la eliminación de la corrupción y la economía de favores. Además, se debe integrar esto a un discurso que se desligue de los mercantilistas y los condene, así como que comience a dejar el ideario claro. Es entendible la frustración de los ciudadanos, pero debemos ser conscientes que la raíz del problema no está en el capitalismo ni el libre mercado, sino en las instituciones. No solamente debemos aplicar un modelo que funcione, sino venderlo como tal a la población.

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