OpiniónJueves, 8 de junio de 2023
¿Nadie quiere hacer política?, por Eduardo Vega Marisca

Alguna vez leí que la frase "todo tiempo pasado fue mejor" siempre se asume como válida, pues tendemos a mantener con nosotros los recuerdos positivos y dejamos de lado lo negativo, para así mantener una línea base sobre la cual generar esperanza o expectativa de mejora y, de esta manera, no caer en depresión.

Hasta donde puedo recordar, no existe en mis registros de elecciones pasadas un momento en el que haya podido detectar que la calidad moral, intelectual o ideológica de nuestros representantes políticos haya presentado mejoras respecto de los anteriores. Por el contrario, a excepción del paupérrimo nivel exhibido por Pedro Castillo, las opiniones sobre nuestros representantes siempre van en una misma línea: "Son peores que los anteriores", "No hacen nada", "Todos son sinvergüenzas".

Si hacemos las cuentas atrás de manera sincera sobre los últimos parlamentarios, alcaldes, gobernadores regionales y demás autoridades provenientes del voto popular, podremos verificar que en realidad el estándar moral de los políticos peruanos no se deteriora más cada 5 años, solo se mantiene. En efecto, de un tiempo a esta parte, hemos tenido congresistas "come pollo", "come oro", "roba cable", "roba luz", "mata perro" o con patrimonios cuestionables como bibliotecas valuadas en más de $1.0MM, entre otros. Hemos visto mafias enquistadas en gobiernos regionales como la de César Álvarez en Áncash, Cerrón en Junín o Villarán en Lima; escándalos de corrupción presidencial o judicial como "Lava Jato" y "Lava Juez", el "Vacuna Gate", los "petroaudios" o ahora último "Sada Goray"; hoy tenemos un congresista procesado por violación, pero algunos años atrás (2018) Susy Díaz ya comentaba que habían intentado violarla en el Congreso.

Así, no sorprende que después de tantos traspiés en la historia política reciente, los peruanos NO seamos capaces de asumir que la poca calidad de los representantes políticos es el resultado de nuestros votos, y si por ahí llega un atisbo de aquella dolorosa circunstancia, rápidamente salen a decir que hasta los resultados de los procesos electorales son en realidad un "espejismo" provocado por algún fraude o manipulación de lo que efectivamente ocurre en las mesas.

Pese a todo lo mencionado líneas arriba, quizá sea aún más lamentable que, en lugar de intentar enmendar lo que entendemos como equivocado, nos resulte más fácil seguir quejándonos del problema y nuestra "escasa calidad ideológica-moral" en el ámbito político, antes de convertirnos en parte de la solución, pues al ser comodones por antonomasia, siempre preferimos tener a alguien que haga las cosas por nosotros, o mejor aún, que asuma la responsabilidad de nuestros fracasos, porque eso nos facilita el trabajo de tener que enfrentar las consecuencias, al tiempo que los señalamos como culpables de nuestra debacle social.

Obviamente, el problema no solo se resume a que la mayoría de los peruanos estemos embriagados por la comodidad de transferir las responsabilidades, sino que al entregar el manejo de nuestro destino a personas que en realidad carecen de las competencias necesarias para dichos encargos, generamos mayores distorsiones en los modelos a seguir de las generaciones futuras, quienes en lugar de entender las posiciones de poder como un hito de privilegio y referencia en pro de la prosperidad, ven a nuestros políticos como ejemplos negativos en el aspecto laboral y social.

Lamentablemente, los tiempos de hoy no dan el espacio suficiente para que intervenir en política no deje de parecer un sacrificio, o incluso un acto heroico, si consideramos que con tanto lumpen en medio político actual y con tantas limitaciones para hacer una vida política razonable, principalmente prohibiciones absurdas a la reelección y los copamientos de la partidocracia por advenedizos sin ideología. Por ello, existe una gran reticencia de los agentes del sector privado para intervenir en la vida política, pues lo último que se busca es que la imagen de una persona sea rebajada a la de tanto facineroso que aparece en la televisión diciendo hacer política, cuando no pasan de ser vividores u oportunistas. Y no estamos contando con que cualquier resentido puede interponer denuncias para mellar las honras, "porque eso es parte del juego".

Necesitamos cambiar la política nacional, y para ello es prioritario mejorar la calidad moral de nuestros representantes, circunstancia que no solo pasa por realizar cambios en las normas, sino por volcar el interés de participación de los peruanos de bien. Ello también implica que una parte importante de aquellos que se dedican a la actividad privada hagan un alto espacio en sus agendas e inviertan una parte de su tiempo para participar directa e indirectamente en la vida política. Solo así podremos mostrarnos como una colectividad donde hay interés por priorizar el bien común, con espacios para el desarrollo de intereses que son mayores a los de nuestros asuntos personales.

Si quiere suscribirse a todo nuestro contenido Vía WhatsApp dele click a este link: https://bit.ly/40vMiXQ

También puede ingresar a nuestra cuenta de Telegram: https://t.me/elreporteperu