OpiniónDomingo, 11 de junio de 2023
La República de Alberto Vergara (Parte 1), por Álvaro Díaz Bedregal
Álvaro Díaz Bedregal
Consultor en Comercio e Infraestructura

Es junio de 2017 y Alberto Vergara, investigador peruano en ciencia política, habla en la versión universitaria de la conferencia anual de ejecutivos (1). Les dice a los jóvenes que en Perú los ciudadanos perdieron confianza en las instituciones públicas. También, que hay un desaliento y que los desastres naturales que causa el fenómeno del Niño Costero dejan claro que “nos están robando”, por la infraestructura mal desarrollada o protegida. No les aclara quiénes les roban, cómo lo hacen, por qué pueden hacerlo ni mucho menos cómo evitarlo.

Dice que lo de Perú es un largo proceso de decaimiento porque “ha sido gobernado desde 2000 por las mismas personas y el mismo principio”, que para él es este: que la economía crezca y el resto de esferas del país (instituciones, cultura, etc.) van a mejorar a partir del crecimiento económico. La única prioridad es la economía y todo el resto es derivado y no es prioritario. Dice que esa priorización está en la constitución peruana. Muestra los artículos 60 -que precisa que solo puede haber actividad empresarial del Estado si se autoriza por Ley y bajo ciertas condiciones- y 62, que dispone que los contratos no pueden cambiarse por Ley y que puede hacerse contratos-Ley sobre inversiones (2). Nunca explica cómo así esas reglas le impiden al Perú tener como prioridad el fortalecer sus instituciones o invertir en ellas.

Luego de tergiversar no solo la Constitución sino a un exministro de la época, Vergara propone cambiar ese principio por un nuevo pacto que llama Liberal-Republicano. En él, las instituciones “serían un fin en sí mismo”, los ciudadanos ahora sí podrán participar, se reintroducirá la “voluntad política” (para invertir más en educación, por ejemplo), y habrá una república en constante conversación, con ciudadanos “comprometidos”, transmitiendo sus demandas. Claro, no explica qué reglas tendría ni cómo se administraría todo eso. Casi ningún detalle. La gestión pública (el déficit más importante de Perú hoy) parece una minucia sin importancia para tan elevado pensador.

Para probar que ese sistema “desprecia al ciudadano y sus decisiones”, Vergara cuenta que, en una reunión, oyó a un peruano decir que “lo bueno de las elecciones en Perú es que las elecciones no importan.” Por supuesto, no da el contexto y, aunque puede imaginarlo, evita decir que ese peruano se refería a que por entonces en Perú parecía no importar el resultado electoral porque las diferentes administraciones continuaban las políticas de Estado. Y asegura así que en Perú hay un “desprecio cotidiano del ciudadano, por las élites políticas, tecnocráticas y empresariales”. Deja claro quiénes serán los villanos en su república.

Vergara luego muestra una encuesta de prioridades de los peruanos (donde priman la inseguridad, corrupción, desempleo), y pregunta “¿Uds. han visto en alguna parte que los ciudadanos piensen que en Perú el problema fundamental son los trámites que tienen atorada la inversión privada? No sé de quién es esa agenda, pero del ciudadano, no es.” Y dice luego que, sin embargo, la prioridad del gobierno es destrabar los trámites que retrasan la inversión privada. No le explica Vergara a su oyentes cómo así, sin inversión privada, habría en su república personas y empresas pagando suficientes impuestos para invertir en las nuevas prioridades.

Anunciando que el “modelo de progreso ha llevado a su tope” Vergara les advierte a los jóvenes que “los adictos al modelo de modernización por la vía económica…quedaron traumatizados con los años 80”, y que sus padres y tíos les dirán que Perú no debe volver a la escasez de alimentos ni a la inflación. “No acepten ese chantaje viejo y usado”, los arenga. La pregunta es si en su república, la propuesta es volver a esos años, o cuál otra. Tampoco lo aclara. Solo tenemos claro quienes son los villanos, y quiénes los jóvenes ciudadanos, aun no “avejentados”. Solo los segundos parecen ser dignos de su consideración o útiles a su república.

Ha pasado tiempo desde que Vergara les hablara así a los jóvenes del Perú. Habrá que preguntarnos si algo de esa idílica república que imaginaba ya se dio en Perú en estos años, o si aún está por venir. También, en qué se inspira. De momento, por lo que desliza Vergara, esa república no es distinta del Perú en los años setenta -bajo la dictadura militar de Velasco, que Vergara evita citar en su charla y entrevistas- o peor, de la segunda república española (conocida como “la república”), aquella de Stalin, el Frente Popular, Hemingway (3), la checa y la masacre de Paracuellos (4). Tendremos que comentarlo más.

(1) https://www.youtube.com/watch?v=IM0n9ai6NuK

(2) Constitución Política el Perú

Artículo 60°. - El Estado reconoce el pluralismo económico. La economía nacional se sustenta en la coexistencia de diversas formas de propiedad y de empresa. Sólo autorizado por ley expresa, el Estado puede realizar subsidiariamente actividad empresarial, directa o indirecta, por razón de alto interés público o de manifiesta conveniencia nacional. La actividad empresarial, pública o no pública, recibe el mismo tratamiento legal.

Artículo 62°. - La libertad de contratar garantiza que las partes pueden pactar válidamente según las normas vigentes al tiempo del contrato. Los términos contractuales no pueden ser modificados por leyes u otras disposiciones de cualquier clase. Los conflictos derivados de la relación contractual sólo se solucionan en la vía arbitral o en la judicial, según los mecanismos de protección previstos en el contrato o contemplados en la ley. Mediante contratos-ley, el Estado puede establecer garantías y otorgar seguridades. No pueden ser modificados legislativamente, sin perjuicio de la protección a que se refiere el párrafo precedente.

(3) https://youtu.be/Pxwm0LIqflk

(4) https://www.youtube.com/watch?v=3uLs0HnCPJQ

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