OpiniónViernes, 16 de junio de 2023
Unidos podemos desaparecer, por Patricio Krateil
Patricio Krateil
Comunicador

Se acercan las elecciones en España y ya se puede percibir los posibles cambios que podrían ocurrir. Con un Partido Popular en crecimiento y un aumento constante de votantes para Vox, se vislumbra una posible victoria del sector de derecha. Sin embargo, lo más interesante es la aparente caída definitiva del partido de tendencia marxista, Unidas Podemos, que está experimentando una disminución notable que podría dejarlos fuera de la contienda. Además, vale mencionar que el PSOE, siendo el partido en el poder, no cuenta con la misma fuerza que en elecciones anteriores. Por otro lado, la nueva coalición de izquierda liderada por Yolanda Díaz, Movimiento Sumar, aunque no está al borde del abismo como sus compañeros de Podemos, tampoco representa una fuerza lo suficientemente preocupante.

Sin duda, lo que más resalta es la situación de Podemos, que hace unos años era una de las principales fuerzas políticas de España, siendo el eco de las propuestas más radicales de la izquierda, aspirando a convertirse en un nuevo referente del socialismo del siglo XXI en Occidente. Sin embargo, hoy en día se encuentra fuera del debate político en el continente europeo. Aunque el partido ha experimentado cambios constantes en sus figuras más populares, incluyendo a su fundador, Pablo Iglesias, su salida de la arena política sigue siendo noticia.

Esta aparente desaparición política, al igual que ocurrió con Ciudadanos, no se debe únicamente al creciente auge de la derecha en Europa, sino que también puede atribuirse al falso relato y la hipocresía flagrante que sus líderes han exhibido desde el principio, lo cual ha contribuido al deterioro del partido.

Si analizamos las desfachateces de Podemos, encontramos numerosas contradicciones. Basta con realizar un repaso superficial para citar, por ejemplo, a Miguel Urbano quien años atrás afirmaba que no pedirían ni un solo euro a bancos o empresas, sino que se financiarían únicamente a través de aportes de ciudadanos comunes. Sin embargo, el Tribunal de Cuentas detectó más de 400.000 euros en gastos irregulares dentro del partido. También es recordada la ocasión en que Pablo Iglesias se jactaba de votar y vivir en Vallecas, pero años después se mudó a un chalet de medio millón de euros en la comunidad de Madrid.

No podemos olvidar el discurso de Pablo Iglesias sobre los lujos de la "casta" y cómo se regocijaban en gin tonics, cuando luego los ministros de Podemos disponían de 19 coches, de los cuales 5 eran asignados al departamento de Pablo Iglesias. Estas incoherencias le han costado y seguirán costando a Unidas Podemos.

Historia repetida

Sin embargo, este fenómeno de hipocresía y falsa identidad no es exclusivo del partido Podemos, sino que es bastante común en los círculos del socialismo. Si reflexionamos, recordaremos cómo Fidel Castro y Hugo Chávez, autoproclamados defensores de los pobres y los débiles, lucían costosos relojes Rolex y bebían los mejores champagnes en yates privados. También podemos mencionar al expresidente Pedro Castillo, quien no dudó en enviar a sus hijos a universidades privadas, como la UTEC, al igual que Ollanta Humala, quien matriculó a sus hijos en el Hiram Bingham.

Podemos remontarnos aún más en el tiempo y recordar cómo la gran mayoría de los intelectuales de izquierda terminaban viviendo en países capitalistas. Foucault y Sartre, por ejemplo, vivieron y fallecieron en Francia. En la misma línea, el renombrado intelectual peruano marxista, José Carlos Mariátegui, nunca puso un pie en algún país comunista y viajó muy poco al mundo rural peruano del cual pretendía ser portavoz.

En su obra "La Gran Mascarada", Jean François Revel realiza un breve pero profundo análisis de la diferencia entre el liberalismo, entendido en su forma clásica (Locke, Jefferson), y el socialismo, considerado una ideología en contraposición al liberalismo, que se entiende como filosofía política. Según el autor, lo que verdaderamente genera esta distancia ontológica entre ambos es que la ideología es una consecuencia del pensamiento apriorístico de la realidad, mientras que la filosofía política se basa en una metodología a posteriori, sustentada en análisis y observación.

En resumen, se puede decir que la ideología (pensamiento apriorístico) se basa en concebir primero una idea al margen de lo que nos dicta la realidad, para luego intentar adaptar el mundo material a esa idea. Por tanto, no debería sorprendernos encontrar estas incongruencias entre la palabra y la acción en el radicalismo de izquierda, ya que al igual que alguien que niega la gravedad no saltaría desde un quinto piso para demostrar su falsedad, ningún comunista renunciará a comerciar con otros, renunciará a su interés individual o dejará de disfrutar de los placeres mundanos como un buen vino o una salida al teatro.

Entonces, de manera irónica, se puede concluir que quizás no es que los miembros del internacionalismo de izquierda sean poco consecuentes con sus actos debido a su poca honestidad intelectual a nivel personal, sino que es la esencia misma de la impracticabilidad del socialismo lo que hace igualmente inconcebible una vida individual sujeta a este idealismo

En resumen, la vida del "correcto" izquierdista requiere negar la realidad, y paradójicamente, para poder negarla, primero deben vivirla. Hipocresía, sí. Ideología, también.

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