El último domingo 18 de junio, Keiko Fujimori, excandidata a la presidencia del Perú y líder del partido Fuerza Popular, fue entrevistada por la periodista Mávila Huertas. En esta oportunidad Fujimori volvió a mencionar que no descarta postularse nuevamente a futuras contiendas electorales. También es cierto que dejó abierta la posibilidad de hacer alianzas con algún otro candidato. Pero la verdad es que en más de una ocasión ella ha prometido no volverse a postular. Finalmente, la tentación por el poder siempre pudo más y terminó lanzándose tres veces, perdiendo las tres.
Aparte de ello, un tema que se tocó en la entrevista fue el supuesto “fraude” de la segunda vuelta electoral del año 2021. Este tema aún causa mucha controversia en redes sociales. Fujimori señaló que aún cree que hubo irregularidades en el proceso del conteo de votos y que las oficinas encargadas (ONPE y JNE) ocultaron información. Lo cierto es que posteriormente a los resultados de dicha contienda diversos actores internacionales serios que siguieron el proceso reconocieron la limpieza de las elecciones. Figuras como el portavoz del Departamento de Estado estadounidense, la Misión de Observación Electoral de la OEA, entre otros. Entes que además condenan categóricamente la dictadura chavista en Venezuela, en donde se llevan a cabo fraudes de forma permanente.
La raíz de la derrota de Fujimori en aquella ocasión tiene otra razón mucho más compleja. En las elecciones del año 2016, Keiko perdió en la segunda vuelta contra Pedro Pablo Kuczynski, sin embargo, su partido obtuvo una mayoría de 73 curules en el Congreso. En esa oportunidad se trataba de dos candidatos que estaban en el espectro político de la derecha. El problema fue que ello no se reflejó en lo absoluto a la hora de gobernar ni legislar. La disputa entre el Ejecutivo y el Congreso se acentuó, pues la bancada del fujimorismo obstruía diversos proyectos que presentaba el ejecutivo y viceversa. Finalmente, ello incrementó la crisis institucional y la inestabilidad política. Posteriormente, en marzo del año 2018, Kuczynski renunciaría y asumiría Martín Vizcarra, su vicepresidente.
La población sintió una decepción de quienes eran el statu quo en aquel momento: el fujimorismo y la derecha tecnocrática que representaba Pedro Pablo Kuczynski. El Congreso era especialmente repudiado por la gran mayoría de la población al punto tal que cuando Martín Vizcarra cierra el Parlamento el año 2019 un 89.5% de los ciudadanos aprobó dicha medida. Además, tomando en cuenta la cultura caudillista que aún conserva buena parte de la sociedad peruana, no debía ser sorpresa el gran respaldo que tuvo esta acción.
Comprendiendo estos antecedentes históricos y sumado a la crisis económica de la pandemia, ¿sorprende que buena parte del electorado, especialmente rural, haya votado por Pedro Castillo el año 2021? Los votantes sintieron un abandono por parte de dos grupos de “derecha” que cuando tuvieron la oportunidad de hacer una gran gestión de coalición únicamente se dedicaron a pelearse entre ellos para defender sus propios intereses. Dejaron de atender las necesidades materiales y económicas que carece un gran sector del país.
Mientras nuestras derechas discutían a muerte si debía ir o no el enfoque de género en el currículo escolar, la izquierda extremista representada por Pedro Castillo y Vladimir Cerrón hizo un trabajo de hormiga en la mayoría de las regiones. Se enfocaron en prometerles aquello que la denominada “derecha neoliberal” no era capaz de darles: educación, salud, apoyo económico, seguridad, etc. Y por supuesto la promesa de una nueva constitución, que en teoría solucionará todos los problemas del país. En un contexto de crisis económica, crisis del sistema de partidos y de crisis social es comprensible que una idea como esa tenga respaldo en sectores que se sintieron abandonados.
Keiko Fujimori pierde el año 2021 por su propio actuar político a lo largo de los años. Tampoco tenía discurso, no supo comunicarle al sector rural del país propuestas que efectivamente terminen con muchos de los males que padecen en sus ciudades o pueblos. Asimismo, tampoco la ayuda las investigaciones fiscales que tiene. Es fundamental que dé un paso al costado y deje lugar a nuevos líderes de derecha que logren conectar con los sectores más necesitados y olvidados del país. La madurez política implica reflexionar acerca de lo que se ha hecho mal y entender que se ha terminado un ciclo.