¿Qué tienen en común el fervor izquierdista por el cambio de constitución, las reivindicaciones del guerrillero Hugo Blanco y el elaborado eslogan caviar: "dictadura congresal"? La respuesta corta sería la narrativa, pues efectivamente no existen hechos que sostengan ninguna de esas premisas, sino un discurso detrás que delimita, sin anteponer la realidad en ningún momento, una serie de marcos éticos e históricos que se pretenden verdaderos únicamente por su repetición, presentación elocuente y complaciente mística sentimental.
En el caso del cambio de constitución, que ya es agenda caviar permanente, se nos dice sin definirnos qué es una constitución ni cuáles son las facultades que la nuestra posee para renovarse en el tiempo; que debe ser absolutamente modificada a tal punto que nada dentro de ella es digno de mantenerse. Cuando se les pregunta a las nuevas juventudes izquierdistas, pues los dinosaurios no suelen exponerse ante preguntas lógicas, sobre qué debe cambiarse, en la mayoría de los casos mencionan asuntos que nada tienen que ver con la constitución, como la corrupción o la fuerza del empresariado. El debate entonces se vuelve inocuo, pues parece no importar realmente la verdad.
También se nos repite hasta el cansancio que, como fue hecha durante el gobierno de Alberto Fujimori, debería ser eliminada; es decir, si Hitler construyó un puente resistente y moderno, deberíamos derrumbarlo únicamente porque su autor es un genocida. No solamente demuestran repetir un panfleto, sino que no utilizan la lógica como herramienta para discernir la realidad. Del mismo modo, nos tratan de vender el cuento de que solo ha generado desigualdad e injusticias, por más que todos los indicadores de bienestar hayan mejorado exponencialmente desde los años noventa.
Igualmente, hemos presenciado en estos días cómo se ha glorificado a un guerrillero asesino de policías cuyos actos deben ser repudiados por toda persona que considere la vida un derecho inquebrantable. No es extraño encontrarnos en Twitter con personajes que nos hablan del "justiciero" y "patriota" Hugo Blanco, fenómeno similar a la venta de camisetas y calcomanías de Ernesto "Che" Guevara subastado como el quinto Beatle que luchó por la paz cubana.
Por supuesto, en la actualidad, es de temer a lo que llegan estos histriónicos discursos del bolcheviquismo de salón cuando acusan al Congreso de la República de dictador, cuando este contiene diferentes bancadas y actúa conforme la constitución lo dicta. Es la primera vez en la historia, corríjanme en todo caso, que la dictadura puede tener fuerzas de oposición internas y parámetros de acción puntualizados por un documento institucional que sus propios integrantes actuales no redactaron.
Crisis por defecto
La razón está en crisis. Hoy el agua puede no mojar al igual que los triángulos pueden tener cuatro lados. El ser humano como especie siempre ha necesitado agrupar y separar conceptos, bañarse en una serie de certezas para poder operar de forma eficiente y eficaz en el mundo. Nuestro propio código de supervivencia necesita una herramienta capacitada para poder hacernos más sencillo elegir. La ponderación de males y bienes es esencial para que el ser humano pueda implementarse en sociedad. Todos tenemos esa herramienta llamada razón, usarla o no, depende de nuestra voluntad, pero sin esta definitivamente estaríamos perdidos en el mundo. Sabemos que el fuego quema porque nuestros ancestros comprendieron, luego de dos o tres intentos, que al tocar la llama esta produce ardor en la piel.
Pero si la razón está en crisis, ¿qué herramienta se utiliza hoy en día para poder distinguir la existencia? ¿Qué es bueno y qué es malo? Pues en verdad, no existe dicho artefacto actualmente, ya que ha sido quebrado radicalmente por corrientes filosóficas que han destinado todo su esfuerzo a decirnos que la verdad es relativa o, en términos foucaultianos, que es una voluntad de poder.
En este inoportuno 2023 cabe resaltar la similitud de dos caras opuestas que, en líneas generales, tienen, creo yo, un punto en común interesante. Tanto Antonio Gramsci (teórico marxista) como Friedrich Hayek (economista austriaco) llegan a afirmar que la cultura, la concepción de la realidad -y no el sistema o la materia- es lo que designa qué es bueno y malo. Sin embargo, mientras nuestros adversarios izquierdistas comprendieron bastante bien la importancia de la superestructura marxista, la derecha, en su endeble capacitación filosófica, no ha entendido la importancia de las narrativas, las cuales cada día se hacen más indispensables, sobre todo para devolver cierto atisbo de verdad a un mundo de cartón.
"Si a la larga somos los artífices de nuestro propio destino, a corto plazo somos cautivos de las ideas que hemos engendrado." - Friedrich Hayek