Para contar cabalmente la historia que tengo para ustedes hoy, debemos retroceder un poco en el tiempo, al año 2019, para ser exactos. En aquellos tiempos, Martín Vizcarra gobernaba, los fiscales anticorrupción avanzaban furiosamente en sus investigaciones, la gran prensa y una aparente mayoría en redes sociales apoyaban el coordinado "reformismo democrático" entre el Ejecutivo, la Fiscalía y el recientemente renovado Poder Judicial, encabezado ahora por la Junta Nacional de Justicia, creación del Vizcarrismo.
Todos los problemas del Perú, según esta corriente política imperante en aquel entonces, se encarnaban en la única institución que no controlaban: el Congreso (o "Kongreso") fujimorista. De hecho, cualquier persona o institución que no estuviera de acuerdo con Martín Vizcarra, con los fiscales del Equipo Especial Lava Jato, con los designios de la prensa y las redes sociales, automáticamente era destruida (Cerraron el Congreso), se les inventaban falsos "codinomes", se les cancelaba dramáticamente en redes sociales (todos tenían su táper, obviamente) y se les intentaba ridiculizar sistemáticamente por no opinar en línea con la supuesta mayoría. ¿Qué hay de democrático en oprimir y cancelar a las minorías?
Esta coalición comenzó a debilitarse con la salida de Martín Vizcarra y el ascenso de los radicales con la elección de Castillo. Pero mientras tuvieron el poder, hicieron uso de un populismo descarado ("todos los que no están conmigo son corruptos fujimoristas con táper") con falsos halos de "reformas y actitudes republicanas", que generaron graves daños institucionales. Esto se ha evidenciado con mayor fuerza en este 2023, cuando su pérdida de espacios y conexión con la realidad se hizo más evidente que nunca.
Para empezar, lo más grave fue el inconstitucional cierre del Congreso el 30 de septiembre de 2019. Han tenido que pasar casi cuatro años para que un nuevo Tribunal Constitucional (elegido con todas las de la ley) finalmente señale que la derogatoria de facto de la confianza no existe y, de hecho, se dilucide que la acción de Vizcarra y Del Solar fue, en efecto, un golpe de Estado. También está la reforma política, que no ha traído ningún beneficio ni ha ayudado a mejorar el sistema político. Al contrario, está creando más fragmentación al facilitar la creación de nuevos partidos. A mayor fragmentación, más personalismo y menos instituciones partidarias que sobrepasen el caudillismo.
A su vez, han tenido que pasar años para que una fiscal de la nación finalmente entienda que los presidentes en una República no son reyezuelos y que se les debe investigar como a cualquier otra autoridad en ejercicio. Así, el actual Congreso, con diversos grupos políticos realmente heterogéneos entre sí, entendió que se debía inhabilitar a la fiscal de la nación de los tiempos vizcarristas, Zoraida Ávalos, por su complicidad con el poder. Esto se llama "check and balances", aunque le duela al grupo de poder supuestamente "republicano, democrático y reformista".
También han pasado años para que buena parte de la ciudadanía y la prensa entienda que la actuación del Equipo Especial Lava Jato fue una persecución judicial. Lawfare, lo llaman los expertos. Se encarceló varias veces a políticos que, aún hoy en día, años después, no se les ha abierto juicio. Y, por supuesto, gracias a un infame convenio de colaboración, los corruptores de la empresa Odebrecht siguen impunes, tanto aquí como en el Brasil de Lula. Y seguirán estándolo. A esto hay que agregarle el dato tragicómico de que el fiscal estrella, José Domingo Pérez, el que encarcelaba políticos adversos a Vizcarra y alentaba acuerdos con Odebrecht, quiso escapar de sus responsabilidades, convertirse en juez y ni siquiera pudo aprobar su examen.
Durante aquellos años, los de Martín Vizcarra principalmente, hubo una concentración de poder y una unidad discursiva en los poderes del Estado, la prensa y las redes sociales que solo fue desafiada por un Congreso que cerraron y por políticos que encarcelaban sin pruebas. Existía un consenso autoritario tanto en lo político como en lo discursivo que ahora está muriendo. Sin embargo, como cualquier otro grupo de poder en el Perú, aunque estén en crisis y decadencia, todavía ostentan algo y lo utilizarán chillona y desesperadamente para recapturar lo perdido.
Hablemos del discurso, la prensa, las redes y la cancelación.
Ahora bien, le pido disculpas al lector por el largo preámbulo antes de la historia anunciada. Quiero hablar sobre el intento antidemocrático de cancelación que intentaron hacerme los "reformistas, demócratas y republicanos" de Twitter.
Esta semana, mi amigo y columnista ad honorem de este diario, Pancho de Piérola, me invitó, en mi calidad de Licenciado en Ciencias Políticas y Gobierno, a su nuevo programa de TV, un espacio que involucra a otros sectores del pensamiento político y a la juventud que no pasaba por el canal ni el horario que él tiene ahora, y eso se evidencia en buena parte de los invitados que llevó en su primera semana. Pero los ataques, tan lejos del mundo de las ideas, no vinieron por eso. Vinieron porque somos amigos, por mi edad, por mi madre (Sí, soy hijo de Patricia Chirinos, la congresista de Avanza País, una búsqueda en Google basta) y por un extracto de la entrevista propenso a la malinterpretación (clip descontextualizado de alrededor del 10% de toda la conversación).
¿Quiénes nos atacaron? Hubo algunas exministras castillistas como Anahí Durand o Kelly Portalatino que discreparon por nuestras ideas (¡Y enhorabuena!), pero los más relevantes fueron supuestos periodistas, que cada vez que me insultan o hablan de mí ni siquiera se dignan en llamarme para contrastar datos, o tecnócratas sacrosantos de la progresía limeña, que no pueden soportan que personas de derecha tengan nuevos espacios. Pancho tiene el horario que tenía Mávila en tiempos vizcarristas.
Los tecleros más conocidos que nos atacaron son Marco Sifuentes, Carlos León Moya, Alonso Gurmendi, Julio Arbizu, Eloy Marchán, Curwen, entre otros activistas "demócratas, republicanos y reformistas". Un breve vistazo a los perfiles de Twitter de dichos personajes confirma su afinidad con el vizcarrismo, su apoyo al cierre del Congreso, al equipo Lava Jato, a Zoraida, a Pedro Castillo, y al progresismo de boca para afuera. En fin, son representantes discursivos del agonizante consenso caviar, tan representantes que lo primero que hacen es atacar en manada, insultar e intentar desprestigiar sin siquiera haber visto la entrevista completa. ¡Qué demócratas!
Es obvio que no les interesa la calidad de la información con la que trabajan en conjunto, solo quieren evitar que conservadores tengan voz en los principales medios de comunicación, porque no toleran voces discordantes después de haber tenido tanto poder hasta hace unos años. Saben que han perdido el Ejecutivo, la fiscalía, la defensoría (el Congreso nunca lo han tenido porque nunca ganan poder por voto popular), parte de la prensa, y se refugian en gritar, mentir e intentar cancelar a las personas en los pocos espacios de poder que les quedan, como las redes sociales.
Pero los peruanos, más allá de su pequeña cámara de eco en Twitter y limeña, ya no les creen. Y, afortunadamente, poco a poco se va desmontando el engranaje autoritario que montaron tanto en lo institucional como en lo discursivo. Finalmente, les agradezco por la publicidad.
PD: Les dejo el enlace a la entrevista completa: https://www.youtube.com/watch?v=MhW310m1eYY