"The Sound of Freedom", película dirigida por Alejandro Monteverde, ha encendido polémica en los Estados Unidos, aparentemente porque narra la historia de la vida real de Timothy Ballard, quien renunció a su trabajo en la inteligencia estadounidense para ayudar a salvar la vida de niños víctimas de trata de personas. Esta cinta está arrasando en taquilla, superando en números a la última entrega de Indiana Jones. Lo increíble, a pesar de abordar un tema necesario que siempre debe ser visibilizado, es que esté siendo objeto de críticas e incluso peticiones de censura.
Los medios de prensa más importantes han atacado esta producción con demencia. Por ejemplo, la emblemática revista Rolling Stone escribió: "Es una película de superhéroes para padres con gusanos en el cerebro" y continuó afirmando que es "una película para adictos a teorías de la conspiración". Por otro lado, The Guardian, diario inglés de renombre, sostuvo que es una película de "extrema derecha y que contiene una constelación de grupos conspiranoicos". Por si fuera poco, The Washington Post acusa a Jim Caviezel, el actor estrella de la película, de pertenecer a grupos extremistas de derecha, atacando de esta forma no al contenido, sino a los miembros que lo hicieron posible.
Por su parte, medios de streaming como Netflix o Amazon Prime se han negado a adquirir los derechos de transmisión alegando que su contenido es demasiado fuerte para su audiencia, lo cual es algo extraño dado las películas y series que normalmente ofrecen. Paradójicamente, Netflix aceptó anteriormente poner en su cartelera una película como "Cuties", que narra la historia de niñas de 10-11 años que realizan twerking (conocido en Perú y Latinoamérica como perreo), generando así una enorme ola de indignación debido a la presunta sexualización de menores de edad. Finalmente, debido a la indignación colectiva de sus usuarios, la película tuvo que ser eliminada de la plataforma.
Resulta no solo extraño que una película con objetivos nobles sea saboteada, sino que precisamente los detractores de esta cinta sean pertenecientes a la esfera política progresista. ¿Por qué les resulta tan alarmante "The Sound of Freedom"? ¿Por qué el movimiento Woke, tan preocupado por la voz del desprotegido, no se suma al reclamo que plantea esta película? Es alarmante que ciertos sectores de nuestra sociedad tilden de extremismo a una película que se propuso reclamar justicia para los menores de edad.
Siempre hay algo más oculto
Apartándonos un poco del mundo del séptimo arte, en 2016 en Chile salió a la luz una tesis universitaria de la Universidad de Chile, titulada: "Pedófilos e infantes, pliegues y repliegues del deseo". Dicha tesis le valió a este señor el grado de magíster en la facultad de filosofía y humanidades. Este estudio tenía como objetivo, cito textualmente: "Generar una nueva representación del infante como sujeto de derecho e incluir la potencialidad del diálogo corporal entre adulto e infante".
Años más tarde, en 2020, otro alumno de dicha universidad logró que se aprobara su tesis titulada "El deseo oculto del pedagogo: ser pedófilo". En el texto podemos encontrar la siguiente oración como uno de sus ejes centrales: "La figura del pedófilo desde un enfoque histórico y filosófico nos ayuda como pedagogos a replantear nuestra concepción de la sexualidad del niño y la propia, removiendo así los dogmas del adultocentrismo". El autor de esta tesis es actualmente profesor de filosofía en un colegio de Santiago, Chile.
Es fácil notar cómo en estas dos tesis se mueven bajo las teorías de género actuales propias del posmodernismo izquierdista. Desde el uso del lenguaje inclusivo hasta ciertos términos como adultocentrismo, forman parte de la neolengua academicista contemporánea. Efectivamente, si nos basamos en el pensamiento de autoras como Judith Butler o Beatriz Preciado, encontraremos al ser humano desarraigado de sus elementos innatos (su propia naturaleza intrínseca), presentado únicamente como constructo cultural. La teoría queer, expuesta por estas autoras, plantea que la sexualidad es únicamente una creación cultural, y precisamente, si la cultura no es más que aquello que el ser humano crea y deshace, entonces siguiendo este enfoque de género, no somos más que una hoja en blanco capaz de construirse a sí misma en cualquier nivel posible. La célebre frase del mayo francés "Seamos realistas, pidamos lo imposible" cobra vigencia académica para esta ideología de cartón.
Este pensamiento en gran medida tiene su origen en el filósofo posmodernista francés Michel Foucault, quien sostiene que la verdad no existe, ni siquiera en las ciencias. Pero a diferencia de un relativista común, él añade que toda verdad es una voluntad de poder que culturalmente otros nos han impuesto. De hecho, Foucault despreciaba tanto la verdad que se negaba a usar métodos anticonceptivos y someterse a exámenes médicos, algo que quizás podría haberle salvado la vida y evitar la propagación del VIH.
Cabe resaltar que la pedofilia, por más sorprendente que parezca, también estuvo relacionada con Michel Foucault, quien en 1977 firmó, junto con la destacada feminista de género Simone de Beauvoir, el autodenominado marxista Jean-Paul Sartre y el filósofo posmodernista Jacques Derrida, un manifiesto en el que se pretendía abolir toda ley que prohibiera las relaciones sexuales con menores de 15 años. Foucault mismo expresó textualmente: "Que un niño sea incapaz de explicar lo sucedido y sea incapaz de dar su consentimiento son dos abusos intolerables, bastante inaceptables".
No obstante, siguiendo el pensamiento del mayo francés del 68 y específicamente la filosofía de Foucault, encontramos que es perfectamente coherente con dicho manifiesto, ya que si no hay una verdad ontológica sobre algo y todo se presenta como discurso, el no permitir la pedofilia, entre otras cosas profundamente repudiables, no es más que un mero discurso cuya veracidad no se encuentra en sí misma, sino en el poder que lo posiciona como tal. Es decir, nuestra condición humana no yace más en la realidad, pues para esta ideología ni siquiera existe.
Entonces, a manera de cierre, retomando un poco las últimas censuras y reclamos relacionados con la película "The Sound of Freedom", es posible creer, quizás, entre otras posibles razones, que la sociedad tan inmersa en las pantomimas posmodernas no reclama justicia ante el abuso sexual de menores, sino que en su atolondrada mente divagadora puede incluso ver al abusador como un incomprendido. La cultura, en última instancia, si bien no cambia la realidad, sí construye las ideas sobre esta y marca un antes y un después en la historia. La ideología puede tener consecuencias catastróficas cuando parte de absurdos teóricos y niega aquello que es imprescindible para la vida: la realidad. Seamos precavidos, entonces, sobre aquello que estamos inculcando y, sobre todo, no nos sumemos al silencio que ciertas ideologías pretenden imponer.