La idea de la civilización universal en China implicaba un orden mundial donde todas las naciones y culturas coexistieran en armonía, reconociendo sus diferencias, contribuyendo al bienestar común, con paz, estabilidad y cooperación entre los estados.
Pero el presidente Xi Jinping enfatiza en la promoción del "sueño chino" y el rejuvenecimiento de esa nación, para fortalecer la identidad nacional, promover el crecimiento económico y elevar el estatus de China en el escenario internacional para convertirla en una gran potencia que contribuya activamente al orden mundial. Proyecto que podemos interpretar como “imperialista”.
El problema radica en la nueva concepción de la “civilización universal” de Xi Jinping.Visión donde todo tipo de régimen debe ser admitido y la promoción de la democracia o los valores universales deben ser condenados. Francisco Tudela explica que “en esta visión no hay ninguna diferencia valorativa o moral entre los distintos tipos de regímenes políticos, todo es valorativamente igual, nada es mejor o peor que lo otro. Tesis inadmisible porque, en Occidente existe un contenido moral, ético, axiológico en su concepción del ser humano, sociedad y orden político, completamente distinto al comunismo”.
Esta tendencia explicaría las declaraciones de Lula luego de su visita al gigante asiático (“Nadie va a prohibir que Brasil mejore su relación con China”), y la posterior Cumbre de presidentes sudamericanos, invitando a Nicolás Maduro como parte de esta visión inclusiva de “todo” tipo de regímenes, dictaduras incluidas.
Finalmente, China ha estrechado relaciones estratégicas con Cuba, Venezuela, Brasil y Bolivia, pero suspende el volumen de los préstamos otorgados con relación al periodo 2009 al 2019; incrementando las inversiones en infraestructura para “la ruta de la seda”, buscando convertirse en el socio estratégico de las alicaídas economías latinoamericanas. Los créditos otorgados en ese periodo representaron 62 mil millones en Venezuela, 30 mil millones en Brasil, 18 mil millones en Ecuador, 17 mil millones en Argentina y 3 mil millones en Bolivia.
Pero la posición “imperialista” del gobierno chino y su visión de la civilización universal se opone a los principios democráticos universales, como la participación ciudadana, rendición de cuentas y respeto por los derechos individuales y libertades civiles, promoviendo un modelo de desarrollo autocrático y autoritario, que no garantiza los derechos y libertades fundamentales de los ciudadanos.
Esta preocupante situación se confirma con las dictaduras coludidas, China, Rusia, Irán, Corea del Norte, Cuba, Venezuela y Bolivia, donde Lula da Silva juega como conveniente bisagra que facilita la implantación de una “Civilización Universal” Latinoamericana; avalando gobiernos donde la soberanía se centra en las cúpulas en el poder, negando la soberanía popular en países donde las mayorías consideran ilegítimos a sus gobiernos.
Ese proyecto resulta nefasto para aquellas poblaciones que no pierden las esperanzas de liberarse de las dictaduras, en una democracia que les permita elegir a sus gobernantes libremente, donde exista la separación de poderes y la justicia, donde puedan salir de la pobreza y vivir con libertad de expresión, asociación y prensa. Pero estas coaliciones podrían frustrar estos ideales, perpetuando la represión y el abuso del poder.