OpiniónLunes, 24 de julio de 2023
Todos son culpables, menos ellos, por Naomi Teruya
Naomi Teruya
Comunicadora

Según el Ministerio del Interior, en la tercera denominada Toma de Lima, solo 21 mil personas en todo el país salieron a marchar, de las cuales la mitad fueron a la protesta de la capital. Definitivamente, un número inferior a lo que se esperaba.

Si analizamos la situación con cabeza fría, uno bien podría verificar que estos protestantes fueron los mismos que votaron por Pedro Castillo, incluso varios de ellos todavía piden la liberación de este. Hay también quienes apoyaron al mismísimo Martín Vizcarra y que, por supuesto, salieron a marchar contra Manuel Merino. Sin embargo, sin señales de arrepentimiento y con ganas de señalar al otro, la responsabilidad que no quieren asumir sigue siendo un mal en el país.

La protesta está tan mal planteada que los pedidos, tanto el adelanto de elecciones como la liberación de Castillo, solo tienen en común una cosa: la renuncia de Boluarte.

Por una parte, el adelanto de elecciones no asegura que el panorama político vaya a cambiar y que estemos invirtiendo tiempo, dinero y energía en una acción política y ciudadana que vaya a dar resultados efectivos. Entonces, ¿vamos a estar de adelanto de elecciones en adelanto de elecciones?

Por otra parte, no menos impredecible, la liberación de Castillo, en este momento constituiría un grave historial para los registros judiciales, además que el caso de este todavía podría revelar más indicios de corrupción y sumar a más gente involucrada.

Son justamente estos pedidos los que han distanciado a muchos que poseen un poco de sentido común y que no logran ver criterio claro y justo del lado de los que hoy protestan, pero que en su momento apoyaron a puros corruptos. Cabe recalcar que no necesariamente los que se han distanciado apoyan la gestión de Boluarte o confían en ella, solo que han aprendido a ir con cautela y no dejarse llevar por el grito del momento. De hecho, el 28 de julio se espera el mensaje a la nación de la actual presidenta, Dina Boluarte. Muchos no confiamos en ella y miramos su gobierno con cautela, pero de ninguna manera se nos ocurriría apelar a falsos argumentos para desdeñar y desterrar la posición política que se le ha conferido.

De 33 millones de peruanos, 21 mil personas sólo representan un puñado con objetivos políticos bastante cuestionables y que, contrario a lo que intentan lograr, ya nadie quiere creerles.

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