El Congreso llegará al nuevo periodo legislativo con una izquierda sin baterías. La conjugación de la primera fórmula congresal, por ejemplo, expuso la plasticidad de Perú Libre, con Waldemar Cerrón a la cabeza, que para sobrevivir políticamente tuvo que combinarse con el Bloque Democrático, que tiene entre sus filas a Hernando Guerra, de Fuerza Popular. La segunda lista fue peor: la centroizquierda, la izquierda progresista o los caviares —como más les guste llamarle— se unió con ‘Los Niños’ de Acción Popular. Todo esto se tradujo en fricciones que se llevaron de encuentro a Verónika Mendoza, acusada de en su momento pedir ministerios y hasta premierato al golpista Pedro Castillo; justo cuando está haciendo campaña, con Sigrid Bazán como principal aliada, la de los proyectos parlamentarios sin pies ni cabeza, para resucitar su movimiento Nuevo Perú. No se le puede quitar mérito al profesor chotano, quien puso la primera piedra para esta caída meteórica de un sector que hoy solo produce protestas para recuperar capital social.
Un combo explosivo
La unión imposible entre Perú Libre y Fuerza Popular (También están Alianza para el Progreso, con Alejandro Soto, y Avanza País, con Roselli Amuruz) provocó un sismo en la médula izquierdista.
Esto fue como invitar al púlpito a Verónika Mendoza, quien inmediatamente usó sus redes sociales para acusar al cuadro del lápiz de traición y de ser parte de una coalición “autoritaria, conservadora y mafiosa” que, de acuerdo a su prisma, viene tomando por asalto varias instituciones.
Cerrón y Mendoza, una relación de amor y odio
El secretario general perulibrista, Vladimir Cerrón, también respondió. Le recordó que pidió cinco ministerios y la presidencia del Consejo de Ministros a Pedro Castillo. “Es lógico que después de parasitar a Ollanta, Villarán, Arana, PPK, Sagasti y Castillo, piense que todos tenemos su costumbre”, escribió.
La contendora, por supuesto, lo negó, pero ya sabemos que nunca expondrá sus pasos en falsos. Aquí al menos ya sabemos de qué pie cojea. Lo importante es que esto dejó definitivamente sin piso al partido político que llevó al golpista al poder y al movimiento que quiere tomarlo.
Tensión y división
Esto también provocó un remezón en Perú Libre.Tres congresistas decidieron renunciar: Jaime Quito, Álex Flores y Alfredo Pariona. Expresaron su descontento por esta alianza, considerando que va en contra de los principios e ideales que defienden. Acusaron a la cúpula del partido de tomar decisiones sin considerar la opinión de los legisladores y de alejarse de la línea política que debe caracterizar a una fuerza de izquierda. Argumentan además que esta estrategia es pragmática y enfocada en conseguir votos, pero se aleja de los valores e ideología que deberían guiar al partido.
Con estas renuncias, el movimiento perulibrista, que dejó de ser una fuerza en el Parlamento, se quedó conformada por 12 de los 15 congresistas originales.
Fragmentados
Esta situación internas puso de relieve las diferencias y complejidades del cuadro.
No hay respaldo
Por su parte, Jorge Marticorena, vocero alterno de la bancada de Perú Bicentenario, anunció su voto a favor de la lista N°1 a la Mesa Directiva, liderada por Alejandro Soto y que tiene también a Waldemar Cerrón, a pesar de que su colega Elías Varas postula a la Tercera Vicepresidencia en la lista N°2. El parlamentario aseguró que los otros dos miembros de su bancada también votarán por la lista N°1, mostrando así la falta de unanimidad en la votación.
El legislador expresó su preocupación sobre la lista N°2, encabezada por Luis Aragón, argumentando que no hay garantías de sostenibilidad porque se estarían vinculando con ‘Los Niños’. Asimismo, señaló que la designación de Elías Varas como candidato no fue apoyada por la mayoría de la bancada Perú Bicentenario, y considera que los miembros deberían votar según su conciencia. Aprovechó incluso para denominar a Fuerza Popular, Perú Libre y Alianza para el Progreso como bancadas disciplinadas.
El resultado es una izquierda desarticulada, sin un rumbo claro y sin el respaldo unificado. La implosión del sector parece inminente, y las diferencias internas amenazan con socavar la fuerza política y el capital social que alguna vez tuvieron. La falta de coherencia y unidad ha dejado a la izquierda peruana en una posición vulnerable y debilitada en el escenario político actual.