La caviarada vuelve a ser atacada. En esta oportunidad las críticas no vienen de la derecha, sino de sus primos mayores, los marxistas, como Vladimir Cerrón. Hace unos días, hubo una disputa en redes sociales donde el brazo derecho del expresidente chotano denunciaba a Verónika Mendoza de ser una vendepatria e hipócrita. Incluso la llamó "falsa izquierda". Las disputas continúan dándose en Twitter, algunos las califican como una pelea de inválidos. Recordemos que los caviares son esa nueva izquierda bien posicionada socialmente, con vínculos directos con la academia y los grandes puestos estatales del país. Son una suerte de casta política como diría Javier Milei.
El filósofo y teórico político, Robert Nozick, sostenía que muchos intelectuales tienden a respaldar el socialismo, al menos en su forma más democrática y progresista, debido a dos razones fundamentales. En primer lugar, se sienten dotados, en su absoluta arrogancia, de una inteligencia superior que los lleva a considerarse más capacitados que el ciudadano común para diseñar y planificar la sociedad. Esta creencia proviene de su formación académica y su posición como intelectuales, artistas o escritores, lo que los lleva a pensar que ellos sabrán que es lo mejor para los demás. Claro, el pueblo es una manada de salvajes.
En segundo lugar, Nozick señala que muchos intelectuales experimentan un resentimiento hacia la economía de libre mercado, ya que no han sido directamente beneficiados por él. Se sienten frustrados al ver a personas en roles aparentemente más sencillos, como vendedores de zapatillas o creadores de aplicaciones como Uber, que acumulan riqueza y éxito económico. Esto para los intelectuales izquierdistas, a pesar de haber invertido tiempo y esfuerzo en múltiples estudios y logros académicos (como maestrías y doctorados), se percibe como un error del sistema. Con frecuencia, nos topamos con frases como "¿Por qué Messi gana más que un profesor o un doctor?", lo que da lugar a múltiples propuestas y pretensiones para intentar limitar y regular las ganancias a gran escala, los famosos impuestos a la riqueza.
Definitivamente, la derecha destaca con precisión la arrogancia y el resentimiento al momento de acusar a los caviares de su comportamiento reprehensible. Sin embargo, es importante entender que incluso desde el lado marxista también pueden sentir el mismo rechazo, cosa que deja en claro cada vez que puede el filo-terrorista, Vladimir Cerrón.
En la antigua Unión Soviética de Stalin se llevaban a cabo enormes campañas para identificar y eliminar a aquellos que se consideraban portadores de una “mentalidad pequeño burguesa”. Esto podía incluir a intelectuales y artistas que se percibieran como una amenaza a su ideología. Si bien ni Marx ni Engels postulan este término. Filósofos posmarxistas, los denominados heterodoxos, tienen estas consideraciones que han sido aplicadas por regímenes comunistas, no solo por la URSS sino también en la vieja Cuba castrista.
Recordemos, por ejemplo, a Georg Lukács, teórico marxista húngaro, que desarrolló el concepto de "falsa conciencia". También, podemos mencionar a Theodor Adorno, sociólogo miembro de la Escuela de Frankfurt, quien acuñó el concepto de "industria cultural". Aunque Adorno no utiliza el término "mentalidad pequeño burguesa", consideraría una traición que un izquierdista consuma o utilice la industria capitalista no solo para enriquecerse, sino también para divertirse. Para Adorno, empresas como Disney y Apple serían incompatibles con un pensamiento verdaderamente izquierdista.
Finalmente, creo que la arrogancia y el resentimiento son los factores que comúnmente generan el rechazo justificado hacia la caviarada. No obstante, tampoco es descabellado que, dentro de las filas adversarias, la izquierda también tenga una justificación para repeler las actitudes típicas de la casta caviar. Lo que para ellos es traición, para nosotros es rencor.