OpiniónLunes, 31 de julio de 2023
Quiero vivir: Una reflexión filosófica sobre el suicidio, por Juan Carlos Lynch
Juan Carlos Lynch
Comunicador y redactor

De acuerdo con el Sistema Informático Nacional de Defunciones (SINADEF), más de 6115 peruanos fallecieron por suicidio durante la última década. Entre los años 2020, el 2021 y el 2022 se concentra el 31% de ese total. El 54% de fallecidos por suicidio tenía menos de 30 años de edad. De este porcentaje, 21% tenía entre 15 y 20 años.

Es evidente que son muchas las razones y casuísticas que pueden llevar a una persona a cometer semejante acto. No, necesariamente, responde siempre a un diagnóstico clínico, en la mayoría de casos son por motivos contextuales, situacionales y sociales, a lo mejor existenciales (de sentido sobre la vida). De cualquier modo, saber que por cada suicidio concretado hubo 20 personas que tuvieron un intento de suicidio es una estadística alarmante y francamente angustiante.

Comprendiendo al hombre como ser racional, las valoraciones que uno podría asumir para llegar a sostener que no-vivir es mejor que vivir, contemplan formulaciones varias, pero sin duda la duda existencial es una de ellas. El significado de la vida, y su búsqueda o intento de compresión, puede ser abrumadora para una mente que busca respuestas. El sufrimiento de existir a veces es intolerable y la certeza de una vida con sentido una utopía. ¿Hay cura?

-Suicidio y filosofía-

"No hay más que un problema filosófico verdaderamente serio, y ese es el suicidio", afirma el filósofo existencial Albert Camus. En su obra “El Mito de Sísifo”, Camus ahondará en lo que corresponde al sentido de la existencia humana. En él, describe que uno hace la rutina de su vida diaria: despertar, bañarse, trabajar, comer, comprar, llegar a tu casa, dormir, repetir. Pero un día "despierta" y se pregunta: “¿Es posible encontrarle un sentido al curso con el que llevamos nuestras vidas?”. Se encuentra con la presencia del sufrimiento y de la inminente muerte. Un día más es un día menos. La no-existencia abruma al individuo y lo lleva a un estado de desolación. “¿Por qué hago lo que hago’”, “¿por qué quiero ganar más dinero?” “¿por qué quiero enamorarme?” “¿por qué quiero ser feliz?”. El propósito de la vida es un despropósito.

Cuando el francés habla sobre el suicidio, encuentra que la pregunta “¿por qué estoy aquí?" es imposible de responder, pues no hay razón que justifique la existencia. A ese acto lo llama “confesar”, diciendo que el hombre ha sido sobrepasado por la vida o que simplemente no se la comprende.

Lo efímero de las cuestiones diarias pierde su valor. Hay razones para estar resentido por tu existencia. Todos los que conoces morirán, incluido tú. Los sufrimientos de la vida son fortuitos. Un día estás bien y al siguiente te diagnostican algo letal.

Bueno, si continúo con los ejemplos, quizás nazca un nuevo villano…en ti. Pero este no es el sentido de este artículo. Como decía Sócrates, si uno no tiene presente que un día morirá, se está mintiendo.

-El nombre en busca de sentido-

El psiquiatra austriaco Viktor Frankl vivió en el infierno más de 4 años. Sí, el infierno existe y tiene diferentes nombres, Auschwitz es uno de ellos. ¿Qué hacer cuando injustamente eres tomado preso, cuando tu mujer embarazada es asesinada en una cámara de gas, cuando la vida te “paga mal”, cuando respiras la muerte, cuando el dolor físico es tanto que se vuelve delirio? Morir parece ser la mejor opción. Frankl narra que la tentación diaria de los presos era fantasear con tirarse contra la alambrada electrificada (parece más que razonable ese deseo).

¿Qué puede hacer uno en el infierno, o en la vida? Frankl se prometió no quitarse la vida, sino ponerla al servicio de los demás, aliviar en lo posible su dolor. Significado en medio del dolor, la cura frente al suicidio. Una búsqueda de hacer el mayor bien posible (una paradoja para alguien que está conviviendo con demonios). Ya estás vivo y por efímera que sea tu existencia puedes hacer el bien, si tú lo eliges. Aún en el hades hay poder de elección.

La narrativa de las religiones en cuanto a la vida es similar en un punto: la vida es sufrimiento. ¿Qué hacer? Tratar de reducirlo. Eres una víctima de la vida, pero no actúes como tal. Busca una razón para agradecer, busca una razón para darle sentido a tu existencia. Quizás, puedas propiciar la unión de tu familia, quizás puedas ser un mejor hijo, quizás es hora de perdonar a tu hermano, quizás puedes comenzar a no mentir, quizás puedes obrar con justicia, quizás puedes ser un mejor oidor y cerrar la boca.

Hasta el dolor puede ser una oportunidad de desarrollo, de aprendizaje y de madurez. Frankl escribe: “Ser hombre es ir más allá de uno mismo. La felicidad no hay que buscarla por sí misma; es una consecuencia, es el fruto maduro de una vida de entrega a los demás, de una misión cumplida, olvidándose de uno mismo”.

Siempre me pregunto: ¿por qué Frankl no vivió siendo un maldito hijo de puta después de todo lo que pasó, vivió y sintió? ¡¿Por qué no se suicidó?! Porque para él, el valor de la existencia humana es única e invaluable, un regalo. Y preservarla es una ardua tarea, pero enriquecedora. Mantenerse firme ante las dificultades es una de las cuestiones más importantes para todo ser humano. La búsqueda de significado en la vida no es la ausencia de dolor, sino aceptación de ella y, con voluntad y bondad, trascenderla. La plenitud de la vida está en el amor, en vivir para algo, para alguien, en ayudar a cada persona a descubrir y realizar su misión en la vida. “Aquél que tiene un porqué para vivir, puede soportar casi cualquier cómo”, Friedrich Nietzsche.

“La senda al Paraíso comienza en el Infierno”,

Dante Alighieri, La Divina Comedia.

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