Hace un par de semanas, advertíamos la inviabilidad de la promesa que Rafael López-Aliaga (RLA) había realizado respecto a la reversión de la administración/operación de los peajes a cargo de la empresa Rutas de Lima; así como el innecesario detrimento de la imagen del Perú frente a los inversionistas internacionales que ello implica, sin embargo, y pese a las advertencias que diferentes medios han enviado al burgomaestre de Lima; este siguió en sus trece, manteniendo las amenazas e insistiendo en la entrega de las casetas de peaje a la Municipalidad, cambiando el tono del discurso a un apercibimiento de inicio de acciones legales.
Así las cosas, y advertida la evidente imposibilidad de obtener un resultado legal favorable a corto plazo, sin que para ello medie un proceso de negociación razonable; hoy tenemos a los vecinos de Puente Piedra, claramente molestos en mérito de la "inacción del alcalde" para atender a sus pedidos, con el antecedente de que esta misma problemática ya ha producido episodios violentos en el año 2017.
En este punto de la historia, lo razonable sería que el Alcalde de Lima dé una muestra de hidalguía, salga a dar la cara y reconozca que hizo una promesa imposible de cumplir a corto plazo, porque si la situación se desborda una vez más, él, junto con los alcaldes de Puente Piedra y Ancón, podrían verse involucrados en líos judiciales por los daños que pueda generar la nueva vorágine que podría estarse gestando si la población cae en el juego de los azuzadores que nunca faltan para pescar a río revuelto.
Desde esta columna, ya habíamos pedido cordura al tratamiento del problema, no tanto por un interés directo en el mejor devenir de la gestión de RLA (al final, sin importar el color político de quien resulte alcalde, todos queremos que la gestión sea buena en beneficio de la ciudad), sino porque, como ya hemos advertido, el Sr. López Aliaga es y será un referente de las maneras y resultados de las gestiones de derecha, y lo único que no se debe mostrar es impericia, o peor aún, ser irrespetuosos de los sistemas que nos gobiernan, pues además de la mala imagen correspondiente, existe una maquinaria caviar al acecho permanente, solo para saborear y relamerse de sus fracasos.
Recuerdo claramente que durante sus campañas, el Sr. López Aliaga se enorgullecía de señalar "no ser un político", sino más bien un empresario experto en gestión y que eso era lo que efectivamente necesitaba el Perú y Lima, respectivamente. Hoy, después de ver al alcalde trastabillar en el desempeño de sus funciones para el cumplimiento de sus promesas, no solo me queda claro que RLA no es un político, sino que empiezo a dudar de su capacidad de gestor y empresario.
Es inconcebible que en la cabeza de RLA y los demás miembros del concejo municipal se pierda el foco de los problemas que atañen a los vecinos de Lima Norte, y que no exista un espacio para pensar en la negociación de los términos de un contrato. Peor aún, que falte la capacidad de análisis Costo/Beneficio para entender que la mejor alternativa es sentarse a negociar alternativas como: tarifas diferenciadas, cambio en la ubicación del peaje o un sistema de cobro proporcional a los recorridos de los usuarios, salvo que la intención sea que las casetas de cobro sean vandalizadas, y sobre esa línea plantear que Rutas de Lima vaya a buscarlo de rodillas para entregarle los peajes -Típica metodología de presión/negociación de las comunidades campesinas-.
Si ese es el camino elegido por el alcalde y los demás miembros del Concejo Municipal (Sinceramente no lo creo), vale la pena recordar que eso, además de un chantaje indirecto, ya ocurrió una vez por iniciativa de los pobladores, y la concesión aún sigue en pie; así que será mejor que acepte de una vez que ello solo corresponde a un sueño imposible e inadmisible.
El alcalde debe tomar en cuenta que ya corren las firmas para solicitar la revocatoria de su gestión, no se ponga a la par de otros alcaldes del pasado; empiece a trabajar en soluciones inteligentes para un problema en que existen mejores alternativas, en lugar de volver a ver violencia desenfrenada o el abuso de autoridad. Demuestre que las virtudes por las que la población lo eligió no son de la boca para afuera, y empiece a acallar a quienes lo criticamos a través del trabajo; no con populismos. "Obras sí, palabras no", decía el tristemente célebre Ricardo Belmont.
Vender humo tiene sus consecuencias, sobre todo cuando el candidato resulta elegido por quienes han comprado dichas promesas, y más aún cuando los aspectos sobre los que se han generado las expectativas corresponden con temas tan sensibles como el pago de una tasa permanente como lo es un peaje para moverse dentro de la ciudad. Finalmente, recuerde que esto NO es hacer leña del árbol caído, ni un cargamontón para generar más vistas; solo es un llamado a la reflexión para enmendar el camino hacia un futuro mejor.