Dina ha sobrevivido a las Fiestas Patrias gracias a la tozudez/estupidez de la izquierda radical que ha enervado los ánimos de los peruanos que, si bien no les causa ninguna gracia que Boluarte ocupe tan campante Palacio de Gobierno, tampoco comulgan con los ideales de estos grupos de impresentables que piden, además de la renuncia de la presidente, un cierre del Congreso a lo bruto, una asamblea constituyente inviable y la reposición del golpista Castillo, como si acaso el vaivén de una varita mágica fuera a solucionarlo todo. Mucho verso, poco seso.
La temida recesión, el aumento de la canasta básica, los recibos mensuales, la pensión escolar, los gustitos que nos hacen sentirnos “libres y felices” de vez en cuando y, sobre todo, la inseguridad ciudadana, pesan más en la balanza que los berrinches que enarbolan los rojos y los comechados del “centro republicano”, que buscan repetir la carta que les funcionó en noviembre de 2020. Pero esa flor les duró una temporada y no tendrán otra, por más firmas que recojan.
Otárola ha resultado ser un buen consejero presidencial, por más estiércol -y sangre- le haya salpicado en estos álgidos meses de gestión de la otrora vicepresidente del ‘sombrero luminoso’. Y ha hecho bien Boluarte en no apartarlo de su lado, aunque algunos congresistas y opinólogos le recomendaran hacerlo, pues sabe que tener a su abogado cerca -lo fue, por si algunos lo olvidan-, mejor si tiene un fajín bicolor, es su mejor defensa contra el aleteo de los gallinazos que la circundan.
Ahora, la tensa calma no es sinónimo de victoria, mucho menos de una tregua sin acuerdo pero que surge abruptamente por desgaste. Que Dina haya podido dar su mensaje a la Nación en el Congreso sin que las calles ardan no significa que haya ganado a su enemigo, que, a estas alturas, es prácticamente el enemigo de todos los peruanos que priorizan el bienestar de su familia, su prosperidad económica y, para asegurar todo esto, la defensa de un Estado de derecho que pretende ser dinamitado por esta componenda de señoritos seudoprogresistas, rojos confesos, subversivos asolapados y despistados en general.
Esta drôle de guerre durará muy poco, y se sostendrá mientras la policía continúe su labor de seguimiento e identificación de agitadores, cada vez con menos recursos y capacidad de convocatoria. A eso sumémosle que el Congreso se mantenga ocupado, sobre todo con las reparticiones de comisiones y como vaya aguantando esa alianza heteróclita entre la derecha y el cerronismo en la Mesa Directiva. Boluarte debe entender que, mientras ocupe la Presidencia, será un blanco perfecto al que arrojar dardos cuando todo vaya mal…y viceversa.
La presidente ya nos ofreció tres horas de discurso en el hemiciclo y es bastante probable que muchos no le hayan creído ni el 50% de lo que prometió, no tanto porque ella sea una mentirosa, sino porque los peruanos ya casi no le creemos a ningún político.
Solo esperemos que ejecute algo rápido y elocuente -dirigido a la tribuna- para neutralizar al crimen organizado que nos desangra, revitalizar nuestra economía y, con urgencia, poner a trabajar a esos alcaldes y gobernadores inútiles frente a la amenaza del Fenómeno del Niño. Atender estos tres puntos le ayudará a sostenerse lo suficiente para garantizar elecciones generales que, tampoco seamos ingenuos, no nos ayudarán a convertirnos en potencia mundial, pero aliviará los ánimos de algunos mientras dure el corso, el pan y el circo electoral.