OpiniónMartes, 8 de agosto de 2023
Oportunidades perdidas y lecciones pendientes, por Bruno Schaaf
Bruno Schaaf
Analista político

En los últimos días, el precio del cobre ha vuelto a superar la marca de cuatro dólares por libra y la economía peruana ha ingresado de manera definitiva a una recesión. La crisis política parece haber puesto fin a la correlación entre el valor del metal rojo y el crecimiento de nuestra economía, y nada nos asegura volver a la senda del crecimiento, salvo terminar este quinquenio con la lección aprendida.

En promedio, desde julio del 2021, el cobre ha tenido una cotización de 4.02 dólares la libra. La última vez que nuestro principal producto de exportación superó la barrera de los 4 dólares fue en 2011 –antes de que entre Ollanta– y lo hizo por menos de un año. Nosotros ya vamos básicamente dos años seguidos con el cobre arriba o ligeramente por debajo de los 4 dólares –salvo un par de meses en el segundo semestre del año pasado– y el crecimiento economico no se parece en absoluto al que experimentamos en esos años.

Ni siquiera el segundo gobierno aprista –el cual la izquierda suele desmerecer por el precio del metal– tuvo la suerte de tener los precios tan elevados y sostenidos como los que estamos presenciando en la actualidad. De hecho, durante todo el mandato de Alan García –desde julio de 2006 hasta julio de 2011– el precio promedio del cobre fue de 3.21 dólares por libra, significativamente por debajo de los 4.02 dólares por libra del periodo de Dina y Castillo.

Y es que sucede que la correlación entre el cobre y la economía peruana se rompe cuando el Perú deja de ser un país predecible. La elección del 2021 y las protestas de enero han mostrado al elector peruano como un elector poco confiable y moldeable a la presión de grupos de poder que son capaces de apoyar hasta al más mediocre de los políticos –o como les gusta decir: un panetón– con tal mantener sus favores. De modo que la inceritidumbre ha quedado grabada –por lo menos por un buen tiempo– como una característica intrínseca del Perú, porque la incertidumbre es el elector mismo.

Por todo ello, es esencial terminar este quinquenio con la lección aprendida y no permitir que los mismos que contribuyeron a esta caos empobrecedor sigan guiando el rumbo del país. Tan solo en el transcurso del 2022, más de 400 mil peruanos decidieron abandonar el país. Se trata de miles de familias que la izquierda –con la complicidad de los “vigilantes democráticos”– reventó por mera angurria e ideología. Esperemos que por lo menos esta tragedia sirva para mejorar la memoria del electorado y votar con sentido común cuando sea que votemos.

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