¿Es este Congreso peor que el anterior? ¿Será el siguiente peor que el actual?
Ciertamente está fuera de duda el carácter imprescindible del Congreso de la República como parte de la estructura democrática del país. También es claro que requiere muchas y variadas reformas, tanto políticas como organizacionales, para que pueda convertirse en un poder donde la población pueda sentirse representada.
El Congreso es una derivación directa de la votación que, en su oportunidad, hizo la población. Esta es una responsabilidad que no se puede evadir; todos tenemos incidencia, con nuestros votos o abstenciones, en los 130 personajes que hoy ocupan el local de Plaza Bolívar.
Pero, sin dejar de enfrentar la responsabilidad, las votaciones se efectúan sobre la oferta que realizan los partidos/organizaciones o conjuntos políticos.
Por otro lado, la actuación de los congresistas en funciones debería tener alguna vinculación con la organización política que hizo posible su elección.
Acción Popular fue fundado como partido político en julio de 1956. En sus documentos primigenios expresa:
"Acción Popular es un Partido Democrático, Nacionalista y Revolucionario que tiene por objeto en la política peruana servir a los intereses del país. La Ideología de Acción Popular es el Perú como Doctrina, cuyos principios se inspiran en las tradiciones y la historia del Perú.
El Perú como Doctrina es un humanismo situacional y universal.
Sus principios y valores básicos son: La Ley de hermandad, honestidad, laboriosidad, veracidad, lealtad, trabajo pleno, abastecimiento pleno, libertad plena, cooperación popular, equilibrio hombre-tierra-agua, equilibrio hombre-energía, equilibrio hombre-información, planificación, mestizaje de la economía, justicia distributiva, culto al trabajo, estado de servicio y función social de la propiedad. El Partido tiene como meta la consecución de una sociedad justa, concebida según los principios del Perú como Doctrina."
Cualquier persona, incluso con una mediana cultura política nacional, podría desconocer las palabras antes trascritas. Cualquiera de nosotros podría estar en desacuerdo con ellas, pero el congresista, desde el momento en que decide postular por el partido Acción Popular, no tiene derecho a ello. Debe conocer los textos fundamentales, las intenciones políticas, la historia y los hechos principales que han ocurrido en 67 años de presencia política.
Si hoy se le pregunta a los congresistas elegidos por Acción Popular si conocen los estatutos, el ideario, el plan de gobierno y la historia del logo que representan, intuyo que la mayoría nos brindará respuestas poco decorosas.
Estoy seguro de que este fenómeno también es aplicable a todas las organizaciones que hoy llenan las curules en el Congreso de la República.
Desde que un candidato, aquel personaje que desea postular a través de cualquier partido u organización, se convierte en político profesional, tiene la obligación de conocer con detalle aquello que sustenta su profesión, ambición y quizás vocación. Entonces, como sucede en toda profesión, deberá estudiar, y como ocurre en toda carrera, deberá ser examinado periódicamente para determinar si el conocimiento ha sido adquirido adecuadamente.
Este primer paso es responsabilidad absoluta de los partidos (grupos u organizaciones) políticos. No se necesita ninguna reforma, referéndum o votaciones complejas para que esto empiece a operar. Es cuestión de que los líderes, fundadores o dirigentes empiecen a trabajar en ello.
El segundo paso es un poco más complejo: una vez que alguien es elegido como congresista, debe ser parte de algún mecanismo de coordinación y revisión periódica de sus acciones para determinar si concuerdan con las ideas, la historia y los planes que, en conjunto con la votación obtenida, lo llevaron al poder.
Este paso va más allá de la coordinación interna y el debate con el dirigente o líder, cuestiones que también son imprescindibles. En términos ideales, se deben hacer revisiones periódicas de las propuestas, las declaraciones y las actuaciones para determinar su coherencia con los fundamentos del partido político.
Tampoco se requieren grandes debates y sesudas discusiones históricas para que este segundo paso se implemente.
En ambos casos, el primer y el segundo paso, se necesita un tercer elemento: el partido político debe contar con un equipo técnico capaz de informar objetivamente e independientemente sobre los conocimientos y la coherencia de las actuaciones de los congresistas (también de los alcaldes, regidores, gobernadores regionales, etc.). Tampoco hacen falta reformas políticas para implementar estas ideas.
Debe recordarse que los partidos políticos institucionalizados y adecuadamente organizados, con mecanismos sólidos que perduren más allá de cada elección, evitarán las sorpresas y las dudas que la política nacional nos brinda cotidianamente.