Pareciera que el éxito de las obras cinematográficas del director británico Christopher Nolan tuvieran una relación estrecha con los sucesos políticos contemporáneos a sus respectivos estrenos. Por supuesto, no me refiero a todas sus películas. No creo que “Memento” del año 2000 –la cinta que lo llevó al estrellato– tenga esta cercanía a la política. Sin embargo, sí puedo afirmar que la saga del superhéroe Batman filmada por el director británico se apoya en las ansiedades y temores del mundo en el que vive. Asimismo, afirmo lo mismo de la reciente estrenada Oppenheimer. Esta última de sus obras relata la vida de J. Robert Oppenheimer, físico americano, quién dirigió el Proyecto Manhattan. Este tuvo como finalidad la creación de la bomba atómica.
En el 2001, los atentados de las torres gemelas inician un tiempo de preocupación exacerbada por la seguridad internacional frente a la amenaza del yihadismo. La paz ganada por la derrota del bloque soviético en 1990 se encuentra ahora amenazada por un grupo de guerrilleros con motivaciones religiosas. Es, además, la primera vez que una amenaza exterior a los EE. UU. llega a infligir un daño de gran calibre en suelo americano. En este contexto, se crea por iniciativa del gobierno estadounidense el departamento Homeland Security con el objetivo de lidiar con esta nueva amenaza que no posee ejército regular y actúa mediante actos guerrilleros. Al igual que Sendero Luminoso en nuestro país, los yihadistas atacan y posteriormente pasan con velocidad a guarecerse. El enemigo parece invisible. Además, es necesario actuar en la sombra, investigar posibles ciudadanos sospechosos sin recurrir a los procesos judiciales normalmente necesarios.
En este contexto, vuelve a aparecer la razón de Estado. Este concepto de la filosofía política tiene su origen en la obra del florentino Nicolás Maquiavelo. Luego, el italiano Giovanno Botero y el francés Juan Bodino patentan este concepto dándole todo su peso político. La razón de Estado antepone las garantías de un estado de derecho en nombre del aparato estatal, es decir, es la justificación de interrumpir las normas del orden político para salvaguardar su propia existencia. Dicho en breve, en caso de amenaza al Estado, este justifica la suspensión de ciertos derechos ciudadanos fundamentales en aras de preservar la seguridad sobre el territorio.
Dicho esto, ¿qué tiene que ver lo dicho con las obras de Nolan? Arguyo –seguro no soy el único– que la saga de Batman es un elogio de la razón de Estado. Un multimillonario traumatizado por la decadencia y corrupción de su ciudad decide tomar las riendas contra el crimen por sí mismo volviéndose un caballero de la noche. Él combate al margen de la ley. Lo que la cinta desliza al público subrepticiamente es la idea, según la cual, el respeto irrestricto a las leyes es un impedimento para afrontar cierto tipo de amenazas al orden social. La ciudad de Gotham insiste en proceder mediante las leyes. No obstante, la cinta muestra que el actuar clandestino de Batman es necesario para salvaguardar la seguridad de Gotham. Resumiendo, la saga de Batman se encuentra en sintonía con las ansiedades y los temores de una ciudadanía aterrorizada por la amenaza del terrorismo.
La cinta Oppenheimer no difiere de la saga Batman en lo que concierne la apelación a las ansiedades de la ciudadanía. Desde la aparición de la bomba atómica, el orden internacional se ha visto severamente constreñido por su presencia y sus posibilidades. Asimismo, la película ha sido estrenada tan solo 1 año y medio después del inicio del conflicto ruso-ucraniano. La amenaza atómica está de nuevo sobre nosotros. Precisamente en este momento, Nolan hace una película sobre la bomba atómica. El timing parece perfecto. Oppenheimer no deja de ser un elogio de la razón de Estado. Era necesario hacer la bomba, porque de lo contrario los nazis la harían primero. Una vez más, las leyes y los acuerdos no bastan. La fuerza se impone.