Giorgia Meloni, quien se desempeña como primera ministra de Italia, recientemente tomó la decisión de eliminar la asignación de renta básica a la población italiana, incluyendo los programas de asistencia social. Esta medida provocó un marcado descontento entre la población debido a la disminución de sus ingresos. En Palermo y Nápoles hubo varias manifestaciones. No obstante, resulta esencial comprender que los programas de asistencia social formaban parte de un extenso entramado gubernamental que ocasionaba significativos desincentivos para la participación laboral, al tiempo que generaba una carga fiscal casi insostenible para las arcas públicas. Meloni ha propuesto llevar a cabo diversas reformas en el aparato estatal con el propósito de reducir la burocracia y el gasto público, factores que siempre amenazan toda viabilidad estatal.
Ahora bien, es importante definir qué implica exactamente la noción de renta básica y analizar si la supresión de esta medida es adecuada. Desde una perspectiva ética, la propuesta de la primera ministra resulta acertada, dado que aquellos ciudadanos que dependen del Estado están, en última instancia, siendo mantenidos por aquellos individuos que cumplen con sus obligaciones tributarias y producen capital. Es cuestionable desde el punto de vista moral que algunos individuos financien la subsistencia de quienes no contribuyen a la producción económica. ¿Por qué tendría Juan que ser obligado a financiar a José?
Si bien es cierto que existen situaciones de extrema pobreza en las cuales las oportunidades de acceso al empleo y la integración a la economía son limitadas, es crucial destacar que la intención de Meloni no se orienta hacia la eliminación total de los subsidios, sino hacia una suerte de reformas. Pero, como ella especifica, es una evaluación de contextos. No todos están en la misma imposibilidad de trabajar.
Además, si analizamos esta situación desde un enfoque pragmático, es plausible argumentar que estos recortes tendrán un impacto positivo a mediano y largo plazo al fomentar una mayor actividad económica. Asimismo, conviene recordar que la deuda pública y el déficit representan preocupaciones fundamentales para cualquier nación, lo que hace que la reducción del gasto público sea una medida sumamente relevante para mantener el equilibrio fiscal y garantizar la estabilidad económica a largo plazo. Por ende, desincentivo y gasto nunca serán las mejores herramientas para el crecimiento.
La derecha con fuerza
Adicionalmente a las propuestas de reformas económicas y fiscales presentadas por Meloni, es de suma relevancia resaltar su arraigada convicción de carácter antizquierdista. Dentro de su plan político, figura la intención de mejorar la seguridad italiana, así como de establecer una regulación más rigurosa y frontal en el tema migratoria (la cual en el contexto europeo actual se enfrenta a una situación casi insostenible). Asimismo, Meloni aboga por salvaguardar los valores familiares al eliminar la influencia de los lobbies políticos relacionados con la comunidad LGTBI en el sistema educativo. Cabe destacar, además, su posición contraria a la Unión Europea, como también hacia la agenda progresista 2030.
Sin embargo, al observar los recientes acontecimientos en América Latina, como El Salvador de Bukele o la posible presidencia de Javier Milei (así como otros políticos de la envergadura de Kast y Bolsonaro que siguen en el ruedo político). También se puede detectar el mismo aroma derechista en el viejo continente. Si bien es cierto, que cada derecha europea tiene sus particularidades debido a su contexto interno, creo que al menos en un aspecto de carácter más universal, podemos identificar dos notables similitudes que son trasversales.
La primera es el euroescepticismo, que compone una serie de críticas que va desde Vox, Orban, Meloni, Le Pen y en su momento Boris Jonhson. Estas se basan en la inviabilidad económica del euro y sobre todo de las arbitrariedades que desde Bruselas se imponen a los demás países, principalmente en los temas de migración y políticas educativas. Haciendo que la unión europea parezca más un 4to Reich que una comunidad de países aliados.
En segundo lugar, todos los mencionados anteriormente, la nueva derecha europea, se centra fuertemente en una visión más conservadora de la sociedad; fomentando las tradiciones, valores y costumbres típicos de su nación. Sin llegar al extremismo del que muchas veces se le acusa sin investigar, la nueva derecha europea plantea un cambio en la agenda cultural. No más academicismo progre, sino más tradición.
“Si de verdad vale la pena hacer algo, vale la pena hacerlo a toda costa”
– G.K. Chesterton.