OpiniónViernes, 18 de agosto de 2023
No tendremos un Milei en Perú, por Rodrigo Saldarriaga

No tendremos un Milei en el Perú, por más que los colegas en los medios y furibundos tuiteros gasten saliva y megas para anunciarlo. Es más que obvio que la Argentina no es el Perú, por más que hablemos el mismo idioma y tengamos un origen, en la Conquista española del siglo XVI, que nos hermana hace casi cinco siglos.

Milei, como persona, es un producto 100% argentino, y su ideario, un conjunto de ideas que entusiasman a los liberales y libertarios que, en suma, no son mayoría en un país despolitizado y apático, esto por la decadencia de los partidos y el triunfo del cacicazgo regional, un rezago de nuestra vena jerárquica, autoritaria y clientelista.

Tampoco estoy diciendo que Milei tenga una ideología cuajada que haya unido a los argentinos que le han votado en las primarias, donde sacó un importante 30%. No creo que su respaldo venga de la comprensión o adhesión de sus ideas libertarios, que tampoco por allá son mayoría los de esa secta, simplemente se han sumado a Milei un importante sector de la población que ha visto en él, con ese carácter tan escatológico propio de los argentinos, alguien que se ha atrevido a desafiar a los políticos de izquierda que han arruinado a su país y que buscan repetir gobierno para seguir desmontando a una nación que ha sido grande y tiene el potencial de seguirlo siéndolo una vez que se haya despojado de tanto parásito izquierdista.

Milei, pues, encarna al candidato antiestablishment, como una vez aquí lo fuera Fujimori en 1990 frente a Vargas Llosa y, en la otra orilla, incluso el propio Pedro Castillo, así parezca que la comparación está muy jalada de los pelos porque el chotano no se parece en nada, ni representa, lo mismo que el argentino que reparte carajos y amenazas a la burocracia peronista.

Los candidatos antiestablishment, de cualquiera de las dos orillas, siempre tendrán campo que arar en Hispanoamérica, tierra abandonada hace mucho por la civilización, el decoro y la parsimonia de la política de levita y bufé. Milei quiere cargarse a la casta peronista que vive del presupuesto nacional y ha creado ministerios y programas sociales que ofician de agencias de empleo para científicos sociales.

Nuestro país, a ojos de los descontentos, está dominado por una casta, también, pero de políticos neoliberales que se han enriquecido a costa de los más pobres, a quienes les han dado la espalda y abandonado, dejándolos a merced de los criminales y los funcionarios locales mediocres y corruptos.

La ecuación outsider antiestablishment-votante descontento se repite en toda la región y es peligrosísima, mucho más cuando este hunde sus raíces en la izquierda más subversiva y revanchista. Sin embargo, un hombre del carácter de Milei también supone una amenaza, obviamente para sus enemigos a ultranza, pero también para los moderados, esos que prefieren seguir votando al malo conocido que arriesgarse por un cambio que podría resulta demasiado novedoso y arriesgado.

¿Tendremos un Milei? No, como tampoco tuvimos un Bolsonaro. Quizá pueda aparecer, por clamor, una especie de Bukele, que concentrará su política contra el crimen organizado y la inseguridad en las calles, pero al tener un país más extenso que El Salvador, una guerra de esa escala y con estado de excepción incluidos nos pondrían en un escenario de incertidumbre y miedo que muy pocos tolerarían.

Es hora de dejar de estar esperando, cual mesías, la llegada de un Milei, un Bolsonaro o un Bukele hecho a la medida peruana y buscar a una persona que nos gobierne conociendo las particularidades y demandas urgentes de un país que debe perder el miedo y llenarse los bolsillos para en verdad ser grande. Y lo requerimos antes de que la wiphala y la chakana se transformen en esvásticas.

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