OpiniónJueves, 31 de agosto de 2023
El gran talismán, por Patricio Krateil
Patricio Krateil
Comunicador

La semana pasada se recordó bastante, tanto en este diario como en otros espacios de discusión, a la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR), por los 20 años de la publicación de su informe final. El documento congrega defensores y detractores. Definitivamente, no es un informe que haya calado en toda la sociedad. Naturalmente, se debe a que, para muchos de sus detractores, con los cuales me identifico, vean tanto en los integrantes de la comisión como en su informe final un inminente sesgo izquierdista. Esto último se rectifica ante su dosis extremada de antimilitarismo. Lo último se puede apreciar bastante cuando se habla de “conflicto armado interno” y no de “guerra contra el terrorismo”. Siendo este último, para la gran mayoría de los peruanos un término más explícito, descriptivo y accesible. Aunque lo más importante de subrayar es que no generaría el debate y división que, hasta el día de hoy, genera el término de “Conflicto Armado Interno”.

Si bien es cierto que, basándonos a rajatablas en el derecho internacional, Conflicto Armado Interno, logra abarcar el caso del terrorismo en el Perú. Recordemos que para poder hablar de en esos términos, se requiere que el acontecimiento contenga violencia armada, prolongación de tiempo, organización del grupo (o grupos) participantes y que se dé entre más de una fuerza, algo que la etapa del terror sí posee. No obstante, considero que llega a ser un término excesivamente blando y poco descriptivo de la realidad. Podría incluso la CVR, en su momento, haber especificado más o incluso presentar a la par el concepto de terrorismo, como una suerte de análogo o equivalencia. A su vez, existen teóricos del derecho que sí se han manifestado en desacuerdo a esta caracterización inocua. Es decir, no es santa palabra.

Sin embargo, el problema de fondo no yace en el academicismo internacional o los paradigmas jurídicos de turno, sino en la aplicación del término en el discurso político. Es diferente la supuesta precisión técnica en un informe final con el uso coloquial de este en las tertulias destinadas al público o en los debates políticos previos a una elección. Naturalmente, los cánones de la política son distintos a los del derecho, el primero a diferencia del segundo necesita de algo más que mero tecnicismo. Requiere una empatía y un posicionamiento claro respecto a los amigos y enemigos dentro de dicho suceso. En otras palabras, hablar de Conflicto Armado Interno políticamente lleva a eliminar las diferencias sustanciales entre las fuerzas del orden y los grupos terroristas (Sendero Luminoso y MRTA). Es darle al ciudadano una reseña incompleta. Hay que ser obtusos para creer que dicho término no confunde ni suaviza lo ocurrido durante el periodo más sanguinario en la historia de la nación, perpetuado por el terror ideológico marxista, el cual no debe ser visto jamás bajo los ojos del buenismo.

Tendríamos que mencionar que a la izquierda le es imposible hablar de terrorismo como tal, o esclarecer el concepto que ellos manejan en sus discursos políticos. Sofía Macher, una de las comisionadas e intelectuales detrás de la CVR, de izquierdas claro, en más de una ocasión en televisión abierta utilizando el concepto de “Conflicto Armado Interno” estableció sutilmente una suerte de equivalencia entre el gobierno y el terrorismo. Precisamente a esto apunta mi crítica. El término tiene un uso político y no señalarlo es aceptarlo por omisión.

Para graficar mejor el poder que posee la izquierda si aceptamos acríticamente el concepto, utilizaré al intelectual católico, Plinio Correa de Oliveira. En su libro, “Transbordo ideológico inadvertido y diálogo”, señala el concepto de “palabras talismán”. En dicho libro, el autor, trabaja sobre la palabra “diálogo” y el uso que la izquierda le da para referirse a pactos políticos (especialmente con los subversivos). Esta palabra al desnaturalizarse, no llega a ser precisada ni en sus limites ni contenidos, lo que a la larga produce una aceptación no por acuerdo sino por miedo a una represalia social. Diálogo se vuelve un talismán, una palabra que no puede ser criticada pero que alberga muchas reinterpretaciones para fines políticos del socialismo. Son, en esencia, palabras que imponen una ideología detrás, pero que tienen tanto peso social -o lo han ido adquiriendo- que negarlas resulta como ir en contra de un dogma de fe.

En este último aspecto, teniendo un poco más graficado lo mencionado, el termino “Conflicto Armado Interno” configuraría también una palabra talismán en términos de Plinio, dado que no es explicativo en sí mismo, es muy fácil de tergiversar y no se le da la precisión que requiere. En resumen, abre las puertas a interpretaciones, muchas veces descabelladas, como poner en un mismo saco a Fujimori y a Abimael. Además, que a quien critique no solo el término como concepto descriptivo sino sus laxas interpretaciones es catalogado como un iletrado o simplemente un funcional del Grupo Colina o del fujimorismo. Hay que tener cuidado con el uso político que se le dan a los conceptos técnicos, comprendamos que la política tiene sus propios discursos y no siempre extrapolar lo que dice el derecho se hace por buena fe.

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