Haciendo hincapié una vez más en el juego de las falsas equivalencias, el sector izquierdista, ese que atribuye suelto de huesos una especie de monopolio de la violencia a las Fuerzas del Orden, ha caído en un profundo —y conveniente— silencio desde que se conoció que el terrorista Víctor Polay Campos, exlíder del Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA), ha demandado al Estado peruano, con el respaldo de la siempre servicial Comisión Internacional de Derechos Humanos (CIDH). En síntesis, tu terrorista no es mi terrorista.
En Wayka, por ejemplo, no hubo ni un solo pronunciamiento. Este frente que se jacta de ser el más defensor de los defensores se quedó estancado en otros temas que considera más prioritarios, entre estos la reivindicación de un personaje autodenominado como "La Uchulú". Seguir scrolleando solo podría generar todo tipo de colapsos mentales. Pasé a IDL. Lo mismo. Solo sigue cubriendo con temblor en los dedos las protestas de los diez gatos de La Resistencia. En La República sí abordaron el tema, pero fueron solo dos minúsculos párrafos, una estructura surreal para una plataforma acostumbrada a llenar de subtítulos sus notas. ¿No hay material que explorar? Un terrorista tratando de atenazar legalmente al país al que hizo daño queda en un segundo plano. No esperaba menos.
Lo mismo pasa con los pilares izquierdistas y sus aliados, esos que suelen usar a las redes sociales como terreno fértil para amplificar sus narrativas. Algunos para ganar capital político; otros para multiplicar sus seguidores en esta época del periodismo-selfie.
Ahí tenemos como principal ejemplar de esta lista a Verónika Mendoza. Ni una sola mención al caso Víctor Polay. Su Twitter sigue siendo la agencia impulsora de la vacancia de Dina Boluarte y ahora último la tribuna de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación (CVR). Lo otro pasa con el desesperado por inocular en la mente nacional que estamos en dictadura: Marco Avilés. Ha preferido promover a la plataforma Fotos de lucha (ahora todos son “héroes de la democracia”) compartiendo un video donde hay varias mujeres vestidas como Santa Rosa de Lima llevando mensajes contra la Policía Nacional del Perú. Uno de estos reza: “No soy patrona de asesinos”. Y como no podía faltar puso sobre el tapete una nueva denuncia. Esta vez por haberse elegido a Roberto Huarcaya, fotógrafo “de Lima” (ojo al énfasis), para representarnos en la Bienal de Venecia. Se quejó de que el jurado era limeño, cuando él mismo cuenta que el mencionado solo ganó por un voto a la artista indígena shipibo-conibo, Olinda Silvano. Es decir, no hubo unanimidad. ¿Dónde está esa supermayoría arrolladora capitalina? No lo veo reclamando cuando el jurado DAFO decide encarrilar la subvención de material audiovisual con fines adoctrinadores y no de competitividad. Estamos a años luz de un premio de gran envergadura. En fin. Nada de Víctor Polay.
Infaltable en este grupo Rosa María Palacios, quien siempre ha creído que todos son tontos menos ella. “Gente opinando sobre algo que no han leído”, tuiteó, y compartió el enlace del informe. Nunca nadie se había preocupado tanto por nosotros.
La historia en cortas líneas va así. El personaje que lideró las "cárceles del pueblo" donde torturaba y hasta asesinaba a sus víctimas demandó al Estado peruano ante la CIDH, la misma que admitió esta medida en marzo de 2022 para así armar un frente representante para un proceso supranacional que tiene entre sus filas al exministro Javier Valle Riestra. El exemerretista, quien viene cumpliendo una pena de 35 años de cárcel por los delitos de terrorismo, terrorismo agravado y falsificación de documentos, aseguró que se violaron tanto su derecho al principio de legalidad como sus garantías judiciales. Además, señala que se puso en peligro su estado físico y psicológico por las las supuestas condiciones penitenciarias precarias en las que estaba. Incluso dijo que fue torturado y que el Ministerio Público hizo caso omiso.
Y eso no es lo peor, lo peor es la presión que se viene. La CIDH nos recomendará una solución amistosa entre el terrorista y la justicia. Si decidimos ignorarlos, darán su veredicto respecto a si hubo o no violaciones de los derechos humanos y enviaran nuevas recomendaciones. Si nuevamente no atendemos esto, denunciarán al Perú ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Un escándalo total.
Algunos personajes en redes sociales derraman argumentos a favor diciendo que esto no significa que procederá el caso sí o sí, que no pasará de esto. Este tipo de afirmaciones pasiva son las que terminan explotándonos en la cara cuando se les hace caso. ¿Y el caso Lori Berenson? ¿o la casi indemnización al emerretista chileno Jaime Castillo Petruzzi?
Estas licencias de la CIDH ponen una vez más en tela de juicio su legitimidad. Es prácticamente un trampolín para que personajes como Víctor Polay Campos le den un giro a su carrera subversiva para convertirse en exitosos demandantes . Aquel que sembró el terror ahora estaría a puertas de una inesperada redención. Esperemos que no.