En los últimos días una legión de seudo analistas han tratado de negar la posibilidad de aplicar la exitosa política de seguridad de Nayib Bukele en el Perú. El gobierno lo hace porque carece de liderazgo y decisión, que son cualidades que se requieren para hacer algo similar. Los caviares porque les escarapela que un gobierno de derecha tenga éxito y sus métodos se puedan replicar aquí. Y otros simplemente por ignorancia.
El argumento que usan todos, imitando a Perogrullo, es que El Salvador es diferente al Perú. Aducen que el tamaño del territorio, la población y los tatuajes de los delincuentes son distintos y con esas necedades, pretenden negar que existen políticas que pueden ser aplicadas en distintos lugares y diferentes épocas.
En la campaña electoral de 1990, por ejemplo, aquí se discutieron dos políticas distintas para enfrentar la hiper inflación que se heredaba del gobierno aprista: el shock que prometía Mario Vargas Llosa y el no shock, el gradualismo, que defendía Alberto Fujimori. Por suerte, cuando llegó al gobierno, Fujimori puso en práctica la política de su adversario y frenó la inflación. Muchos otros gobiernos de países grandes y pequeños han aplicado el gradualismo y han fracasado.
Demás está decir que ambas alternativas eran políticas ensayadas antes en otros países. La aplicación específica, por supuesto, tiene las particularidades propias de cada lugar y su éxito depende también de la habilidad de los gobernantes y funcionarios que la llevan adelante.
Otro ejemplo interesante se puede encontrar en el último número de Military Review (tercer trimestre 2023), la revista del Ejército de los Estados Unidos donde en varios artículos se discute la derrota que acaban de sufrir en Afganistán.
Naturalmente, es inevitable la comparación con Vietnam. Lo que sostienen algunos autores es que ni el Ejército ni los dirigentes políticos aprendieron las lecciones de Vietnam, y comparan los problemas de las dos guerras.
Nuestros seudo analistas se horrorizarían ante tal comparación. Vietnam y Afganistán son países muy diferentes y los momentos históricos distintos. Vietnam estaba dividido en dos países, la insurgencia era comunista y atea, es un país con selva tropical y con una costa inmensa. Afganistán es un país mediterráneo, árido y montañoso, con muchos señores de la guerra y con fanatizados insurgentes islámicos. La historia, la cultura, la raza, el idioma, las costumbres son muy diferentes.
No obstante, es obvio que la política contrainsurgente se puede y debe comparar. Y, como constatan varios articulistas de Military Review, los errores de Vietnam se repitieron en Afganistán a pesar de que en la década de 1970, analistas militares y civiles, sí habían aprendido las lecciones, pero fueron relegados por los que se negaban a ver la realidad.
Moraleja: hay que aprender de los errores y aciertos, se pueden comparar políticas –contrainsurgentes, económicas, de salud, de seguridad- que se ponen en práctica en países distintos y en épocas diferentes.
En la pandemia del Covid, algunos países encerraron a la población con resultados desastrosos, como China y Perú, uno grande y muy poblado y otro más pequeño y menos poblado. Suecia dejó que la gente siguiera con su vida casi normal y tuvo la más baja o una de las más bajas tasas de mortalidad del mundo y su economía no sufrió un impacto devastador como China y Perú.
Pero según los seudo analistas, no se puede comparar. Son países distintos.
En ciencia política hay infinidad de estudios comparativos, por supuesto. Uno de los más famosos, “Transiciones desde un gobierno autoritario”, en cuatro tomos, compilado por Guillermo O´Donell, Philippe Schmitter y Laurence Whitehead publicado a mediados de la década de 1980 que analiza la democratización en América Latina y el sur de Europa.
Y, para espanto de los seudo analistas, compara las transiciones, por ejemplo, de un gigante como Brasil con un pequeñito como Uruguay. Peor todavía, a estos y otros países de AL, con Grecia, España, Portugal, Turquía e Italia.
O un estudio que debería tenerse muy en cuenta hoy día en el Perú, “Juicio político al presidente y nueva inestabilidad política en América Latina” (2009), de Aníbal Pérez-Liñán, que estudia la nueva manera de derrocar presidentes en América Latina desde 1992 con Fernando Collor de Mello en Brasil, el juicio político, que en el Perú ha derribado a 4 presidentes en cinco años.
En conclusión, comparar políticas en diversos ámbitos es indispensable, no solo en ciencia política sino, sobre todo, para aprender de éxitos y errores que se dan en el mundo y que pueden servir de guía para imitar unos, y evitar otros.