OpiniónViernes, 8 de septiembre de 2023
La dictadura canadiense, por Patricio Krateil
Patricio Krateil
Comunicador

Muchos de nosotros debemos conocer al intelectual y psicólogo clínico canadiense Jordan Peterson por su destacada lucha contra el progresismo global. También es reconocido por sus dos exitosos libros: "12 Reglas para Vivir" y "Más Allá del Orden". Sin embargo, su gran salto a la fama comenzó cuando se opuso hace casi ocho años a las regulaciones del gobierno progresista de Justin Trudeau, sobre el lenguaje y la libertad de expresión en las universidades.

Este acto de valentía le permitió salir en más de un programa, donde el canadiense demostró no solo gran inteligencia sino carácter y firmeza al exponer sus convicciones. Desde ese momento podemos afirmar que Peterson se ha vuelto en uno de los emblemas de la batalla cultural de habla inglesa. Un referente de muchos jóvenes (me incluyo) que no contentos con la corrección política y los enfoques educativos de las diversas casas de estudio, buscamos en medios alternativos una opinión disidente, pero también bien fundamentada.

No obstante, la columna no es sobre la vida e importancia de Peterson para las nuevas corrientes de derecha sino la condena que el gobierno canadiense le está haciendo al catedrático de la Universidad de Toronto por comentarios y críticas que este hace en Twitter. El gobierno multicolor de Justin Trudeau le está exigiendo a Jordan Peterson llevar un programa de reeducación en redes sociales, pues de lo contrario, le quitarán su licencia de ejercicio en el país. Definitivamente, esto no ha dejado con los brazos cruzados al carismático psicólogo. En su podcast personal junto a su hija, Mikhaila Peterson, expusieron las patéticas ordenanzas de esta ley absurda con la que pretenden censurarlo.

Por un lado, Jordan Peterson señala que la normativa otorga libertad de expresión, pero, por otro lado, resaltan que cada miembro del colegio de psicólogos no goza de absoluta autonomía ni puede expresarse libremente. Lo más preocupante es que la norma no especifica claramente qué opiniones están prohibidas, lo que genera una situación muy problemática. Esto se debe a que sus limitaciones quedan a total merced de la arbitrariedad académica del momento en lugar de contar con directrices objetivas y previamente definidas.

Además, se le sanciona principalmente por expresar opiniones en contra del gobierno y por no alinearse con las nuevas perspectivas de las teorías de género, las cuales son profundamente seudocientíficas. En síntesis, Jordan Peterson es censurado por criticar al gobierno de turno y por no respaldar las nuevas ideologías progresistas de la época. Él mismo afirma que lo único que no puede dejar de hacer como psicólogo es decir la verdad y seguir sus convicciones morales, criticando lo que considera que debe ser criticado y expresando su posición con respecto a múltiples temas, guste o no al caviaraje canadiense.

Es importante destacar que no es la primera vez que, en su país, Canadá, el célebre psicólogo clínico tiene problemas por expresar sus opiniones sobre ciertos temas. La libertad de expresión se encuentra cada día más regulada por el gobierno, llegando al extremo de no poder criticar a su propio presidente. En este aspecto, Canadá no tiene mucho que envidiarles a países como Corea del Norte o Cuba, donde la libertad de expresión no existe en absoluto. Si bien es cierto que existe una gran diferencia entre los sistemas de censura del comunismo internacional y Canadá, tampoco es imposible notar los enormes paralelismos que existen.

En un país donde la opinión pública está fuertemente revisada, donde las redes sociales están sujetas a normativas arbitrarias y en donde sus gobernantes gozan de impunidad mediática, no podemos afirmar que se respire libertad ni democracia. Con el cuento del primer mundismo nos han vendido el mito de que Canadá es un país institucionalmente respetuoso de los derechos individuales. Sin embargo, cada día, con temas como la censura de un intelectual de renombre como Jordan Peterson, se pone de manifiesto su autoritarismo y parcialidad política. La Unión Soviética persiguió a sus enemigos académicos antes que, a los pobladores rebeldes, pues entendió que, una vez silenciado el intelecto, el resto no tendría las herramientas discursivas para promover una contrarrevolución. Los métodos que funcionan se suelen repetir tanto por hombres con botas o de bermudas.

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