En un giro sorprendente y revelador en el mundo del fútbol español, Luis Rubiales, presidente de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF), ha anunciado su dimisión. Su renuncia llega después de 21 días de la histórica conquista del Mundial femenino por parte de la selección española y 15 días desde una asamblea extraordinaria que agitó los cimientos de la RFEF. Pero ¿qué llevó a este controvertido dirigente a dar un paso atrás?
Como bien sabemos, este punto de inflexión en la carrera de Rubiales se produjo durante la ceremonia de entrega de medallas del Mundial femenino, al lado de la Reina e Infanta, cuando protagonizó un beso a la jugadora Jenni Hermoso, quien ha declarado que este roce no fue consentido. Este incidente, que ha sido objeto de un intenso escrutinio público y críticas generalizadas, puso en evidencia un comportamiento inaceptable en el ámbito laboral y una falta de comprensión de los límites personales y el consentimiento.
Es importante destacar que, más allá de la discusión sobre si fue un acto de acoso sexual o no, existe un hecho innegable: un jefe no debe besar a su empleada. Esta acción, por sí sola, es razón suficiente para considerarla inapropiada y merecedora de una respuesta tan arrolladora como su dimisión. Echarle la culpa a la euforia es una argumento muy, pero muy flojo. Coco Gauff, tenista estadounidense de 19 años, acaba de ganar el US Open, no vi a su entrenador buscándola para robarle un beso.
La renuncia de Rubiales se presenta como una consecuencia inevitable de sus acciones. Ha reconocido que no podrá volver a su cargo, no solo debido a la presión pública, sino también a las sanciones que enfrenta. La FIFA lo suspendió temporalmente de toda actividad relacionada con el fútbol a nivel nacional e internacional durante 90 días. Aunque posteriormente el Tribunal Administrativo del Deporte (TAD) le brindó cierto alivio, la realidad es que nunca podría recuperar su cargo.
Rubiales insiste en que el beso fue consensuado, pero la gravedad del incidente y las acusaciones legales en su contra han pesado más que sus argumentos de defensa. Es importante señalar que esta situación ha dejado claro que, incluso si existe consentimiento, ciertos comportamientos entre jefes y subordinados son inaceptables. La relación de poder en el entorno laboral implica responsabilidades adicionales, y es imperativo que los líderes actúen con respeto y consideración hacia sus empleados.
Esto es un recordatorio de que el consentimiento es esencial, pero no es suficiente cuando se trata de relaciones laborales desiguales. Los jefes y superiores deben entender que tienen la responsabilidad de mantener una conducta ejemplar y respetuosa en todo momento, especialmente cuando se encuentran en una posición de poder.
En última instancia, la dimisión de Rubiales puede considerarse un paso hacia la concienciación y la lucha contra el comportamiento inapropiado en el deporte y en la sociedad en general. Es un recordatorio de que nadie, independientemente de su posición, está por encima de la ética y el respeto hacia los demás en el lugar de trabajo.