OpiniónMiércoles, 13 de septiembre de 2023
¿Sound of Freedom o Sound of Silence? , por Alfredo Gildemeister

Hace unas semanas atrás, tuve la oportunidad de conversar brevemente con el gran siquiatra y escritor español Enrique Rojas, durante su corta visita a Lima. Le pregunté qué opinaba sobre la sociedad actual, a la cual él siempre bautizó como la “sociedad divertida”, concepto que desarrolla muy bien en su conocido libro “El hombre Light”. Para Rojas, la “sociedad divertida” es una sociedad cuyo objetivo primordial es solo el pasarla bien y que todo el mundo se lo pase bien. Lo que vale es solo lo “divertido”: personas divertidas, reuniones divertidas, matrimonios divertidos, libros, temas divertidos, etc. Este es pues “el eje sobre el cual gira la sociedad postmoderna”, señala Rojas. Esta sociedad divertida esta conformada especialmente por gente frívola, en todos los estratos sociales. En estas personas frívolas a las cuales solo les interesa lo divertido y el pasarla bien, no interesa el debate ideológico, político, cultural y mucho menos el espiritual o religioso, la búsqueda y existencia de Dios, la trascendencia del ser humano, etc. Viven en un mundo efímero, totalmente materialista, hedonista y relativista. Es un ser superficial en donde el consumismo y la abundancia es la regla. Como bien señala Rojas: “la enfermedad de occidente es tener todo lo material y haber reducido al mínimo lo espiritual. No importan ya los héroes, los personajes que se proponen como modelo carecen de ideales… gente repleta de todo, llena de cosas, pero sin brújula, que recorren su existencia consumiendo, entretenidas en cualquier asuntillo y pasándola bien, si más pretensiones.” La sociedad divertida es pues una realidad.

Entonces, cabe preguntarnos, ante esta “sociedad divertida”, frívola, consumista e indiferente, ¿Cómo ha pegado el estreno de la película “Sound of Freedom” (Sonido de libertad)? Una película que claramente denuncia “a viva voce” una tragedia mundial de gran envergadura como lo es la esclavitud sexual de millones de niños hoy en todo el mundo. Luego de años de una guerra constante para impedir su realización por parte de grandes intereses económicos globales contra los productores de esta película, al fin ha logrado ser estrenada a nivel mundial, y su estreno ha constituido un gran éxito que nadie se esperaba.

Luego de su estreno el pasado 31 de agosto, el primer fin de semana de setiembre alcanzó el primer lugar en taquilla en América Latina. Más de 20 millones de personas ya han visto la película y hasta hace pocos días, la recaudación iba bordeando los 200 millones de dólares. Cabe mencionar que, durante los meses de setiembre y octubre, la película será estrenada en la mayoría de los países de Europa, África y Asia. En el Perú ya superó los 183,000 mil espectadores. Llama la atención que un cine peruano dominado por el cine comercial norteamericano con películas sobre Marvel, Iron Man, el Hombre Araña o la reciente rosadita y frívola “Barbie”, tanta gente vaya a ver Sound of Freedom.

Personalmente fui con mi familia a ver la película y casi se diría que se vive una experiencia mística cuando uno va. Llama la atención el profundo, casi reverencial silencio en la sala al iniciar. La atención de la gente al verla es consciente que va a ver algo que no es usual hoy en el cine, menos en la “sociedad divertida”. Va a ver dolor, sufrimiento, una tragedia. Pero también va a ver actos de heroísmo, el profundo amor de un padre por sus hijos, el valor de la familia, del matrimonio. Oirá hablar de valores, deberes y principios, hablar de Dios y de lo que Dios quiere para uno, conceptos hoy tan olvidados o venidos a menos por esta sociedad consumista frívola, que no desea sufrir sino el pasarla bien.

Entonces: ¿Por qué tanta genta va a ver la película? Porque las personas ya están hartas de lo efímero, divertido y pasajero, desea lo trascendente, lo verdadero. Es la respuesta de Cristo ante la pregunta de Pedro: “Señor, ¿A quien iremos? ¡Solo tú tienes palabras de vida eterna!” (Juan 6,68). Al ver la película, uno toma consciencia de esta tragedia mundial que nos afecta a todos. La película sacude en lo profundo del alma, sacando a la gente de su cúpula de cristal y de su zona de confort, al menos durante las dos horas que dura. Es un cuestionamiento a tu propia vida, casi un examen de conciencia que lo hace a uno reflexionar sobre el verdadero sentido de la vida, la trascendencia del ser humano y su destino trascendental hacia Dios. El policía que deja momentáneamente a su familia para buscar a una niña desaparecida, el expresidiario que vive una profunda conversión luego de estar con una adolescente y colabora en la salvación de niños desaparecidos, el millonario que luego de no quererlo, termina financiando el rescate de niños, el jefe de Policía que termina comprendiendo, jugándosela y apoyando a su agente subalterno, etc. Son situaciones que vale la pena analizar y meditar dentro de la vida personal de cada uno. Al final de la película, los espectadores guardan un profundo silencio para luego romper en un sincero y sentido aplauso. Algo así no se veía hacía décadas.

Felicitamos al valiente coproductor de la película -también actor- Eduardo Verástegui, el decidido apoyo de Mel Gibson, así como a los valientes actores que se jugaron su futuro profesional como Jim Caviezel y Bill Camp. Definitivamente, Sound of Freedom hará mucho ruido y de nosotros depende que no quede un Sound of Silence, aquella hermosa canción de Simon & Garfunkel, en el silencio y en el recuerdo. Sound of Freedom trascenderá y sacudirá en el alma a la gente que vive en medio de esta sociedad divertida…

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