Se avecina un colapso en la China comunista. La corrupción del gobierno y su mala gestión de la economía, la destrucción de la creatividad y la innovación en nombre del control, la escalada imprudente de la deuda y la destrucción del medio ambiente son factores que están contribuyendo a su hecatombe.
El mercado inmobiliario de China ha llegado a un punto crítico, donde los mayores constructores del país como Evergrande están al borde de la quiebra con furiosos compradores de casas sin terminar que ya están totalmente pagadas.
Pero es la destrucción desenfrenada del capital humano por parte de los comunistas durante los últimos 75 años lo que pone ese colapso cada vez más cerca, y prácticamente ha garantizado que China nunca más vuelva a levantarse.
En particular, la política del hijo único ha tenido como resultado la eliminación de unos 400 millones de las personas más productivas, trabajadoras y emprendedoras del planeta.
Aproximadamente la mitad de cada una de las dos últimas generaciones de chinos nunca vio la luz debido a los abortos forzados bajo la política del hijo único.
Además, la rabiosa propaganda antinatalista de esta política ha ayudado a crear una cultura en la que los niños ya no son valorados sino rechazados y considerados lujos caros.
Cuando el gobierno finalmente puso fin a la política del hijo único en 2016, predijo con optimismo que la tasa total de fertilidad -definida como el número de nacimientos por mujer durante su vida reproductiva- se recuperaría a 1,8.
Pero la tasa de natalidad de China no sólo no se recuperó, sino que siguió cayendo.
En 2022, sólo nacieron 9,56 millones de niños.
A principios de este año, la Oficina Nacional de Estadísticas del Partido Comunista Chino finalmente admitió que China tiene una de las tasas de natalidad más bajas del mundo.
Las cifras oficiales afirman que la tasa de fertilidad en 2022 fue de 1,09 hijos por mujer, lo que sólo sugiere que las cifras reales son aún más bajas.
Antes del comienzo de la política del hijo único en 1981, las mujeres chinas tenían un promedio de 2,7 hijos, cifra que dicha política rápidamente redujo a la mitad.
Sin embargo, dado que los funcionarios chinos exageran sus éxitos y ocultan sus fracasos, es difícil obtener cifras exactas.
Por ejemplo, China afirma que su población actual es de 1.410 millones de personas. Sin embargo, el demógrafo Yi Fuxian de la Universidad de Wisconsin, basándose en una amplia gama de datos, ha llegado a la conclusión de que la cifra real es en realidad inferior a 1.280 millones .
Esta discrepancia de 130 millones no es un mero error de redondeo. Es una cifra mayor que la población de casi todos los países del mundo. Solo hay 9 países que tienen una población que supera los 130 millones de habitantes.
Este exceso es el resultado de una exageración sistemática del número de nacimientos en China durante las últimas décadas. La población de China está envejeciendo más rápido de lo que el Partido Comunista Chino está dispuesto a admitir.
Y, por primera vez desde la gran hambruna de Mao Zedong de 1959-1961, la población de China está cayendo .
El “dividendo demográfico” que apoyó el rápido crecimiento económico, el fortalecimiento militar y la expansión estratégica de China ha desaparecido. En cambio, a medida que disminuya el número de chinos en edad de trabajar, los costos laborales aumentarán y una proporción cada vez mayor de la economía se destinará al cuidado de la creciente población de ancianos.
Otros países del este de Asia, como Japón y Corea del Sur, también tienen poblaciones que envejecen rápidamente. Pero a diferencia de China, se enriquecieron antes de envejecer.
China sigue siendo un país de ingresos medios, con cientos de millones de personas viviendo en la pobreza más absoluta.
El baby bust (la marcada contracción de nacimientos) también explica por qué la economía china probablemente no se recuperará de su estancamiento actual, independientemente de la combinación de políticas económicas que adopte el gobierno central.
Ninguna de las herramientas disponibles (como tasas de interés más bajas, subsidios a las exportaciones e inversiones en infraestructura) compensará los 100 millones de cunas vacías.
Sin mencionar que, para empezar, la caída de los ingresos fiscales y la deuda pública insostenible están limitando las opciones políticas del Partido Comunista Chino.
Los problemas de China se acelerarán a medida que el colapso demográfico cobre fuerza.
Si (y es un condicional poco probable) el Partido Comunista Chino logra estabilizar la tasa de fertilidad en 1,1, las proyecciones del profesor Yi muestran que la población de China aún disminuiría a 440 millones para 2100.
Sin embargo, dada la creciente renuencia de las jóvenes chinas a tener hijos, parece más probable que la tasa de fertilidad llegue a aproximarse al 0,8 actual de Hong Kong.
Si ese es el caso, a finales de siglo sólo habrá 310 millones de personas vivas en China.
De cualquier manera, los resultados serán catastróficos, tanto para la economía china como para las rapaces ambiciones geopolíticas del Partido Comunista Chino.
Después de todo, el siglo XXI no pertenecerá a China.
Para poner en perspectiva el próximo colapso demográfico de China, comparemos sus cifras con las de su principal rival, Estados Unidos de América.
La población de Estados Unidos asciende actualmente a 340 millones, y sigue creciendo.
Para el año 2060, se proyecta que la población de Estados Unidos será de 417 millones y está en camino de superar a la de China en las décadas siguientes.
A medida que la población de China se contrae, también lo harán sus ambiciones geopolíticas, ya que el Partido Comunista Chino se verá obligado a centrar su atención en mantener la estabilidad interna.
Pero incluso si el Partido Comunista Chino cayera, la escasez de nacimientos en China es tan intratable que sería un desafío importante de superar para cualquier gobierno futuro, por democrático que sea.
Los líderes del PCC, desde Mao Ze-dong en adelante, siempre han tratado a las masas chinas como si hubiese sido un recurso inagotable que podían desperdiciar a voluntad.
Ni Deng Xiaoping ni ninguno de sus sucesores pudieron imaginar jamás que su brutal política del hijo único resultaría en la muerte de sus aspiraciones a tener un poder global.
En las mismas tumbas anónimas donde enterraron a los 400 millones de pequeñas víctimas de su política de hijo único, allí también han enterrado sus propios sueños de dominación mundial.