OpiniónMartes, 26 de septiembre de 2023
Lo que permite existir al fascismo, por Dante Wong
Dante Wong
Filósofo

Comúnmente, se entiende que el fascismo localiza paradigmáticamente al mal. Estamos, pues, severamente influenciados por los eventos de la II Guerra Mundial en cuanto a paradigma ético. Lo ocurrido en ese periodo ha marcado el umbral entre el bien y el mal, a tal punto que el mal ya no tiene el nombre de mal, sino de fascismo o nacionalsocialismo. Nuestro imaginario colectivo le ha puesto al mal el uniforme de las SS y de los camisas negras de Mussolini.

Lo que este texto pretende mostrar no es tanto un comentario sobre la politización de la idea del mal efectuada después de la II Gran Guerra, sino explorar lo que posibilitó la gran marcha al poder de los grupos populistas dirigidos por Hitler y Mussolini. Lo que iguala a ese trágico periodo con el actual son las herramientas con las que se cuenta para llamar las hordas a participar del gran encuentro colectivo capaz de galvanizar un evento revolucionario. ¿A qué me refiero? Los fascismos crecieron en el momento en que la masas comienzan a surgir como fenómeno social. Ya hice referencia al libro de José Ortega y Gasset, “La rebelión de las masas”. En este libro se analiza la recién llegada sociedad de las masas. Aquella época eran ya los años 20 del siglo pasado. Justo la época que vio nacer los fascismos y también el auge del marxismo, envalentonado por la victoria de la revolución rusa.

La premisa sobre la que se basa este artículo es la siguiente: los fascismos no hubieran podido existir sin los medios tecnológicos que permitieron la exaltación de los sentimientos y la emisión masiva de propaganda. En concreto, sin los mítines multitudinarios elevados a su máxima potencia gracias a los micrófonos, sin la radio y sin la utilización de panfletos a color difusores de la ideología del partido, tanto el nacionalsocialismo, como el marxismo y el fascismo no hubieran podido llegar al poder. La clave está en que lo que caracteriza a nuestra contemporaneidad en términos políticos es que los partidos poseen herramientas como las mencionadas para llegar a sus posibles votantes. Pensemos solamente en Donald Trump, personaje carismático y, antes de presidente, fenómeno televisivo, además de multimillonario. Igualmente, pensemos en Pablo Iglesias, quién fue líder de Podemos, partido español de la izquierda progresista. Iglesias llega a la fama por medio de un programa de televisión que lo hizo conocido. Esto le permitió convocar suficiente gente para el despertar de su partido. Este hecho ocurrió a partir del movimiento del 11-M.

A lo que voy, lo peligroso de un movimiento como el fascismo o nacionalsocialismo no está en su contenido ideológico principalmente, aunque también. Su verdadero peligro está en los medios que utiliza y sus efectos. La radio, los mítines, la televisión, la propaganda permite la manipulación de las masas y el imperio de la mentira. Nuestra época no ha dejado los peligros subyacentes al nazismo o al fascismo, sino que se encuentra aún más sumergida en el lodo de la propaganda.

Lo importante a recalcar es el rol anulador de la verdad que ejerce la propaganda. Toda sociedad necesita de la verdad para sobrevivir. Sin ella, sus estructuras irán perdiendo solidez y, además, se irán pervirtiendo. Recordemos lo que decía el ministro de propaganda de Hitler, Joseph Goebbels: Una mentira dicha mil veces se convierte en una verdad. Es importante volver a reconocer al mal como lo que es: aquello que igual cualquier tipo de acto en una misma entidad, el mal. Por lo tanto, debemos de dejar de hablar del mal como algo anclado en el tiempo y volver a reconocerle su capacidad de transformarse en casi cualquier cosa. El mal no es fascista o nacionalsocialista. El mal puede ser algo completamente distinto.

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