OpiniónMartes, 3 de octubre de 2023
Deshumanización en línea, por Tony Tafur
Tony Tafur
Periodista de El Reporte

Una vez más la licencia de las redes sociales y la sobreexcitación de los dogmáticos nos llevó a un momento límite: el escarnio masivo contra el recientemente fallecido Hernando Guerra García. Fotos, videos, comentarios. Como si fuera el acto terapéutico de una sociedad enferma, nuestros ilustres rebeldes contradijeron esa carga moral que enarbolan con las incontables elucubraciones incendiarias que distribuyeron en distintas plataformas, casi un calco de quien llega a un velorio gritando con un megáfono y atropellando todo a su paso.

No, no soy seguidor de ‘Nano’, tampoco de Fuerza Popular, mucho menos del Congreso, o, mejor dicho, casi de ningún político. Es fácil hallar más sombras que luces en ese terreno. Esto, sin embargo, no es excusa para caer en la falta de integridad. Es decir, para este caso, en la naturalización del agravio contra alguien que acaba de fenecer. No hablo por supuesto de santos ni de demonios: eso solo lo hace el enjambre digital que ya conocemos: donde se sentencia al unísono quién sí merece algo y quién no. Lo que expongo es que hay un tipo de lenguaje que debe ser neutralizado en momentos específicos. La libertad es también saber escoger las palabras y las acciones para intervalos determinantes. Y ojo que la ronda de insultos también fue en las calles: en los derredores del mismo nosocomio, en Arequipa, y en la Plaza San Martín, en Lima. Siempre tan actual la pregunta de Marco Aurelio Denegri: ¿Para eso bajamos del árbol?

En esta especie de dialéctica de la desestimación incluso son capaces de poner a un ciudadano —o en a un político— que piensa distinto, que está en la tribuna contraria, en la misma escala con genocidas como Abimael Guzmán y Adolf Hitler. No es lo mismo tener al frente a un rival po-lí-ti-co que a un criminal de la peor calaña. En esta gran estrategia que maquinan solo buscan terminar de romper una imagen así se dé en momento de duelo, es el récord de su moralina. Esto puede ser tranquilamente el equivalente de un terrorista que le pone dinamita a una tumba. Parafraseando a Byung Chul Han, es un rasgo totalitario de la sociedad psicopolítica que termina siendo un imperativo de “individuos narcisistas aislados”.

“Es una alegría que se haya muerto”, dijo por ahí un enemigo íntimo de ‘Nano’. Son este tipo de alocuciones las que nos lleva siempre a tabula rasa cuando se trata de tender puentes, algo que el mismo ‘Nano’ había tratado de enseñar al unirse con Perú Libre para la Mesa Directiva, hecho con el que no compatibilizo, pero que al menos fue un gesto que dio cierto giro tras la turbulenta época del régimen chotano.

Como máxima representación de este autoproclamado grupo de adalides de la verdad —o testaferros mentales del izquierdismo y sus vertientes— tenemos al mismo Pedro Castillo. No sabemos quién fue el que usó su cuenta oficial de Facebook, pero lo cierto es que es difícil creer que no comulga con lo que se compartió. Se publicó lo siguiente: “Vendió su alma al Fujimorismo, Descanza en Paz Nano Guerra GARCIA. Cae Soto Reyes. Sube W Cerron! Tiembla Otarola y Dina Asesina” (sic).

Y así varios otros elementos.

En esta domesticidad de la pospandemia se ha venido amplificando un escenario que ya había tenido sus primeros vestigios con el deceso del aprista Alan García. La misma corriente: fotos, videos, comentarios. Todo en contra, una avalancha, como dirían los jovencitos de ahora, de hate, sin respetar si quiera a los hijos. Esa urgencia de complotar es como una debilidad que viene malacostumbrando a las nuevas generaciones. Y que para nuestra mala fortuna ya viene calando en algunos frentes.

La estrategia no es la del triunfo sino la del daño, diría Juan Villoro. Esta dinámica social solo nos recuerda que el culto a la antipatía cuando no tiene candados puede terminar siendo una compulsión degenerativa, una exteriorización contraproducente de un desencantamiento. Incluso los más grandes líderes mostraban respeto por sus antagonistas.

Ya lo diría el filósofo Inmmanuel Kant, en referencia a la dignidad humana: “Obra solo según aquella máxima por la cual puedas querer que al mismo tiempo se convierta en una ley universal”. En síntesis, ejecuta una acción que te gustaría que fuera imitada. Las treguas también son una muestra de que podemos coexistir pacíficamente.

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