OpiniónLunes, 9 de octubre de 2023
Que la paz sea contigo, por Daniela Ibáñez
Daniela Ibañez
Politóloga

Cuando eres pequeño, siempre te preguntan cuál es tu mayor sueño para el mundo. Muchos de nosotros habremos dibujado a un grupo de niños cogidos de la mano, sonrientes, en un jardín con un arcoíris detrás y un sol iluminando la escena. Este dibujo representaría la paz mundial, ilustrada en la inocencia más pura de la infancia, con la alegría de cielos despejados y una escena multicolor.

A medida que uno va creciendo, uno se pregunta si este tipo de sueños son factibles de cumplir, si la paz es realmente un ideal al cual se puede aspirar de manera realista. Si bien es cierto que hemos vivido, hasta hace unos años, un período prolongado con muy pocos conflictos entre estados, lo cierto es que hoy estos conflictos están apareciendo cada vez más entre grandes potencias y se van multiplicando. Uno creería que el Tratado de Westfalia habría zanjado las guerras por religión para establecer la soberanía de los estados en base a criterios seculares, pero al parecer no fue así. Fue un acuerdo social occidental con un alcance limitado, puesto que hoy las fronteras aún se disputan ya sea por líderes autoritarios con sueños de 'lebensraum' o patria grande, o por grupos que buscan reclamar soberanía con métodos extremadamente violentos.

Y más allá de las disputas entre estados, ni qué decir de las disputas intraestatales. La llamada extrema polarización política. Bandos de la población, generalmente una élite politizada buscando a toda costa ganar terreno en la opinión pública, buscan que su narrativa gane el corazón de los incautos. Discusiones constantes en los espacios abiertos, ahora muchas veces en las redes sociales, que actúan como tribunas romanas donde se encuentra un placer mórbido en ver al enemigo desangrar. Este sadismo desenfrenado que existe hoy día en los espacios de redes sociales aumenta la intensidad del debate político sin tapujos, porque la persona encuentra un cómodo anonimato al hablar con extraños en una pantalla, más que con extraños cara a cara. Las redes sociales distorsionan lo que nos atrevemos a decir, nos quitan la timidez, desbloquean cualquier sentido de reparo o mesura en los comentarios para los usuarios más apasionados y menos estratégicos. La paz parece un imposible, incluso quizás es un ideal comercial para Elon Musk. La polarización vende.

La paz es, pues, eso, un dibujo infantil. No resiste la prueba del tiempo ni de la madurez, pues uno mientras va creciendo va conociendo el mundo y va entendiendo que la paz es quizás un imposible. El ser humano es, en su esencia, una especie confrontacional. Convivir en un mundo con millones de personas, miles de lenguas (recordemos la hipótesis de Sapir-Whorf, que teoriza que los seres humanos pensamos de manera diferente con diferentes lenguajes), decenas de religiones monoteístas importantes, es un imposible probabilístico. Y si nos volvemos a algo mucho más cercano, la propia familia, ¿quién no experimenta conflicto constante dentro de ella? ¿Es posible la paz o la tregua durante un período prolongado de tiempo? Creo que incluso los que podemos provenir de las familias más 'estables' podemos decir que no.

Aunque la paz sea un imposible, es importante que se conserve como ideal platónico en potencia; aspirar a ello es, por lo menos, lo que dota a los seres humanos de un incentivo para la moderación o la decencia. Para algunos, no todos. Es importante tener el deseo de "que la paz sea contigo" incluso con tu mayor enemigo, pues permite que no lleguemos a un nivel de autodestrucción a nivel de especie. Hay que tenerlo en cuenta.

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