OpiniónViernes, 3 de noviembre de 2023
Sufrir es parte de la vida, por Juan Carlos Lynch
Juan Carlos Lynch
Comunicador y redactor

Filosofía del sufrimiento, una de las áreas de aplicación y tesis del reconocido filósofo medieval Santo Tomás de Aquino. No solo conocido por su cosmovisión y sujeción al catolicismo, sino más bien por su predominancia con su sistema filosófico, marcando una época importante de la historia filosófica. Fiel seguidor de Aristóteles, tomó mucho de su metafísica para comprender la realidad y sustentar su teología. Un pensador único.

Aquino, al referirse al dolor, reconoce que el vivir comporta sufrimiento por sí mismo. Dirá que la vida no es un campo en el que todo transcurre con suavidad. Nada de eso. La vida está llena de dolor, vicisitudes y tragedias. El pensador entiende que, si bien el hombre rechaza por naturaleza el dolor y tiende a alejarse de él, cabe decir que una vida sin sufrimiento, sin sacrificio, sin esfuerzo, resulta insípida, aburrida y pesada. El sufrimiento es un ingrediente íntimo de la vida humana, no restándole valor a la misma, sino más bien impulsando al ser a vivir con significado y trascendencia.

El filósofo reflexiona en que el hombre que lo tiene todo, que no le falta nada, que complace cómodamente todos sus deseos que no busca nada porque ya está harto de todo, se ahoga en su mundo autosuficiente. En este mundo, quien tiene todo lo que quiere, raya la desesperación.

El dolor, por tanto, también tiene su lado positivo. Hay que decir que el sacrificio es la sal de la vida. El sufrimiento realza el significado del ser, porque cada quien puede trascender sus dolores y conquistarlos. Mientras hay vida, hay esperanza.

«Un futuro sin riesgo ni azares, una carrera segura, una vida cotidiana exenta de tensión figuran entre las condiciones más habituales del aburrimiento. En este mundo, quien tiene todo lo que quiere, raya la desesperación» (Libertad como pasión, Eunsa, Pamplona, 1992, p. 85).

El sufrimiento, sostiene Aquino, afecta a la globalidad del ser humano, y le deja conmocionado, lacerado, quebrado. Sin embargo, a pesar de esto, la experiencia nos muestra que personas que han sufrido grandes dolores a lo largo de su existencia han sabido sacar el máximo rendimiento de su vida, han sabido convivir con este inquilino incómodo. Finaliza diciendo que, desde el punto de vista metafísico (más allá de la física, materia), la persona tiene la posibilidad de vencer al dolor y sobreponerlo. El ser, la persona, es superior al mal, dado que el mal depende totalmente del ser. Es decir, el dolor es percepción y sentir del hombre, pero no por ello más inmensa que él. Una vida con sentido es capaz de darle forma al sufrimiento.

Finalmente, frente a la realidad de la existencia, Aquino propone que el remedio más importante y fundamental en el alivio del dolor, tanto exterior como interior, es la compañía y compasión de los amigos. El amigo es aquel quien acompaña y se conduele con quien sufre, se vuelve una fuente inmejorable de consuelo y de alivio, mejor que cualquier analgésico o pastilla tranquilizadora.

Esto porque el dolor es una carga, pesa, y el que sufre quiere precisamente liberarse de esa carga. Pero cuando alguien se da cuenta que otros, por amor, sufren con él se hace como una ilusión de que los otros llevan con él aquella carga.

Es precisamente esa facultad de compasión lo que ayuda a sostenerse entre los avatares de la vida. El filósofo entiende que el llevar las cargas de otro es decirle “te amo”, lo que la persona considera como valioso. Ese gesto resulta entrañable y condiciona al ser, lo capacita, para la tarea de afrontar su realidad. Con la convicción de contar con amigos, uno fortalece la esperanza de seguir adelante.

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