OpiniónDomingo, 5 de noviembre de 2023
Viento en popa hacia una rifa, por Santiago Carranza-Vélez

¿Qué deparará el futuro político en el Perú? Planteo la pregunta a raíz de que el presente, con las autoridades que contamos en todos los poderes y niveles de gobierno, seguirá siendo uno en el que las problemáticas se profundizarán y las pocas cosas que se resuelven solas mejorarán, pero muy poco.

¿Qué esperar, por ejemplo, de la elección del 2026? Es claro que no habrá un oficialismo con chances de ganar. Este gobierno, si llega a 2026, no estará en capacidad de presentar una opción electoralmente potable. Es imposible y no me extenderé sobre lo obvio. Es más, oponérsele será provechoso y sus figuras aliadas durante todo este tiempo compartirán el descrédito.

El sector que tendrá que dar la cara por apoyar a Boluarte será la derecha. Que también enfrentará un descrédito mediático por la ineficacia y falta de profesionalismo en las gestiones ediles de Renovación Popular en Lima. La actual figura máxima de la derecha, el alcalde de Lima, se está desgastando en temas secundarios: denuncias a la prensa por hacer reportajes que no le gustan (notas periodísticas sin ningún atisbo de difamación), el cisma entre las dirigentes de las ollas comunes (espolón de proa de su gestión), la guerra por los peajes, o las inversiones fantasmagóricas. El burgomaestre constatará la ley histórica no escrita de que el alcalde de Lima no llega a la presidencia.

Los otros sectores de la derecha tampoco parten con buen pie. El fujimorismo se aferra a un voto duro basado en un recuerdo que cada vez se hace más lejano y cree que su reiterada alianza con Perú Libre en el Congreso no lo afecta ante su propio electorado.Por supuesto que las reiteradas alianzas, votaciones, fotografías, piropos y demás con el hermano del prófugo Cerrón desalientan al fujimorista histórico. A la pérdida de la base le sumamos su histórico “anti” y su manifiesta incapacidad de sumar nuevos adeptos. El fujimorismo podrá mantener una bancada, pero llegar al balotage por cuarta vez se le hará bastante más complicado.

Por la misma senda está Avanza País, partido cascarón sin intenciones de crear un aparato nacional, pero que se mantiene vigente por su bancada congresal. Su candidato presidencial natural hasta ahora, Carlos Añaños, ha renunciado a su militancia. Y sus figuras congresales más relevantes representan el derechismo limeño menos convocante a nivel nacional. Tampoco parten bien auspiciados.

El descrédito granjeado por el sector derechista después de la gesta contra el golpista Pedro Castillo es inaudito y responde a una política de suicidio colectivo. Las cosas no debían salir así, pero se dieron. La buena noticia es que todas las izquierdas están tan mal o peor.

El sector radical de la izquierda está en UCI. Pedro Castillo está preso; Vladimir Cerrón prófugo, ¿El octogenario Aníbal Torres quiere representar el castillismo? Mucha suerte. ¿Antauro es la carta? Cualquier persona que maneje data, encuestas o un sentido de la realidad sabe que un asesino de policías, que profusa una ideología conspiranoica, no tiene más chance que levantar un voto radicalizado. En un escenario muy poco probable podría entrar a segunda vuelta, si primero resuelve los problemas legales que frenarían, de arranque, su postulación.

La izquierda caviar también está en crisis. Ni Verónika Mendoza, ni Julio Guzmán, ni Francisco Sagasti son cartas viables. Salvador del Solar se rehúsa a postular. Quieren, por supuesto, crear figuras artificiales en base a su poder mediático como la del rector de la UNI, Alfonso López-Chau, quien comienza a viajar y a tener los apoyos con los que soñaría, por ejemplo, Jorge Nieto. A los caviares las urnas siempre se les han presentado ajenas y lo más probable es que esta situación no cambie, pero saben subirse, cual ratas, al barco del ganador. Mucho cuidado.

A la par, otros partidos aspirarán. Ahí están los más cercanos al hampa como lo son Podemos Perú, Acción Popular, Alianza para el Progreso, que no tienen ideologías definidas. También están los viejos reinscritos como el APRA y el PPC, que despiertan fuertes “antis”. Participarán, a su vez, los exóticos como el FREPAP, los nuevos como Libertad Popular o varios también ligados a las diferentes armas de las FF.AA. Habrá de todo, más de veinte candidaturas y cada una de ellas mal preparadas y auspiciadas, chicha.

¿En qué se parece toda esta oferta? Ninguno tiene una real propuesta de gobierno ni capacidad para llevarlo a cabo. Y si a eso le sumamos que somos el electorado en democracia más volátil del mundo, nada importa. Será una rifa en la que más de veinte “niños” quieren un puesto de grandes. Y el 2026 será como el presente, donde todos los males se siguen profundizando y los problemas que se solucionan lo harán gracias al orden espontáneo. En fin, el país seguirá siendo un barco a la deriva.

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